Me crié bajo el canto del convite y las voces que se aunaban para sembrar la mañana y la esperanza en las tierras de los campesinos. Y desde allí, traigo el horizonte y el amor enredados en la mirada.

Me tocó observar a decenas de campesinos, en el más alto acto de amor y hermandad, sembrando la tierra de uno de sus iguales.

Yo estaba allí más por el canto que entonaban, que por la tierra que araban. Quizás de ahí nació mi poesía.

La dulce y comprensiva maestra Rosa Lara, prestigiosa docente de la Escuela de Sociología de la UASD, atendiendo a mi solicitud de que me definiera el convite, me dice: “El convite es un acto o actividad de solidaridad colectiva”.

En mi trabajo social, he aprendido que los comunitarios aman, cuidan y defienden aquellas obras en las cuales han aportado algún esfuerzo para construirlas.

Las instituciones públicas y privadas deberían adoptar el criterio del trabajo mancomunado en cada obra que realizan en beneficio de las comunidades.

En la Oficina de Desarrollo de la Comunidad (ODC), vivimos la experiencia de construir obras, en las que les aportábamos los materiales de construcción y el servicio profesional de un ingeniero y los técnicos y los campesinos ponían la mano de obra voluntaria.

La abuela que cocina el locrio para los hombres y mujeres que trabajan construyendo la escuela, el acueducto o el centro comunal, asumirá dicha obra como propia, por el esfuerzo y amor que pone sobre ella.

No quisiera terminar este trabajo, sin expresar que “Convite”, para la UASD y el país, es también uno de los grupos musicales más formidables que se hayan creado en el país. Debemos rendir homenaje a Luis “Terror” Días.

Cuando sea rector de la UASD, si Dios así lo quiere, regresaremos al más formidable trabajo social y cultural jamás visto en nuestro país.

La grandeza de la UASD se debe a su trabajo con el pueblo y a la lucha por la libertad y la democracia.