En dos o tres ocasiones ya me he referido a la delicadeza del suministro regular de productos farmacéuticos en Haití. He abordado el tema insistiendo en un aspecto que se evita en los debates: la frontera y nuestra salud. Me atreví a hacerlo porque estoy convencido de que, en materia de salud, el nacionalismo y el patriotismo de fachada tienen un perfume de comedia de mal gusto. Durante mis estancias de ayer en la capital dominicana, mi farmacia favorita fue la San Judas Tadeo, abierta 24/24, situada en el sector del Parque Independencia. Cuando un producto faltaba en los estantes, se invitaba al cliente a volver una hora más tarde para satisfacerlo. Esto recordaba el comportamiento de las farmacias en Puerto Príncipe en el decenio de 1970. El respeto existía concretamente en las relaciones humanas.
En varias ocasiones he señalado que debemos construir urgentemente en torno a esta frontera mecanismos diplomáticos que tengan en cuenta nuestras realidades respectivas. Antes del 15 de septiembre de 2023, fecha del cierre oficial de la frontera, muchos productos farmacéuticos no se renovaban. El mercado haitiano estaba sometido a presiones complejas y la mayoría de los empleados no podían explicar la ausencia de Advil o de Tylenol en los estantes. Más del 80% de las personas que trabajan en un sector tan delicado no tienen conocimientos en el sofisticado campo farmacéutico. A menudo, el contacto con los clientes es catastrófico. En Puerto Príncipe, resulta difícil distinguir entre el comercio de medicamentos y otros negocios. Con las últimas noticias no nos atrevemos a pensar en las consecuencias inmediatas del Programa Parole de Biden (permanencia temporal en Estados Unidos) sobre las farmacias. Sabemos que el sector de los médicos, los estudiantes de medicina y el personal administrativo relacionado con los hospitales se ven considerablemente afectados. Qué relación entre la calidad de los servicios y la falta de personal, en particular en la capital Puerto Príncipe y su vecindad inmediata (Pétion-Ville y Delmas), constituye una cuestión delicada. Hasta el momento.
Entre el terremoto del 12 de enero de 2010, que provocó una importante migración hacia los Estados Unidos con el Programa TPS (Estatus de Protección Temporal), la ausencia de gestión de la seguridad y las recientes situaciones complejas, podría incluso sorprender que todavía haya algunas farmacias y clínicas en la capital de Haití. «Con las sucesivas oleadas de secuestros que parecen dirigirse especialmente contra los profesionales de la salud, la Asociación Médica de Haití ha dado varias conferencias de prensa para lamentar esta situación y llamar la atención sobre sus consecuencias inmediatas: el éxodo de los médicos más cualificados.» (Le Nouvelliste, 24 nov. 2023)