Acaba de salir el World Happiness Report 2022 de las Naciones Unidas. Es un informe anual que determina el grado de satisfacción con sus vidas de los habitantes en cada uno de 150 países. Sobre los hallazgos de la investigación correspondiente, la noticia que propala CNN dice: “La devastadora pérdida de vidas y la creciente incertidumbre tienen al mundo muy nervioso, pero hay un poco de buenas noticias para la humanidad: la benevolencia está aumentando a nivel mundial”. Vale la pena pues comentar aquí, por si compartimos benevolencia, algunos contenidos para lo que pueda ayudar en la construcción de una mejor perspectiva sobre nuestras propias vidas.
El Reporte informa la evaluación que hace la misma gente de sus vidas. Tal inasible juicio se determina mediante encuestas en los diferentes países. Gallup, la mundialmente famosa firma encuestadora, es la encargada de realizar los sondeos desde que las Naciones Unidas comenzó con la realización de este reporte hace diez años. Entre los hallazgos principales de la edición de este año incluyen una ligera disminución generalizada del estrés –aunque todavía están más altos que en la prepandemia—y el hecho de que Finlandia ocupa el lugar número uno por quinto año consecutivo.
El ranking de los puestos en el reporte del 2022 está basado en un promedio de los años 2019-2021. Los países nórdicos figuran entre los más felices del planeta, notándose también la correlación entre el grado de felicidad y el desarrollo económico. Esto lo atestigua el ranking de los 20 países donde impera la mayor felicidad: 1) Finlandia, 2) Dinamarca, 3) Islandia, 4) Suiza, 5) Holanda, 6) Luxemburgo, 7) Suecia, 8) Noruega, 9) Israel, 10) Nueva Zelandia, 11) Austria, 12) Australia, 13) Irlanda, 14) Alemania, 15) Canadá, 16) Estados Unidos, 17) Reino Unido, 18) República Checa, 19) Bélgica, y 20) Francia. Los países del “primer mundo”, está claro, disfrutan la vida más que los demás. Pero, individualmente, no podría afirmarse que los ricos son más felices que los pobres.
El caso de los nórdicos es digno de asombro y admiración. Los nórdicos tienen un pasado bárbaro y la felicidad nunca se ha asociado a una vida llena de violencia. El imperio que construyeron los vikingos (ver gráfica) fue a base de despiadados saqueos y de la esclavitud de los pueblos y aldeas conquistadas. Sin embargo, en la actualidad a los nórdicos se les reconoce un extraordinario grado de civilidad y su riqueza, nivel de vida y bienestar son objeto de envidia. No puede alegarse que ello se deba al frío clima ni tampoco a que sus ancestros neandertales estén menos presentes en su ADN. Se requeriría un estudio largo y profundo de su historia para explicar el fenómeno.
El caso de Finlandia, el país más feliz del mundo es todavía mas extraño. Con una población de apenas unos 5.5 millones y una densidad poblacional de 16 habitantes por km2, es una nación altamente democrática y con un sistema de gobierno parlamentario. Desde el 1995 es uno de los 27 países que conforman la Unión Europea. Su economía es una de las más prosperas de Europa, basándose tanto en los servicios como en la manufactura. En el país existe un estado del bienestar con niveles sumamente bajos de corrupción. La situación actual de Finlandia es envidiable en cuanto a esperanza de vida, PIB per cápita, protección social en tiempos malos y nivel de confianza social.
Por otro lado, reportes informales dan cuenta de que los finlandeses acogieron tan bien el tango que se rumora que en su país se baila más tango que en Argentina. Por canales informales se sabe también que son muy aficionados a la bachata y los festivales de bachata que se celebran en Helsinki rivalizan con los de muchos otros países. El común denominador de estos dos bailes es, según me confesó una finlandesa, la melancolía y sensualidad. No podría alegarse entonces que es al baile que los finlandeses deben su felicidad. Pero debe aquí consignarse que el único Festival de Bachata que se celebra en el país lo ha venido organizando anualmente un finlandés en Boca Chica desde el 2014 y que el de este año tendrá lugar en diciembre.
Finlandia fue parte de Suecia hasta que en el 1809 cuando fue anexada por el imperio ruso. También perdió una gran parte de su territorio a Rusia después de la Segunda Guerra Mundial. De ahí que, al actualmente tener una extensa frontera con Rusia, se hayan disparado las alarmas con la reciente invasión rusa a Ucrania. (El sondeo de Gallup se llevó a cabo antes de la invasión, en 2021.) La prensa reporta que el gobierno de Finlandia, temeroso de una invasión rusa, esta considerando hacerse miembro de la OTAN. La subyacente amenaza rusa obviamente no ha impedido la felicidad de los finlandeses (con datos recogidos en el 2021), pero con este brote de preocupación Finlandia podría perder el próximo año su privilegiado sitial en el registro mundial de la felicidad.
Eso sugiere que no puede haber un país que sea dueño de la felicidad porque todo depende de las cambiantes circunstancias. Bután, un pequeño país de los Himalayas donde el rey ha decretado que es mas importante la Felicidad Nacional Bruta (FNB) que el Producto Interno Bruto (PIB), no aparece en el ranking del reporte del 2022 sobre la felicidad. Es decir, resulta desconcertante que Gallup no incluyó al país donde la meta de la felicidad es apoyada oficialmente por el gobierno. (Pero en el reporte del 2019 Bután clasifico en el puesto 96 entre 156 países.) También en Venezuela existe un Ministerio para la Suprema Felicidad del Pueblo creado recientemente, pero ese país clasifica en el puesto 108, lo cual no es muy halagüeño.
En América Latina el país relativamente más feliz en el 2021 fue Guatemala, figurando en el puesto 30, seguido de Brasil (34) y México (35). Un total de 15 países latinoamericanos registraron más altos niveles de felicidad que el nuestro. La RD clasificó en el puesto 72 y Haití en el 140, uno de los últimos. La inferencia de que el grado de desarrollo económico de los países es un factor determinante de la felicidad está bien sustentada en una fuerte correlación. El nuestro figura con un puesto a mitad de la escalera, tal vez porque la misma Naciones Unidas nos clasifica ya como un país de mediano desarrollo. El caso de Haití es otra demostración de que lo económico juega un papel determinante en los niveles de felicidad de una nación.
La reflexión final de este comentario tiene que ver con, sorprendentemente, la calidad de la gestión gubernamental y el grado de institucionalidad. “Un hallazgo central sigue siendo la medida en que la calidad del contexto social, especialmente la medida en que las personas confían en sus gobiernos y confían en la benevolencia de los demás, apoya su felicidad antes, durante y probablemente después de la pandemia.” Cabe plantearse entonces si el grado de felicidad que descubra entre nosotros el reporte del próximo año podrá enarbolarse como uno de los grandes logros del gobierno del cambio.