Estando yo aquí en la Península Ibérica, España ha asistido a un proceso electoral del que saldrá –probablemente, si no se repiten las elecciones- elegido un nuevo presidente de gobierno. Las compactas interconexiones de la red globalista que es el mundo del siglo XXI no nos permiten la indiferencia ante la suerte de otras naciones, más aun siendo España un país de gran calado en la Unión Europea y de gran influencia ante América Latina, puente político y cultural entre ambas orillas del Océano Atlántico. En mi caso, ser testigo, ya a diez meses de mi llegada a Madrid, del desarrollo de una campaña electoral fuera de mi país, con un sistema electoral y político, unos actores públicos y unos temas de debate tan divergentes a los de mi realidad original, me permite extraer algunas reflexiones nuevas sobre el horizonte de las democracias occidentales.

El sistema político y electoral español

En España al presidente no se lo elige por voto popular directo, como ocurre en comúnmente en las repúblicas. España es una monarquía parlamentaria. El rey Felipe VI es el jefe del Estado y el presidente Pedro Sánchez el jefe del gobierno. Al presidente se lo elige en las Cortes Generales, que es el nombre del Parlamento, constituido por el Congreso de los Diputados y el Senado. En las elecciones que acaban de transcurrir se vota las listas de los partidos, no se vota directamente a un candidato presidencial, sino que se eligen a los congresistas. En total, son 350 escaños. Las Cortes Generales se reunirán para ser constituidas 25 días después de las elecciones y a partir de ahí empiezan los protocolos para elegir al presidente del gobierno, que tiene que ser formalmente propuesto por el rey.

El 23 de julio el PP obtuvo 136 escaños (8.091.840 votos); el PSOE 122 escaños (7.760.970 votos); Vox, 33 escaños (3.033.744 votos), y Sumar – 31 escaños (3.014.006 votos). Otras 7 agrupaciones de alcance regional obtuvieron, en suma, 28 escaños para las Cortes Generales, gracias a una votación conjunta de casi dos millones de sufragios. Para ser investido presidente, el candidato propuesto por el rey tras entrevistarse con los partidos debe obtener la mayoría absoluta de los votos de las Cortes, esto es, 176 votos. Es esto lo que ha generado la paradoja que hemos visto en las noticias de que tanto el PP como el PSOE han visto con buenos ojos sus resultados y han animado a sus simpatizantes, ya que ambos tienen esperanzas de conformar alianzas para alcanzar el gobierno. En principio, se supone que el PP cuente con los votos de Vox, y el PSOE con los votos de Sumar, pero estas sociedades no tendrían los votos suficientes para triunfar. Se necesita concertar acuerdos con otras organizaciones y eso es lo que está por verse. De no lograrse los consensos, el último escenario sería la repetición de las elecciones. Ya ocurrió en 2016.

Lecciones políticas

1. Las encuestas fallaron. La mayoría de las mediciones daba una victoria holgada al PP y no ocurrió así. Por eso hoy no tienen seguridad de poder formar gobierno. La ofensiva mediática, que es de predominio derechista, quiso vender un resultado anticipado que la población no compró.

2.Se puede ganar en un escenario de inflación de origen internacional. Que no se froten las manos en la República Dominicana quienes cuestionan las encuestas que dan ventaja al presidente Abinader, ya que la segunda enseñanza contradice justamente el grito de campaña de la oposición dominicana: que todos los gobiernos pierden en un escenario de inflación. El pueblo español ha respaldado a Pedro Sánchez y ha valorado su gestión de la crisis. Aunque el oficialista PSOE no logró la mayoría en la votación popular, la suma de las fuerzas que se oponen al PP y que apoyarían virtualmente al PSOE sí supera al bloque PP-Vox.

3.El retroceso de la extrema derecha. Aunque en Europa, Estados Unidos y América Latina la extrema derecha se apuntó algunos triunfos en los últimos años, la gente se ha dado cuenta rápidamente de sus falacias revestidas de amenazas y de un discurso de odio, miedo y oscurantismo. La alianza del PP con Vox en mayo le pasó factura en julio.

4.Hace falta el debate entre los candidatos. Sánchez defendió sus ejecutorias ante el país y ante sus oponentes. Se debate en el Primer Mundo y se debate también en varios países de América Latina. RD debe instaurarlo. Repito: hay que debatir. Es ya un requisito sine qua non de una democracia. Es un gesto de respeto a los votantes y de madurez de la discusión pública.

5.Los electores son más inteligentes de lo que los políticos creen. El elector español se detuvo a analizar el escenario internacional, fue capaz de fragmentar el voto en muchos casos, ya que en mayo la derecha arrasó en otro nivel de elección y ahora retrocedió, en apenas dos meses. En la República Dominicana habrá elecciones municipales en febrero. El votante dominicano también tiene ya la sagacidad de elegir ediles de un partido y congresistas o presidente de otro. Ya ha pasado antes en RD. Febrero será un termómetro, pero no un oráculo. Son países abismalmente distintos, pero desde el inédito acceso a la información que tenemos hoy, no apelemos a la estupidez de los votantes. En mi país hay quienes apuestan también a la falta de memoria.