“La estructura de las desigualdades de clase se difracta en una sumatoria de pruebas individuales y sufrimientos íntimos”. François Dubet
La indignación es un fenómeno que se ha vuelto frecuente en la sociedad contemporánea, y los políticos desempeñan un papel significativo en su exacerbación y estimulación. Detrás de este sentimiento colectivo existen una multiplicidad de factores que lo alimentan; entre las más significativas están sus acciones y discursos.
Por su capacidad de influir y moldear las percepciones en la opinión pública, el liderazgo político que no está comprometido con las transformaciones reales, la unidad o el entendimiento, adopta estrategias que avivan las llamas de la indignación. Es frecuente, sobre todo en tiempos electorales, recurrir a los discursos polarizados que dividen la sociedad creando un clima de hostilidad y confrontación, alimentando el agravio y el sentido de injusticia en la ciudadanía.
En ocasiones, mediante la difusión de noticias falsas y tergiversación de la verdad, se emplean tácticas que socavan la confianza del propio sistema político y las instituciones públicas. La estimulación de la indignación, puede -y en ocasiones lo hace- obstaculizar el proceso democrático y la cooperación entre las diversas organizaciones o grupos políticos; además de sembrar desesperanza entre los ciudadanos.
El sociólogo francés François Dubet lo describe con maestría en su libro La época de las pasiones tristes, en un diagnóstico donde el espíritu de lo contemporáneo se manifiesta en la ira, el resentimiento y la indignación; la ansiedad, el desaliento y la desorientación que provoca el propio paisaje triste.
Cuando se analiza a profundidad, se puede advertir que el aumento de la indignación o el resentimiento estimulado por la clase política está vinculado con el modo en que son vividas las experiencias y el desplazamiento de la profundización objetiva de las desigualdades, es decir, el rol que antes cumplía el sistema de clases.
Las desigualdades que se individualizan diversifican o multiplican, dificultan comprender lo que las origina y las vías más apropiadas para combatirlas; y no importa si aun estas clases sociales existen, plantea Dubet, es que ya no integran el principio organizador del régimen de las desigualdades.
La indignación parece saltarse cualquier mediación, se expresa en la xenofobia, el racismo o el odio, también en las redes sociales y las urnas. La nueva política tiene un gran reto, enfrentar esas pasiones tristes, actuando con transparencia, responsabilidad y respeto a la ciudadanía.