El ¨Día Mundial del Medio Ambiente¨ es una iniciativa cargada de buenas intenciones; en donde las naciones del mundo vienen celebrando cada año, los días 5 de junio desde el año 1974 esta esperanzadora jornada de sensibilización global, con el objetivo de crear conciencia a la población mundial, dada la incidencia antropológica que tiene la centralidad del ser humano en la creación, para que se descontinue con la mala práctica y mentalidad del desprecio, la destrucción y la condena con que se ha venido tratando como si fuera un adversario peligroso nuestro medio ambiente y recursos naturales.
Como salida a revertir la problemática planteada anteriormente, la Encíclica Laudato Si ¨propone para el cuidado del ambiente, fomentar una ecología integral que busque reubicar a los seres humanos en la casa común y que le conduzca a mitigar los problemas ambientales de acuerdo como se vaya interiorizando los valores en los seres humanos, buscando sin medias tintas defender y proteger el medio ambiente, en base a la práctica de condiciones ecológicas que constituyan un pedestal idóneo para establecer una nueva relación persona – naturaleza¨.
Es que la crisis ecológica no está separada de la crisis social. Por lo tanto, la crisis social hace parte de una crisis moral, así mismo la crisis ecológica pone en juego la dignidad y la pobreza. En palabras del Papa Francisco ¨No hay dos crisis separadas, una ambiental y otra social, sino una sola y compleja crisis socioambiental. Las líneas para la solución requieren una aproximación integral para combatir la pobreza, para devolver la dignidad a los excluidos y simultáneamente para cuidar la naturaleza¨.
Por ende, el cuidado del medio ambiente entraña la responsabilidad moral y el compromiso ciudadano de asegurar el bien común y la justicia entre las generaciones, ya que los recursos naturales con los que contamos hoy en día deben pasar a los que nos sucederán en el porvenir.
Por consiguiente, promover una sana ecología debe ser un canto global que se mantenga pegado siempre en las plataformas sociales de todos los corazones que laten bajo el influjo de la dignidad humana; y que sobretodo este colocado en la lista top como número uno en la conciencia planetaria, los 365 días del año.
Llegó este día y vuelve a interpelarnos, para que el proteger, conservar, defender el medio ambiente sea un recordar firme, progresivo y no una simple quimera, que se haga eco positivo en el comportamiento de la humanidad.
Empecemos pues, la defensa del medio ambiente poniendo frenos al avance de la sociedad del caos y las guerras en el mundo, y agigantar los pasos hacia la paz, la diplomacia pacífica y la cooperación. Demasiadas armas nucleares hay en los países, las cuales son máquinas del juicio final de la humanidad. Si la destrucción forma parte del desarrollo, perdimos el rumbo de lo racional.
Es que, si no lo cuidamos ahora, sería faltarle el respeto a la vida; si no custodiamos adecuadamente el medio ambiente, las lágrimas de nuestros ojos se extinguirán por la sequía, es decir el llanto no sería llanto; las sonrisas de nuestros labios se marchitarán por la escasez de agua; los pulmones anhelarán un suspiro de aire puro ante tanta contaminación atmosférica; los oídos explotarán por los ruidos ensordecedores que reinan más allá de los decibeles del respeto, el buen vivir y la convivencia armoniosa.
Si no actuamos ahora, soñaremos encontrar la esperanza, pero no aparecerá de color verde. Idealizáremos peinar con la mirada aquella cabellera verde que lucían las lomas y montañas, pero que lamentablemente por la radiación de la ambición y la ignorancia están calvas, agrietadas y áridas. Por eso este día anima a sembrar árboles, preservando lo que tenemos; porque reforestar y deforestar a la vez no se asimila como resultado efectivo, esto es caer penosamente en un círculo vicioso o más bien en una hipocresía ecológica.
Entender que el árbol llora en la actualidad su desdichada suerte. Quiere darnos sombra y agua, pero, se está ignorando su buena intención con talas, cortes e incendios indiscriminados por doquier. El árbol se alegra cuando escucha discursos de reforestación, pero se desilusiona rápidamente, al observar que solo fueron suspiros que provenían de retóricas huecas y diluidas.
Asimismo, anhelan con vehemencia los ríos de nuestra amada Quisqueya, ser escoltados en todos sus flancos y a lo largo de sus vitales recorridos, por bosques de galerías y manteniendo sus arenas juguetonas y purificadoras; más no por plásticos y desechos bacterianos que les disipa todo aliento de vida y de dar vida. Tampoco quieren los ríos que máquinas vampiras en su lecho les extraigan o succionen ilegal y trágicamente las arenas de su cauce vital.
En ese orden podemos observar el río Isabela, cuyo recorrido es una amalgama de tristeza y contaminación que cada día se profundiza desde el descuido y la ignorancia. Le acompaña con igual magnitud en dicho trance, el río Ozama, el cual desde su lecho brota lágrimas de desperdicios pestilentes y estertores húmedos.
En estos momentos lluvias de misericordia caen en zonas de nuestra geografía nacional, se alegran a lo mejor los ríos, tal vez los bosques; pero, esto no implica que tiremos al olvido el gran compromiso nacional de reforestar las lomas peladas, salvar nuestros ríos y no seguir permitiendo que devasten e invadan las áreas protegidas. Creemos que un poquito de amor y cuidado por nuestra casa común, vale la pena. Ser indiferentes no es opción. Seguir deteriorando el medio ambiente es una guagua en reversa o jugar a la ruleta rusa.
Finalmente, exclamamos estas frases envueltas en versos y en esperanza, como un sueño perpetuo de continuar transitando con optimismo por los caminos verdes y paradisíacos de nuestra amada República Dominicana; que nos perdamos entre sus valles relucientes, custodiados por cordilleras exuberantes. Que nos colguemos en un rayo de sol, mientras disfrutamos sus atrayentes playas sin sargazos y de sus ríos con caudales vigorosos y cristalinos. Mecernos como dominicanos en la romántica media luna de sus encantos bajo la vigilancia de un bosque frondoso y lleno de oxígeno.