Cuando en 1605 el monarca español Felipe III, llamado “El Piadoso”, para combatir el contrabando y el comercio de las pobladores de Bayahá, Yaguana y Puerto Plata, situadas en la parte oeste de la isla, que perjudicaba el monopolio español que se había instituido con la Casa de Contratación de Sevilla, ordenó por Cédula Real al gobernador de la isla, Antonio de Ossorio, las despoblaciones y devastaciones de esa parte de la isla española; creó un monumental problema.
En efecto, se originó un vacío territorial que fue ocupado por los bucaneros y filibusteros franceses y donde se estableció una economía de plantación sustentada en una colonia que en dos siglos llegó a explotar a mas de 800,000 mil esclavos.
Los tratados de Ryjswijk (1697), mediante el cual España cedió a Francia parte de sus territorios en la isla, Aranjuez (1777) que estableció los límites entre la parte francesa y española de la isla y Basilea (1795) que cedió la parte española de la isla a Francia, fueron los hitos que sellaron este proceso.
Se facilitaron así las condiciones para la permanencia de problemas étnicos, jurídicos, religiosos entre dos comunidades diferentes que ha perdurado durante más de 400 años.
Y así nació lo que hoy es Haití.
El surgimiento de Haití, pues, fue el producto de las rivalidades y guerras de las potencias de la época que Juan Bosch describiera con lujo de detalles en su obra clásica “El Caribe, frontera imperial”. Otro historiador hispanófilo, Manuel Arturo Peña Batlle Peña Batlle, también detalló los avatares de ese episodio de la historia insular en su obra “Las Devastaciones del 1605 y 1606”.
A partir de ahí la historia no solo ha sido turbulenta para las dos comunidades sino también impresionante: los esclavos africanos que poblaron la parte oeste de la isla fueron los forjadores de la colonia más rica de Francia, habitaba en esa época por un millón de personas, entre esclavos, esclavistas y otras categorías clasistas.
Pero los esclavos, animados por la acción de los franceses que en 1789, al calor de la revolución, aprobaron la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, se rebelaron contra los colonizadores y lograron epopeyas sin precedentes en el continente americano, (la segunda después de la independencia de los EU en 1776) alcanzando su independencia en 1804.
Sin embargo, en esos años, en la parte este de la isla, subsistía una economía de pastoreo con una población exigua, pero con costumbres, religión y lengua diferentes.
De este modo, a principios de la segunda década del siglo 19 los habitantes de la parte este de la isla proclamaron la llamada “independencia efímera” la cual no fue factible. Los haitianos, que ya habían derrotado a los franceses, ocuparon la parte este durante 22 años, hasta que en 1844 los dominicanos proclamaron su separación de Haití y el 27de febrero de ese año alcanzaron su independencia. Toda una hazaña.
Pero al correr de los siglos las dos comunidades transitaron por rumbos diferentes. Mientras Haití nunca pudo consolidar un Estado cohesionado y un país próspero, la nación dominicana pudo alcanzar un desarrollo sostenido hasta convertirse al día de hoy en una de las economías más exitosas de América Latina.
Y pasó lo que tenia que pasar. Los sociólogos nos ilustran que cuando dos países existen uno al lado del otro (que es el caso de la isla de Santo Domingo), uno, relativamente desarrollado, y otro, sumido en la miseria más extrema, la experiencia muestra que el más pobre emigra hacia el más “rico”. Eso lo vemos hoy con las caravanas irredentas que desde América Central tratan de penetrar al territorio de los Estados Unidos en búsqueda de mejores condiciones de vida.
En el curso de los últimos 92 años lo mismo ha pasado en nuestra isla poblada hoy por más de 20 millones de habitantes.
Resumamos el proceso. Inicialmente, los haitianos, a mediados de la década de los años 30 del siglo pasado, formaron el grueso de la mano de obra en los campos cañeros de la República Dominicana. Se trataba de una mano de obra en búsqueda de mejores condiciones de vida y de trabajo. La historia de los bateyes del este de nuestro país es rica en vivencias de esa índole.
“Con el correr de los años, lentamente la migración haitiana se había ido consolidando, causando, cada vez más, mayores problemas económicos, sociales y culturales. Desde el derrumbe de la dictadura de los Duvalier en Haití en 1986, esta se fue magnificando, alcanzando niveles que desbordaban los tradicionales ghettos en las plantaciones azucareras de la época de Trujillo y de los veinte años posteriores a la muerte del dictador….” “…..Esta migración se comenzó a masificar en el primer gobierno de Leonel Fernández (1996-2000). Más tarde, en el gobierno de Hipólito Mejía, continuó imperturbable. Lo mismo sucedió en el segundo gobierno de Leonel Fernández.(2004-2008). La frontera se convirtió en una amasijo de mafias, tráfico de armas, controladas por delincuentes, cónsules dominicanos corruptos y militares al servicio de esas mafias.
La característica principal de esta migración es su ilegalidad , o sea, millares de haitianos traspasan la porosa frontera, instalándose, en los campos y principales ciudades del país .Trabajan en la agricultura, en las zonas arroceras, ganaderas y cafetaleras. En las ciudades los indocumentados se establecen como obreros de la construcción , amparados por empresarios irresponsables que no cumplen con la Ley de 80/20, chiriperos , domésticos y guardianes de viviendas. (“ Amaury Justo Duarte: Historia Política Dominicana Contemporánea. Segunda edición actualizada.2022.)
Mientras que el historiador Moya Pons ,tratando el tema dice lo siguiente: “…..Todavía en 1998 ,en víspera del huracán George, la población haitiana en territorio dominicano no pasaba de 100,000 personas…En el año 2004 , dos investigadores británicos estimaron la población haitiana inmigrante en unos 380,000 personas. Hoy, en el año 2011 muchos observadores estiman que la población haitiana en Republica Dominicana sobrepasa el millón de personas .(Moya Pons, ”La cuestión haitiana”. Diario Libre14/5/2011,pag.15.)
Estos datos son del 2011 y estamos en el 2022 lo que supone una población haitiana superior establecida en el país. ¿Sera esto cierto? El Censo en curso actualmente seguro arrojara datos mas precisos.
Varios intentos entre los dos países de formalizar convenios migratorios y de otro tipo en el curso de los años fracasaron una y otra vez. Y en años recientes al agudizarse la crisis política en Haití, las precarias instituciones (Congreso , justicia, administración publica) del Estado dejaron de funcionar, los hospitales, las escuelas cerraron ,en fin, el caos se apoderó del país , el último presidente fue asesinado y bandas armadas tomaron el control de las principales ciudades. Se habla, pues, de un Estado fallido.
Ese es el ambiente en que se vive actualmente en ese país. Ante esta situación, la Republica Dominicana ha urgido a los organismos multilaterales del Continente y a la ONU tomar a su cargo el restablecimiento de la autoridad en Haití y la consolidación de un plan para restaurar la vigencia del Estado de derecho.
¿Esto será posible? ¿La “somalización” de Haití ya es un hecho irreversible?
La impresión que se tiene es que la comunidad internacional no le importa lo que suceda en Haití y pretenden que la República Dominicana se haga cargo de los indocumentados, que establezca campo de refugiados en nuestro territorio, que las parturientas sigan alumbrando en nuestros deficientes hospitales, que identifiquemos con nuestros magros recursos la identidad de centenares de miles de inmigrantes.
La declaración del presidente Luis Abinader ripostando al funcionario de la ONU para los Derechos Humanos Volker Turk, quien en días pasados pidió irresponsablemente “que no se deportara a los ilegales haitianos desde nuestro territorio” es una firme advertencia del jefe del Estado sobre la política exterior de nuestro gobierno frente a la cuestión haitiana.
El gobierno dominicano debe, pues, persistir en el acompañamiento con la comunidad internacional en lograr la estabilización política y que se restaure la seguridad ciudadana de nuestro vecino país de modo que al calor de la misma se pueda continuar con el cumplimiento de los acuerdos entre los dos países en materia de migración, deportación de indocumentados, salubridad y comercio.
La única salida, pues, es que los haitianos, con ayuda internacional resuelvan sus propios problemas y logren restaurar la unidad de su pueblo.
Haití es un pueblo hermano. Y estamos condenados por la historia a vivir en la misma isla, separados, pero en paz. Y en ese proceso, los dominicanos estaremos prestos a ayudarlos a que logren a mediano y largo plazo ese objetivo que conviene a las dos comunidades.