Si te quedan dos monedas, con una compra un pan, con la otra un lirio. Proverbio chino
El informe PISA —2015 y 2018— mostró al mundo lo que ya sabíamos: pronunciada insuficiencia en lectura y en comprensión de lo leído. Evidencia de un problema acuciante en la educación. De soslayo, un panorama totalizante de nuestra relación con los libros, de nuestros anémicos hábitos de lectura.
Acceder a los conocimientos es un derecho humano innegociable. Lectura, libros, bibliotecas deben estar entre los asuntos relevantes de la agenda pública, con miras a delinear y poner en marcha un plan nacional de lectura apoyado en investigaciones consistentes, vigoroso y sostenido por la participación de las comunidades y de todos los sectores. Inclusivo. Abarcador.
Sin lectura, sin reflexión, ¿qué puede esperarse en cuanto a pensamiento crítico y capacidad propositiva, a oportunidad de comprender las cosas y de expresar emociones e ideas? Democracia, ciudadanía, identidad, van de la mano con la lectura, de lo contrario, estos conceptos, sofocados en la estrechez mental, ordinariamente sucumben en el foso de las obcecaciones.
Hoy más que nunca se precisan discernimiento, calidez humanística, creatividad activa, armonía con el medio ambiente. Pero estos no se alcanzan por los atajos de la superficie ni dejándonos deslumbrar por los relámpagos de la tecnología. El pensar meditativo nos exige, por fortuna, mucho más; aun saltar o empinarnos para advertir horizontes, vínculos y paisajes de otros tiempos, de otros lares. El alivio de la imaginación, el abrazo de ideales y esperanzas elaborados, con caídas y ascensos, a través de milenios. La viveza espiritual con la que modelamos el presente. El libro no es la respuesta a todo, pero, para notar su significado, bastaría que imaginemos cómo sería un mundo carente de libros. Lo pintan las novelas distópicas Fahrenheit 451, de Ray Bradbury, Un mundo feliz, de Aldous Huxley y 1984, de George Orwell. Un mundo en que el individuo padece de una atroz desolación, de un ahuecamiento de la psiquis. La embestida contra los libros, las prohibiciones de obras y autores, por parte de regímenes totalitarios y sectas religiosas da una idea del poder implícito en leer, en crear. Gracias a Dios, el libro goza de salud y parece inmune a virus de época.
Por muchas décadas, y quién sabe hasta cuándo, el libro físico seguirá predominando en el mundo. Las bibliotecas convencionales no son reemplazadas por las virtuales. Estas últimas se erigen como un recurso de extraordinario valor, pero como complementarias de las primeras. La biblioteca convencional se renueva en visión, espacio y atractivos. Se abre a los nuevos tiempos, incorpora modernas tecnologías. Es un lugar de animación de la lectura y estímulo intelectual para niños y adultos.
Leer conlleva saber y placer: sabio lugar común. El libro y la lectura son claves para la facultad de pensar y tomar decisiones atinentes a la propia vida y al destino de la comunidad. Esto parecen estar al tanto con sorprendente certeza las madres y padres que, incluso siendo analfabetos, anhelan con vehemencia que su prole lea, estudie, porte libros. Para que así sea, están dispuestos a enormes sacrificios. (Lo observé incontables veces mientras acompañaba a agrupaciones del campo y de barrios populares, tiempo atrás).
¿Qué es realizable a corto y mediano plazo a favor de la lectura en nuestro país? De hecho, hay iniciativas, proyectos novedosos, que esperan ser fortificados y replicados (por ejemplo, el jardín de lectura en la escuela pública del sector Honduras, en Santo Domingo. Si se añadiera un huerto, ilustraría sobre alimento para el espíritu y para el cuerpo; cultura y naturaleza, faenas cooperativas. Un jardín de lectura y un huerto, qué agradable…).
Sin más preámbulos, paso a exponer medidas y acciones que pueden ir desplegándose a la par que se realizan los estudios cualitativos y encuestas sobre hábitos de lectura, bibliotecas, etc., y cristalizan las concertaciones y compromisos para un plan nacional de lectura. La responsabilidad corresponde, en primer lugar, al Ministerio de Cultura y al Ministerio de Educación, pero también son tareas que conciernen a las alcaldías, al Congreso, al Ministerio de la Juventud, a todo el Estado, a las entidades privadas, a la sociedad entera.
- Una biblioteca en cada escuela y bibliotecas públicas en todos los municipios, conforme a lo establecido por la Ley del Libro y Bibliotecas, Ley 502-08, dirigida a democratizar la lectura y el acceso al libro en la República Dominicana, y el Pacto Educativo Pacto Nacional para la Reforma Educativa 2014-2030.
- Decretar que todas las bibliotecas públicas y escolares incluyan en sus servicios el préstamo de libros a los usuarios, por tiempo considerable (semanas, meses).
- Formación de una red nacional de animadoras y animadores de la lectura. Fruto de esfuerzos mancomunados los sectores públicos, privados y comunitarios.
- Alimentación de las bibliotecas con colecciones atractivas al público, acordes con las necesidades comunitarias, formativas y lúdicas de adultos e infantes. —En el presente, la escasa provisión se hace con los libros que aparecen, es la pura verdad—.
- Creación de pequeñas bibliotecas en todos los centros comunitarios y cooperativas, con intercambio y préstamo de libros. En ellas tiene que haber al menos una persona responsable de animación de la lectura.
- Valorizar el libro y la biblioteca en las escuelas. El espacio “biblioteca” debe ser agradable, inspirador. (¿Qué son hoy las bibliotecas escolares? ¿Cuál debe ser el perfil del bibliotecario escolar? —En el revelador estudio sobre violencia en las escuelas, de Berenice Pacheco, se alude a la dudosa significación de las bibliotecas. Los estudiantes castigados se enviaban a la biblioteca, en uno de los centros estudiados).
- Introducción en todos grados de la materia “biblioteca”. Unas dos horas a la semana, visitan la biblioteca, para explorar, leer, comentan y elegir un libro que seguirán leyendo en el hogar. Además, cada estudiante adopta un libro para todo el año, escogido de una amplia lista. Será su libro, su lectura especial. Asimismo, durante las vacaciones, para mantener el hábito, debe leer al menos una obra disfrutable. Al iniciarse el año escolar, conversarán sobre lo leído.
- Crear una biblioteca mínima en cada aula. Madres y padres, motivados, podrían alimentarlas, convertirse en los colaboradores ideales.
- En preescolar, y hasta que estén alfabetizados, los niños se llevan un libro por semana al hogar. A los padres les corresponde leérselo. El deleite es familiar.
- Instituir incentivos a maestras y maestros que son animadores de lectura. Y propiciar que todo docente promueva la lectura, incluso si enseña matemáticas o historia o informática.
- Rediseñar y realizar olimpíadas nacionales de lectura, cada año.
- Reconocimiento y premiaciones a estudiantes lectores destacados, incluyendo becas y colecciones de libros valiosos.
Otras acciones concretas, fáciles, provechosas:
-Memorización por parte de estudiantes de poemas clásicos y contemporáneos. Presentarlos en actos escolares o comunitarios. Es manera idónea de aprender bien la lengua, de amarla, y educar la sensibilidad.
-Publicación de una colección de poesía para primaria y bachillerato. “Un poema para cada semana” o “Cien poemas para todo el año”. La selección la llevarían a cabo los ganadores del Premio Nacional de Literatura que son poetas.
-Publicación de un libro para primaria y bachillerato con los mejores cuentos del mundo y el país. La selección la harían los ganadores del Premio Nacional de Literatura que son narradores.
La Editora Nacional se encargaría de la edición de los dos volúmenes, destinados a todas las escuelas. Los talleres literarios, animadores de lectura y clubes de lectoras y lectores la aprovecharían.
El reto está esbozado. ¿Qué puedes hacer tú? Al menos, regala un libro, anima a leer.