Con Gaza en el corazón

El horror se asoma a mi “ventana” con una víctima inocente… Los sucesos ocurridos en las últimas semanas en Santo Domingo, específicamente el caso de la militar A. J. García, encogen el corazón. ¿Falló todo, o estamos inmersos en una dinámica tan caótica que los signos que podrían señalar estas patologías o disfunciones pasan desapercibidos? Estamos hablando de una militar, sin confirmación de su rango, profesionalmente activa.

La aparición de un posible cuadro delirante pasó sin ser percibida de forma subclínica, lo que resultó en una víctima menor de edad, un homicidio perpetrado por su propia madre, una militar en servicio activo. Esta niña fue víctima de un destino marcado por la marginalidad y el abandono institucional absoluto. Surgen múltiples preguntas: ¿esta menor estaba escolarizada? ¿tenía su cartilla de vacunación al día según el calendario sanitario vigente, con los controles básicos? ¿no hubo ningún signo o síntoma que llamara la atención para tomar medidas preventivas?

La homicida es una enferma pendiente de diagnóstico y debemos tratarla como una posible enferma mental grave. Estas situaciones no surgen espontáneamente; dan señales, y esta mujer estaba en activo como terapeuta militar. ¿No presentaba signos? Sabemos cuáles son los síntomas de alarma ante brotes psicóticos de tal magnitud; estamos informados y documentados, y sabemos cómo proceder.

La mayoría de las veces estos síntomas son muy subclínicos, lo que significa que pasan desapercibidos o no dan señales claras para poder tomar una medida precoz. Sin embargo, sí existen signos indirectos, sobre todo en menores víctimas de una dinámica familiar disfuncional.

En menores que sufren maltrato psicológico suele existir un cambio en su conducta hacia una introversión extrema: son poco habladores, el autocuidado puede estar alterado, la vestimenta es descuidada, presentan pérdida o aumento excesivo de peso y muestran una marcada tendencia al aislamiento, con conductas extravagantes o extremas. Tener la vacunación al día por ley es un control indirecto de su evolución, al igual que la asistencia regular al colegio.

La dificultad en el manejo de los pacientes psiquiátricos radica en la nula conciencia de su situación de enfermedad y su incapacidad para solicitar ayuda profesional. Este es un perfil patológico muy complejo y difícil de detectar. ¿Cómo podemos, como sociedad, superar situaciones tan traumáticas? Reflexionando y tomando medidas. También debemos hacer las preguntas necesarias: ¿debe tratarse penalmente igual a un enfermo mental grave? Este es un tema muy complejo y amplio, sin olvidar que existe una víctima que, lamentablemente, era menor de edad.

La reflexión es crucial para analizar las causas por las que estos casos pasan desapercibidos. Tenemos demasiado ruido a nuestro alrededor y, lamentablemente, la salud mental no se soluciona con una actitud positiva; es algo muy complejo, difícil de diagnosticar y tratar. No es un juego, es algo serio que debe ser tratado por profesionales cualificados en la materia, apoyados por otras disciplinas.

Como sociedad, tenemos una herida abierta de seis años de edad, una víctima a quien todos los sistemas fallaron en proteger. Es una gran herida, terrible. Debemos detenernos y analizar en profundidad.

La salud mental no es un juego, ni una moda pasajera; tampoco es un espectáculo. Es un drama que encierra mucho sufrimiento y puede dejar secuelas irreparables.