En su discurso del 27 de febrero el presidente Abinader expresó su apuesta a la educación técnica. Dijo que “hemos dado inicio al programa de Mejoramiento de la Educación y Formación Técnico Profesional, para convertir 79 liceos de Modalidad Académica en politécnicos, con el objetivo principal de mejorar la cobertura, calidad y pertinencia de la educación técnico profesional, a fin de desarrollar habilidades de empleabilidad en los jóvenes”.
Esta es una buena idea que estoy segura goza de mucha aprobación. Es uno de los consensos en el sector educativo desde hace décadas y ha sido incluido en todas las reformas desde los años 70, aunque, como en los demás aspectos, sus resultados nunca han sido los esperados, tanto en lo cuantitativo como en lo cualitativo.
Existe en el país un pequeño número de liceos de educación técnica que gozan de prestigio por sus buenos resultados. Estos liceos o institutos siempre trabajaron en tanda extendida y sus niveles de exigencia y calidad han estado por encima del resto del sistema. Para mencionar sólo algunos, vale destacar el papel jugado por el Instituto Politécnico Loyola (hoy instituto superior); la Escuela Nacional de Artes y Oficios; el Instituto Técnico Salesiano; la Escuela Salesiana de La Vega; Instituto Nuestra Señora de Las Mercedes en Santiago; Politécnico Ángeles Custodios en Santo Domingo: Politécnico Cardenal Sancha de la Zurza; Politécnico Nuestra Señora de la Altagracia de Villa Duarte; Politécnico Nuestra Señora del Carmen en Gualey. Mas reciente el Instituto Técnico Superior de San Luis, entre otros. Algunas de estas escuelas mantienen una relación cercana con el sector empresarial y colaboran en la colocación laboral de sus egresados.
Los politécnicos han hecho importantes contribuciones a las familias de escasos recursos, no sólo porque proporcionan conocimientos y habilidades técnicas a temprana edad, las cuales permiten una inserción temprana en el mercado laboral, sino también por sus niveles de exigencia en cuanto a estándares educativos. Siempre han tenido tanda extendida, estudiantes con mayor dedicación, mejores maestros, dirección y administración más comprometida con los resultados y, en muchos casos, con mayor autonomía y autoridad, entre otras muchas razones.
Sin embargo, como cualquier otra alternativa educativa, la educación técnica no escapa a las deficiencias de un sistema educativo cuyos resultados más altos están por debajo del grupo más bajo de otros países. Los politécnicos tienen problemas para reclutar estudiantes con los niveles de calidad que se requieren para una buena educación técnica. Este tipo de educación es más exigente que la modalidad general, el currículo es más amplio y el dominio del lenguaje y las matemáticas son imprescindibles para poder desarrollarse en una actividad técnica.
Sin una educación primaria que cumpla con su misión, la educación técnica confronta serias dificultades para lograr resultados óptimos. Los jóvenes que terminan la primaria sin el debido dominio de las cuatro areas de estudios fundamentales, como son la lengua española, las matemáticas, las ciencias naturales y las sociales, arrastran esas deficiencias en sus estudios superiores, no pueden entender los manuales técnicos, no pueden calcular, no entienden la racionalidad científica que está detrás de toda tecnología.
En estudios que se han realizado con el sector empresarial, documentos elaborados y participaciones directas en eventos de análisis de la problemática educativa, los empleadores declaran que su principal problema con la fuerza laboral no es del ámbito técnico, sino en la preparación general, básica y media. Señalan, y muy bien lo sabemos los que hemos enseñado en las universidades, que los jóvenes bachilleres no comprenden lo que leen, no saben seguir instrucciones y/o carecen de disciplina. Muchos empleadores dicen que prefieren un bachiller muy bien formado que un técnico con deficiente formación general. La parte técnica prefieren resolverla con el INFOTEP que está más cercano y al día de las necesidades empresariales.
No conozco los estudios que determinaron la necesidad de convertir 79 liceos generales en liceos técnicos. Esperemos que no se tomen decisiones sin el debido aseguramiento de sostenibilidad, calidad y pertinencia, sobre todo en lo que se refiere a las necesidades y características del mercado laboral. La educación técnica es mucho más cara que la general, se requieren equipos especializados, softwares, talleres, insumos para las prácticas, profesores especialistas en oficios, recursos para una constante renovación y mantenimiento, por sólo mencionar algunos. La educación técnica también requiere más autonomía, flexibilidad curricular, supervisión, cercanía con el mercado laboral, seguimiento a sus egresados, si es que se quiere responsabilizar de cumplir con su misión y no hacer lo mismo que hacen los demás.
Soy de las que piensan que el presidente no tiene necesariamente que involucrarse en todo para lograr resultados, eso es ineficiente. El Estado cuenta con una distribución de funciones cuyos incumbentes deben ser los responsables de lograr los resultados esperados. Sin embargo, en el país no se ha creado un sistema de indicadores que permita dar seguimiento a los resultados educativos. Las diferentes gestiones han confiado en listados de actividades para mostrar sus proclamados avances educativos. Solo cuando vienen, cada tantos años, las evaluaciones nacionales o internacionales, el golpe de los malos resultados nos enfurece a todos, hacemos una bulla, mostramos impotencia y todo continua como antes, repitiendo lo mismo, en lugar de identificar donde fallamos y dedicarnos a corregir esas fallas.
Una verdadera innovación, para no usar la desacreditada revolución, sería crear un sistema de seguimiento a los resultados educativos que se fundamente en indicadores de aprendizaje y no en actividades. El sistema que predomina en el seguimiento a la economía, liderado por el Banco Central, es un buen ejemplo. El país conoce las metas de crecimiento, creación de empleos, inflación, apreciación o depreciación de la moneda y una serie de indicadores cuya medición frecuente ocupa a diario el primer plano del interés de las autoridades, del país y del mundo, buscando correctivos a tiempo.
Y en educación, ¿cuáles son las metas del año? ¿Cuántos puntos nos proponemos subir en las pruebas PISA para abandonar el último lugar e ir subiendo escalones? Y en las pruebas nacionales, ¿cuándo vamos a abandonar una puntuación promedio alrededor de 18 sobre 30? ¿Cuántos puntos vamos a subir este año? Y en las evaluaciones a los docentes, ¿cuántos puntos nos proponemos subir, cuál es la nota mínima para un docente mantenerse en el sistema?
Esa es la información que quisiéramos escuchar en un discurso presidencial. De esa manera, desde el ministro hasta el último docente, técnico, empleado, estudiante, padres y madres sabrá que se le pedirá cuentas por los resultados.