A raíz de la publicación de mi nota anterior en Acento.com “Estudio o análisis del discurso político", hay gente que quiere saber cómo se aplica lo que he dicho en el referido artículo.
Un amigo me felicitó; alguien me pidió asesoría en el tema y otros han preguntado dónde encuentran mis trabajos en análisis del discurso.
Las dudas son razonables. Pensé, me he metido en un serio problema. He dicho gansadas.
Vivimos en un país en el que es común llamarse analista sin haber realizado algún análisis de un trozo de materia de cualquier naturaleza.
Abundan los teóricos y metodólogos que enseñan, asesoran y escriben libros sobre investigación sin ni siquiera haber realizado una cala sobre algo.
Estoy forzado a carabina a declarar mis avales en el estudio del discurso. Aquí solo propongo una muestra de los que se puede hacer en el estudio del discurso, es una manera de las tantas que existen, lo importante es elegir una perspectiva y aplicarla.
Progreso y Estado de Derecho
La narratividad, que es una modalidad del discurso, la más esencial, es la orientación más común del decir y el saber humanos. Una investigación científica funciona como un macro-relato. Es un tipo específico de narratividad cognoscitiva.
Todo discurso es un relato y todo relato es un discurso. Ya lo decía Paul Ricoeur : “Todo lo que sucede en el tiempo, arraiga en el mismo, se desarrolla temporalmente; y lo que se desarrolla en el tiempo puede narrarse.”
Así es un discurso, como los de Leonel Fernández; así las palabras en esos discursos, progreso y Estado de Derecho.
Progreso fue el leitmotiv esgrimido por Leonel Fernández de 1996 a 2008 en sus discursos: electorales, de juramentación y los presidenciales.
En general, eran discursos de difícil comprensión por la mayoría de los dominicanos. Eran habitualmente extensos, abstractos.
Eran discursos plasmados en estilo académico y culto; salvo en algunas expresiones populares en los discursos de campaña, sobre todo a partir de las elecciones de 2004, como ¡ E' pa' lante que vamos!
Con ese lema, progreso, en sus roles de candidato presidencial y de presidente de la República, Fernández recorrió todo el país prometiendo e inaugurando obras de desiguales importancias.
Progreso no era una palabra inventada por Fernández ni era una herramienta política que él había creado: solo la desempolvado de tiempos antiquísimos y despojado de rancios y no siempre beneficiosos, como los que le dio Trujillo o la mal llamada Alianza para el Progreso, la respuesta de los norteamericanos en América latina a la revolución cubana.
Pues, bien, lo interesante es que, en el plano discursivo y como parte de ese ideologema, el entonces máximo dirigente del Partido de la Liberación Dominicana dinamizó los tópicos de la libertad y de los derechos humanos, afirmando que, bajo su liderazgo, sea garantizaría su permanencia y respeto, sea procuraría acrecentar su deseada consolidación en la democracia dominicana.
Eran conceptos que hasta Balaguer usaba de manera taxativa: Estado de Derecho. Todos los políticos dominicanos han sido abanderados en sus discursos del Estado de Derecho.
Pero quien más lo ha usado ha sido Fernández. El reclamaba y proclamaba el Estado de Derecho.
Ese concepto, propiamente dicho, aparece en diversos discursos suyos. En el de toma de posesión en 1996 él ve su realización en un proceso que arrancó desde la fundación de la República, pero que se ha intensificado desde la muerte de Trujillo.
“Si bien es cierto que la vocación por constituir un Estado de Derecho fundamentado en los principios de la democracia y la justicia social datan de los mismos orígenes de nuestro surgimiento como nación, no lo es menos que esa vocación se ha intensificado, de manera particular, en los últimos 35 años, desde el fin de la dictadura de Rafael Leónidas Trujillo a la época actual”.
En un discurso de ejecución de 1998 Fernández maneja el concepto de Estado de Derecho. Otra vez usa ese término en 1999.
En el 2007, en el discurso de campaña en pos de su reelección, fundamenta sus aspiraciones en la idea de consolidar el Estado de Derecho. Y para eso, niega la herencia de Balague, tildando de contrarrevolución su mandato a partir de 1966. El Estado de Derecho no fue lo que había entonces, sino lo que llegó después, y que con la reelección buscaba consolidar:
“Algunos alegan su oposición a un proyecto de continuidad del Estado por lo que acontecía en la República Dominicana durante los 12 años de gobierno de 1966 a 1978. Muchos de los que estamos aquí ya teníamos conciencia cuando se produjo ese episodio de la historia reciente de la República Dominicana, y ciertamente que nos disgustaba lo que ocurría en nuestro país… Pero también todos estamos conscientes que lo que ocurría en la República Dominicana a partir de 1966 no era propiamente un sistema democrático, sino una contrarrevolución en el poder que se había instalado. De manera que no se puede extrapolar un momento excepcional en la vida de un pueblo con lo que existe actualmente, que lo que procuramos es consolidar la democracia y el Estado de Derecho en la República Dominicana”.
Se conoce el valor de la afirmación de Leonel Fernández acerca de “lo que acontecía en la República Dominicana durante los 12 años de gobierno de 1966 a 1978”. Eso que le disgustaba se refiere al tópico de la libertad durante ese período. En este tópico, hay una clara ruptura entre Leonel Fernández y Joaquín Balaguer.
Vinculado a la idea de Estado de Derecho aparece el concepto de institucionalización o institucionalidad, que Fernández proclamaba como un gran progreso en su gobierno.
En 1997 habla de “institucionalidad democrática”.
Ese mismo año habla de “institucionalización del aparato judicial”. En el 2001 se refiere a las instituciones gubernamentales como una carencia en el gobierno del PRD.
En el sentido de fortalecer el Estado de Derecho, Leonel Fernández se refiere a los tres poderes del Estado, solicitando una estrecha colaboración, ya que el Congreso está dominado por el PRD.
En 1997 vuelve sobre esa misma idea, pero agregando el tópico de la independencia de los poderes.
En el 1998 plantea de nuevo la idea de la separación de los poderes.
En el 2002 habla del balance necesario entre los poderes, en la campaña electoral de medio término, de la colaboración entre los tres poderes:
“Los poderes del Estado, con su actitud respetuosa y responsable, deben conquistar de nuevo la confianza del pueblo. Los miembros del Congreso Nacional deben asumir con dignidad el rol para el cual fueron seleccionados. Las relaciones entre las cámaras legislativas y el Poder Ejecutivo deben fundamentarse en la colaboración, como garantía de la gobernabilidad democrática de la Nación, siempre en defensa del interés nacional”.
En ese discurso él denuncia la “ilegalidad” del gobierno del PRD, al manejar el Congreso de manera exclusiva y absoluta para favorecer la reelección de Hipólito Mejía.
El Estado de Derecho es un concepto distinto y una práctica distinta al de Estado represivo, tiránico o autoritario. El tema de la democracia y libertad es crucial en esa diferenciación.
Tómese en cuenta la afirmación de Emilio Castelar: “El progreso es el camino constante hacia la libertad”.
La idea de progreso que se plantea en los discursos de Fernández, en relación con el tópico de la democracia y la libertad, engloba valores y antivalores de la democracia, los cuales entran en conflicto. Un antivalor es el abuso de poder por parte del gobierno de Hipólito Mejía. Los demás son valores que significan progreso.
Puede observarse el énfasis en los derechos de todo tipo. También conceptos asociados como valores implicados en la libertad: tolerancia, convivencia, paz, armonía, seguridad.
En ese sentido, en las palabras de Leonel Fernández se abre un amplio abanico del concepto de libertad, en el que se rebasa la simple formulación clásica de las libertades individuales, trascendiendo a nuevos derechos e implicando la superación de obstáculos para el ejercicio de la democracia. Entre éstos, el abuso de poder, la inseguridad ciudadana y la intolerancia, tres antivalores que atentan contra la libertad.
Los valores positivos de la democracia son realzados y los negativos disminuidos, censurados. Él se identifica con los positivos y a los adversarios, en particular al PRD, achaca los negativos. Es el mismo esquema dilemático de progreso vs regreso o atraso.
El ideologema progreso es su verdad, y sus palabras son acciones de esa verdad: bajo su mandato vivimos en Estado de Derecho y libertad. Sin embargo, él sigue el curso de ese progreso en la política dominicana desde tiempo atrás.
Antes hubo también progreso democrático. La democracia no sólo ha sobrevivido, sino que ha madurado y se ha perfeccionado. Eso es lo que expone Fernández en 1996, en su discurso de juramentación.
“Este acto solemne al cual asistimos es una demostración inequívoca de la madurez que ha ido conquistando el sistema democrático en la República Dominicana. Ese proceso de transición de un régimen despótico a un sistema democrático no ha ocurrido de manera lineal. Por el contrario, ha tenido sus momentos de interrupciones, zigzagueo y estancamientos, como lo demuestran hechos recientes de nuestra historia. Sin embargo, la democracia no sólo ha logrado sobrevivir, si no que ya empieza a experimentar madurez y perfeccionamiento".
La evolución, el cambio, la transformación, la revolución, la reforma son términos diversos del lenguaje del progreso. Sobre todo, la evolución.
Hay un detrás y un delante en la marcha de la humanidad y en cada una de sus acciones. La meta es la perfección, la razón, la luz, saliendo del túnel del estado natural, instintivo y de la ignorancia.
Esa es la curva que describe Fernández en ese relato que va desde el “régimen despótico” hasta la madurez y el perfeccionamiento de la democracia.
En 1998, en ocasión de la inauguración de la Casa del Diálogo, él retoma esa idea de la evolución democrática en el país hasta el fortalecimiento del Estado de Derecho y las libertades.
Y el relato del progreso de Leonel Fernández continúa hoy fuera del PDL,desde la Fuerza del Pueblo, con nuevos episodios como una novela a la que cada día se le agregan capítulos.