Leo la Santa Biblia, porque en esas milenarias escrituras hay resúmenes de sabiduría, poesía, nociones históricas, ejemplos de héroes, semblanzas de mujeres ejemplares, meditaciones que ayudan a elevar el espíritu, imágenes de figuras épicas, ilustraciones de ética y moralidad, trazos de literatura de singular elocuencia, orientaciones para alcanzar metas anheladas, ejemplos de códigos para la disciplina, prototipos de buenos principios del comportamiento personal y grupal, tipificaciones de valores y virtudes esenciales; asimismo, sirve de curativo a la mente distorsionada, así también, ofrece elementos para calmar la ansiedad y relajar la depresión.
Leo las Sagradas Escrituras, porque esa lectura y la meditación, me ayudan a orientar mi existencia en este terruño donde se necesita continuo estímulo para mantenerse correcto, virtuoso, templado, y enfocado en la dirección para no “seguir el consejo de los malvados”, ni transitar por “el camino de los impenitentes”; más bien, sentir que puedo tener la seguridad de la cercanía y sostén del Divino Pastor. Escudriño los Evangelios, pues, en esa lectura y reflexión obtengo respuesta para soslayar el sufrimiento, angustia, congoja, dudas, soledad, miedo, dolor o muerte.
El Nuevo Testamento es fuente de inspiración para tener confidencia plena en Jesucristo el Hijo de Dios, el Pastor que nos brinda confianza y nos guía, porque, aunque andemos en “valle de sombra de muerte, no temeremos”. (Salmo 23:4). Leer y acertar la fe que Jesús es el Pastor que quita el miedo, alivia el sufrimiento, fortalece el espíritu, y ahuyenta el temor, es confortable; ya que: cuyo cayado nos dirige por caminos rectos, y nos acompaña en los tenebrosos momentos, cuando pasamos por oscuros caminos de angustia y malestar.
Reflexionar en los salmos, sirve para alentar el deprimido estado anímico, porque nos dicen: “Los que confían en el Señor, son inconmovibles”, en Él hay aliento y sostén.
Estudiar las Santas Escrituras puede dar alivio cuando nos sentimos descorazonados; puede ser aliento cuando estamos turbados; puede iluminarnos cuando estamos desorientados, como también, o cuando la debilidad espiritual nos agobia.
Repasar lo escrito acerca de Jesús el Nazareno, nos reanima y vigoriza.
Cuando estamos enfermos: Él es nuestro médico.
Ante el temor de hostilidad: nuestra fe en Él nos trae Paz.
Ante el fin de la vida mortal: Él nos asegura la vida eterna.
Ante la agitación de la vida cotidiana: Él nos proporciona tranquilidad.
En la lucha, Cristo nos sostiene.
En la tentación, nos previene.
En el dolor, nos conforta.
En el pecado, nos perdona.
En la desgracia, nos brinda socorro.
En la búsqueda, nos dirige.
En la muerte, nos recibe.
El mundo podrá acabarse, mas, el mensaje y el amor de Dios jamás pasarán; por tanto, se puede decir confiadamente: “Dios es amor”; por eso, leo, medito, y me siento seguro que la Palabra de Dios “me da esperanza, mantiene firme y segura el alma, igual que el ancla mantiene firme el barco”. (Hebreos 6:19).