«No por ello dejarán de experimentar que los hombres se procuran con mayor facilidad lo que necesitan mediante la ayuda mutua y que solo uniendo sus fuerzas pueden evitar los peligros que los amenazan por todas partes». Baruch de Spinoza
No cabe dudas, en la psicología del dominicano consciente, que el gobierno de Luis Abinader ha realizado sistemáticamente un arduo trabajo, sin obviar los contratiempos de las crisis externas, sumado a los esfuerzos por hacer un ejercicio político de transparencia y buenas prácticas administrativas en el aparato público. Tampoco es secreto que, a lo interno de su casa política, aún se cuecen insatisfacciones por aquello de la falta de espacios para los perremeístas, acosados por sus adversarios por el hecho de no ser parte de la buena gestión gubernamental realizada por sus correligionarios.
Nadie puede llamarse a engaño sobre la situación que ha generado en las estructuras medias y de base del partido oficialista, las aspiraciones internas a distintos cargos enviados a convención por el Comité Nacional y refrendados por las más altas instancias de ese grupo partidario. En esa lucha por la permanencia y control de los municipios, distritos municipales, circunscripciones, regiones y zonas, hay inquietudes sobre las distintas metodologías de selección de órganos de dirección que dan cierta prestancia al hombre del quehacer político.
Se suma a lo anterior, la inclinación de los senadores del PRM, mayoría absoluta en esa Cámara legislativa, de entregar a un congresista del oficialismo la dirección del bufete, en manos aliadas por dos años. Pese a esa realidad, cruda, dura y a veces difícil, el peso político del actual líder de la nación es un bálsamo que tiñe de esperanza y sosiego a quienes solo aspiran a dejar una impronta en la ejecutoria de políticas públicas destinadas al servicio ciudadano. Liderazgo indiscutido, que garantiza la continuidad del nuevo modelo de gestión de las finanzas del Estado.
Esta realidad política, con apenas caracteres alterables, desnuda la gran aceptación y favorabilidad de Abinader, enquistado en lo más profundo del sentimiento criollo, convertido por sus hechos en la mejor apuesta a la realización de obras de infraestructura y bien social enfocadas en el manejo pulcro de los dineros del pueblo. Con orientación hacia el desarrollo humano y una capacidad de escucha jamás vista en un presidente en las últimas décadas, y lo mejor, la intención de resarcir a un pueblo flagelado dieciséis años por quienes pretenden jugar al olvido.
Por suerte para los hijos de Duarte y Luperón, las nuevas tecnológicas nos permiten retroalimentarnos constantemente y dirigir nuestras miradas a un pasado, que para los compañeros de la decena de encartados en casos de corrupción, podría ser largo, pero en la memoria criolla, goza de una frescura sólida que evita la repetición de actos bochornosos en contra de la salud, la educación, la vivienda, la seguridad ciudadana, la conectividad vial, el saneamiento del medioambiente y la construcción de un sistema de justicia fiable, creíble y confiable.
Esto nos garantiza descartar a Leonel. Fabulador, mitómano y megalómano, aferrado al vicio que produce en los hombres de poca valía moral el poder desmedido, quien encabeza la lista de los políticos con la mayor tasa de rechazo en los últimos años, ayudada por la esquematización de los inolvidables juicios populares orquestados por su predecesor. Pálido en su discurso, carente de conexión, cada vez mas lejos de intereses de la gente de bien, desgastado y desacreditado por una retahíla de eventos en contra de la gente de a pie.
De su antigua consorte, pupila de su excondiscípulo y promotor de su salida de la oxidada estructura morada «Efectivamente hay ciertas personas que no tienen el mismo aspecto ni valor una vez separadas de las cosas y lugares que les servían de marco», Honoré de Balzac. Y ahora anda como cueca tratando de encajar en una sociedad harta de sus burlas. Qué decir del Faraón de la hidalga de los treinta caballeros, deslucido político con aspiraciones sobrehumanas detenidas por su lejana cercanía con Danilo y la eternización en el liderazgo de su aliado Leonel.
En esa búsqueda vana e insaciable por controlar las arcas públicas languidecen sigilosamente mientras el pueblo, sabio en sus intereses y adaptado a un estilo decente de dirigir, los aleja cada día del éxtasis que le produce utilizar nuestros recursos como si fueran una heredad patrimonial. Aleja al guía, creador de la estructura podrida, queriendo romper el techo que produce el rechazo arraigado sobre su persona el votante criollo. A la innombrable y el santiaguero, con aparente trauma psicológico, parecen olvidar el pasado julio del 2020, cuando la gente, harta de los abusos morados, los sacó de Palacio convirtiéndolos en desecho.