Hace algunas semanas que escribimos un artículo sobre las brujas en el Folklore Dominicano y nos hemos encontrado con personas que nos reprochan porque fuimos capaces de escribir que “las brujas vuelan preferiblemente después de las doce de la noche en una escoba o convertidas en diferentes tipos de aves, teniendo el poder de hacerse invisibles cada vez que sea necesario para poder tápale la boca a cualquier arma de fuego de quien quisiera hacerle daño”.
Imágen tradicional de una bruja y su escoba.
Entendían que eso era oscurantismo, que ya nadie cree en eso y que, con tantos problemas graves y urgentes de la sociedad dominicana, yo me ocupaba de cosas que son del pasado, que ya no tienen sentido, que nadie cree en eso y que mejor me ocupe de otros temas más trascendentes.
Una “familia culta, de personas educadas”, con apellidos sagrados, con títulos universitarios, me reprochaba que esas eran creencias que solo tienen vigencia en “gentes ignorantes” y que, en los países “civilizados y desarrollados”, eso es un recuerdo y/o una nostalgia de algo que fue y que ya no es. ¡Qué me ocupe de todo lo relacionado con la Inteligencia Artificial!
Un pastor protestante se espantó y grito: ¡Eso es cosa del diablo! ¡Repréndelo Señor! Y un sacerdote católico fanatizado, que todavía cree que vive en la Edad Media, exclamó: ¡Dios mío, esto se acabó! ¡El fin del mundo está cerca! ¿Cómo es posible que un profesor de la universidad, sociólogo, se deje engañar del diablo y escribe estas barbaridades paganas! ¿Qué dirán sus estudiantes!
Yo creo que una de las tareas fundamentales de los científicos sociales hoy, es la descripción y el análisis de las sociedades compuestas por seres humanos que la integran, donde todos tienen una visión del mundo, una manera de ser y de pensar, una relación con lo natural y lo sobrenatural, poseedores de juicios y prejuicios, con una acumulación cultural de creencias, leyendas historias y tradiciones, en una sociedad que no es estática sino que está en transformación permanente, dividida en etapas y ciclos, que en momentos históricos se definen como su identidad, la cual no siempre es la misma, por lo cual, objetivamente, el científico social debe definir su perfil y sus características fundamentales.
Ocurre que el tema de las brujas no es factura original dominicana, incluso es muy antiguo en la historia de las sociedades europeas o la norteamericana, que hoy son consideradadas como “cultas, modernas y civilizadas”.
En el siglo segundo de nuestra Era, Apuleyo, dramaturgo y filosofo neoplatónico, en su obra “El Asno de Oro”, describe como Panfilia, uno de sus personajes, “tras desvestirse, se unta el cuerpo con un ungüento. Después, recita un largo sortilegio y sale volando por la ventana”.
Jean de Meung, en su novela de la rosa, escribe: “Las lamilae o Mascase eran seres que volaban por los aires encubiertas por las noches, llegando incluso testigos a describir estos personajes y a los brujos voladores de la Edad Media europea”.
Lo de las brujas es un prejuicio religioso cuando la brujería comenzó a ser estigmatizada por una iglesia católica que se afianzaba en ser la única y verdadera religión a pesar de haber convivido durante años sin problemas. Pierre Broussard, incansable inquisidor expresó: “Cuando quieren trasladarse a la “Vauderie” untan un ungüento que les ha dado el demonio, además, un bastón y las manos, las cuales cabalgan con el bastón y vuelan por encima de la aldea”.
La expresión social de las brujas como símbolo del demonio fue un prejuicio religioso para justificar una cacería inhumana en sociedades “civilizadas” en Europa o en Estados Unidos, con las brujas de Salen. En España, la que muchos neocolonizados llaman con orgullo, sin importar la nariz achatada, el pelo de alambritos, las nalgas y senos abultados, “la madre patria”, la inquisición religiosa católica condenó a la muerte a muchas supuestas brujas que eran inocentes.
En una época de santidad, como expresión excepcional de religiosos considerados en la Edad Media como “santos”, era frecuente las rupturas de las leyes de la gravedad, sin que a nadie se le ocurriera pensar que tenían algo que ver con el diablo, eran considerados arrebatos místicos que permitían livitaciones sagradas en plenitud de éxtasis.
Entre el grupo de privilegiados de religiosos capaces de subir por el aire, se mencionan a San Juan de la Cruz, Santo Domingo, San Francisco de Asís y Santa Teresa de Jesús. Esta última era la más sobresaliente, ya que cuando invocaba al Señor, era “raptada” en lo que ella misma llamaba “arrobamientos”, la cual se levantaba del suelo a una altura considerable sin que fuera acusada de la presencia de nada maligno. En una oportunidad, delante del obispo, D. Álvaro de Mendoza, según Diego de Yepes, su biógrafo, “sin poderlo resistir, se levantó más alto que la ventana por donde le daban la comunión”. ¡Aunque no volaban en una escoba, se suspendían en el aire!
Además, era una época donde en un mundo idealizado estaba lleno de ángeles, arcángeles, duendes, nogmos, santos y diablos, razón por lo cual estos éxtasis, aunque sorprendían, eran naturales, lo que demostraba que el aire no era un privilegio de las brujas ni del demonio, por la diversidad de seres imaginarios que existían.
En Haití, de acuerdo con sus tradiciones, “las sectas rojas”, las de los espíritus zandor, declaraban que podían transformarse en animales y sobre todo volar por los aires”, de acuerdo con testimonio en el 1970 de Claude Planson, director del teatro de las Naciones Unidas.
Para comprender una sociedad tenemos que conocer y respetar su cotidianidad y su imaginario popular. De tal manera, que hay un mundo de creyentes, con tradiciones y con historias, demostrándose que esas tradiciones nos llegaron de los países hoy “cultos y civilizados” donde se evidencia un mundo de seres imaginarios donde las brujas no son las únicas que volaban.
Bruja en rituales en la Edad Media.
Santa Teresa de Jesús