La seguridad pública es el tema del momento, los actos delincuenciales, la violencia, los crímenes sin explicación ni motivos aparentes, mantienen a la ciudadanía en un estado de tensión permanente. La frecuencia de su ocurrencia, el descaro de sus actores y la creciente osadía que se observa en los reiterados delitos que se cometen, ponen a pensar a más de uno, en la posibilidad de un plan orquestado por mentes diabólicas para crear problemas al gobierno, a otros en una reacción del narcotráfico por los crecientes decomisos de drogas y también en acciones llevadas a cabo por elementos que no están de acuerdo con la reforma policial.
Al margen de estas elucubraciones, creemos que la situación de seguridad es muy delicada y peligrosa, muchas veces pienso que nos estamos acercando al límite de perder el control de los acontecimientos. Creo que las medidas que se están tomando para tratar de resolver este problema, demoran mucho para dar frutos. Los horarios restrictivos para el expendio de bebidas alcohólicas y el funcionamiento de centros de diversión nocturna, tratan de confinar a la gente en sus hogares, con la debilidad de que dejan a los delincuentes en las calles, no me parece que los niveles de delincuencia disminuirán con estas disposiciones.
Es entendible que algunos planes relacionados con la reforma policial sean de mediano y largo plazo, pero tenemos una serie de problemas que es necesario que comiencen a solucionarse en el corto plazo, para evitar que la situación continúe deteriorándose y se salga de control como aparentemente está ocurriendo.
Es importante destacar, que la marginalidad, la exclusión social, la desigualdad, el hacinamiento y la falta de oportunidades, aderezadas por el tráfico y consumo de drogas son un caldo de cultivo inmejorable para que la cosecha de delincuentes siga en aumento.
Por otra parte, se escuchan insistentes reclamos ciudadanos para que la justicia no sea tan blanda y permisiva con los delincuentes, se entiende que se deben respetar los derechos de todo ser humano, pero lo que se hace muy difícil de comprender es la facilidad con que vuelven a las calles por decisión de un juez, reconocidos y consuetudinarios delincuentes, que ninguno de ellos respetó los derechos de sus víctimas.
Opino, que hoy estamos pagando las consecuencias de largos años de postergación del inicio de la solución de problemas vitales para la convivencia, como son el de la educación, la salud, la vivienda, entre otros; responsables en gran medida de la descomposición social y el crecimiento de la delincuencia.
Los antiguos paradigmas de estudio, trabajo, esfuerzo y honestidad, ya no significan nada para gran parte de la juventud, que ve como como a través de actividades no santas y la política, se progresa económicamente con una rapidez increíble, haciéndole creer a ese segmento de la población que no vale la pena estudiar si puede ganar más con menos lucha. Ante tan tétrico panorama, es lógico pensar que todo está perdido y que no hay nada que hacer para revertir ese negativo escenario. Pero yo soy de los optimistas que cree que todavía existen oportunidades, es cierto que el problema es muy complejo y que su solución requiere una combinación de políticas que es necesario poner en práctica a la mayor brevedad, e insisto que debe comenzar con ofrecer una educación pública de calidad, que contribuya a mejorar las oportunidades futuras de los jóvenes.Concomitantemente con esto, es necesario que contemos con una fuerza policial bien escogida, entrenada y bien pagada, que actúe con la contundencia requerida cuando sea necesario y que verdaderamente proteja y defienda a los ciudadanos.
Esto no se arregla limitando las oportunidades de diversión y esparcimiento de las personas y tratando de encerrarlas en sus casas, si no con acciones concretas que involucren a toda la población en la solución de este problema.