Nos estamos preparando desde principios de octubre, sin necesidad de emular a Maduro, para celebrar las navidades.
Los charamicos de la Churchill nos la anuncian y no sé si existe aún “Cima sabor navideño”, pues no la he escuchado todavía en el radio a todo volumen de mi vecino Santiaguito.
Esas, las primeras manifestaciones de Navidad porque si es el friíto de otoño no termina de llegar.
Estas fiestas para mí tienen un significado especial. Mis padres se esmeraban en crear un Belén que podía competir en los concursos de belenistas y el árbol de navidad creo que muy pocas veces fue comprado, pues mi papá que era un verdadero artista lo creaba cada año.
Por razones personales y de duelo llevaba dos años sin poner mis adornos navideños, incluyendo mi nacimiento. Aunque no me queda tan hermoso como los de mi casa paterna, no por eso deja de ser algo especial. Ocupo casi toda mi sala en su elaboración. Para ello muchas veces he ido a comprar a Santiago, lugar en donde se encuentran objetos y figuras que aquí en la capital no los encontramos, además de que me encanta Santiago porque toda la vida para estas fechas me ha olido a Navidad.
Y es que… Santiago es Santiago, y esto que soy vegana.
Este año meditando bien temprano en mi sillón dije que pondría todo como antes en honor al recuerdo de mis padres. Llamé a Joselito, mi utiliti, y sacamos decenas de cajas del lugar en que las guardo. Hoy mi sala está llena de ellas, llevan una semana, y nada.
He ido como un goteo de suero, puse la base del nacimiento, he colocado las casitas y algunos bosques de pino.
En uno de esos años en que no los utilicé, regalé todas las bolas del árbol a mis nueras y mi bosque de pino a mi amiga Carmen Antonia. Hoy he tenido que hacer una gran inversión para reponerlo todo.
La decoración del árbol debe ser algo especial, un encuentro de la familia. No le veo sentido a pagar mucho dinero para que venga alguien extraño a decorar la casa, para eso están las tiendas, porque no es lo mismo cada adorno que usted pone con amor a que lo ponga otro a su gusto, aunque quedan preciosos, pero no personales.
Un rito especial para esta labor lo tiene mi hermana Araceli. Cada siete de diciembre en honor a su hijo Darién, quien cumple años ese día, y aunque no se encuentra en el país sigue con su tradición, es que lo instala, pero para tal fecha nos convoca a sus hijos, nietos, a mis hijos, mis nietos y a mí. Nos reunimos, nos ponemos al día, cantamos y compartimos una pizza, frutas y todo cuanto se nos ocurra.
Como soy fan de estas fiestas, busco en la internet sobre los decorados, ya que me sirven de guía. Ahí está todo.
A propósito, buscando noticias encontré que la tendencia para este 2024 en cuanto a los árboles de Navidad, no es el dorado ni plateado, recomiendan decorar con colores pasteles, muchos dulces y caramelos. Vi la foto. ¡Qué va! Es lo más horrible que he visto, a mí que me dejen con mis rojos, mis dorados, mis ramos brillantes y cuantas cosas se me ocurran.
Esto me hizo recordar que hace unos cuantos años deseaba cambiar mi juego de comedor. Quería uno redondo. Recorrí cuantas tiendas de muebles había y no encontré nada. Me dijeron que los comedores redondos ya no se usaban, que la tendencia eran cuadrados. Opté por llamar a una fábrica y les expuse mis deseos. Quedé muy satisfecha con la respuesta de la señora que me atendió, me dijo que en su casa uno pone lo que quiera, que no existían tendencias.
Ahí comprendí que los diseñadores crean lo que tienen en su mente y hacen una propaganda para que sus ideas prosperen y de esa forma hacer dinero.
¡Qué tendencia, ni tendencia! Ponga en su casa lo que le guste, lo que le dé la gana. Póngase la ropa con la que se sienta más cómoda. Decore su casa como más le agrade y disfrute de su creatividad y de la vida.