Sin duda, el vedrinismo y el postumismo fueron las únicas tendencias literarias en vigor en tiempos de la intervención armada de los Estados Unidos en suelo dominicano. Tienen en común el experimentalismo que practicaron los poetas dominicanos de principios de siglo en su búsqueda de un nuevo lenguaje y estilo poéticos. El vedrinismo, creado por el poeta Vigil Díaz, vistas su libertad y ruptura de los esquemas de la rima tradicionales en su adopción del verso libre, se emparenta con el futurismo. Sin embargo, no creemos que en la República Dominicana se destacara un autor que haya desarrollado una obra poética de peso, por más que haya estudiosos que han hecho una cruzada personal para reivindicar uno y otro movimiento. Lo propio podría decirse en cierta forma del postumismo. El mérito de Domingo Moreno Jimenes reside en haber dado también al traste con la manera tradicional de hacer poesía en la República Dominicana, lo cual no puede verse fuera del contexto de los movimientos de vanguardias que se estaban dando en esa época en Europa y América. Empero, el lenguaje estético de parejas tendencias poéticas no se refleja en los poemas escritos en el periodo de la intervención.
En lo relativo al vedrinismo como movimiento de vanguardia poético en la cultura dominicana, Diógenes Céspedes, conforme a Manuel Rueda, sostiene en su obra Lenguaje y poesía en Santo Domingo en el siglo XX (1985) que Vigil Díaz —y no Moreno Jimenes— es quien introduce el versolibrismo al país. (15, 41) En su análisis de la práctica poética de Díaz, el crítico no hace ninguna referencia al elemento político del contexto histórico que vivió el país cuando se publican sus poemas, como sí lo hizo con Moreno Jimenes, sobre todo, en la fecha de publicación de “Arabesco”, que es de 1917, “Jenondio”, de 1919, “Galeras de Pafos”, de 1921, “Del Sena al Ozama”, de 1922, y “Música del ayer”, de 1925, que como se puede ver, fueron escritos justamente en la misma época de la ocupación norteamericana. La preocupación del poeta vanguardista fue más bien de índole estética; y esto, si tomamos en cuenta el concepto poético de Céspedes del ritmo, quien sostiene que “[u]na práctica poética implica una teoría y una práctica del lenguaje y de lo político”. (29)
Lo mismo que acontece con el movimiento vedrinista en términos de práctica política en el poema, ocurre con el postumismo de Moreno Jimenes, de Andrés Avelino y de Rafael Zorrilla, a excepción, del poema “Irrupción” y su carácter nacionalista, de Avelino. De no ser por “Proemio”, escrito, según Céspedes, junto con Ángel Rafael Lamarche y Enrique Apolinar Henríquez (67), y por “Irrupción”, no hay una reacción sistemática y contundente en la obra poética postumista contra la intervención armada de los Estados Unidos en el país, como pasó, por ejemplo, con poetas como Jayme Colson y Juan de Jesús Reyes Aranda, “El Cantor de La Barranquita”, por el concepto del arte por el arte que abrazó en gran medida dicho movimiento. Si bien no se le conoce haber adoptado ninguna tendencia literaria de la época, esto contrasta con la opinión de Manuel Rueda de Moreno Jimenes, quien lo acusa de ser modernista y de no aportar nada nuevo a la poesía dominicana. (Véase Manuel Mora Serrano, en Postumismo y vedrinismo: primeras vanguardias dominicanas (SD: Editora Nacional, 2011, 245)
Sin embargo, sostenemos que el fuerte de «Proemio», redactado en defensa de Horacio Blanco Fombona para el poemario Estalactitas, de la autoría del poeta y periodista venezolano (Céspedes, obr. cit., 67), es mayormente de carácter moral, no político. Donde Moreno Jimenes hace sentir su resistencia contra la intervención fue en “Manifiesto” escrito en conjunto con otros intelectuales años más tarde, esto es, en la Era de Trujillo, dirigido al pueblo y al gobierno español. (Véase 68) “[E]s la relación más fuerte entre lo político y lo poético en Moreno Jimenes”, de acuerdo a Céspedes. No obstante, esta vez, como pasa con el postumismo, el poeta no adopta ninguna postura política militante.
Los poemas escritos durante la ocupación fueron creados por poetas decididos a denunciar los abusos cometidos por los marines estadounidenses, al anteponer la denuncia social a cualquier preocupación estética. Fueron poetas comprometidos con la causa patria, entre ellos Fabio Fiallo, Moreno Jimenes, Avelino, Colson y Reyes Aranda, así como, en menor medida, Teresa de Peña, José M. Espinal, Anita Cavallo y Francisco Pereyra hijo. Escribieron poemas de carácter testimonial. Ni siquiera un poema como “Irrupción”, con el que se inicia el postumismo, como resistencia a dicho acontecimiento, registró semejante preocupación.
Si algún vínculo ha de hacerse con la poesía escrita en esa época es con la de Salomé Ureña. Lo que contó en su poesía –lo mismo que en la de los poetas que escribieron cuando la intervención– es la idea de la patria. Estos poetas llevan en su subconsciente la máxima romana que reza “Dulce y decoroso es morir por la patria”. Por lo que no creemos que a un poeta vedrinista o postumista, en su afán de experimentalismo y de ruptura de las formas poéticas convencionales, se les habría ocurrido escribir sus poemas dentro de ese molde estético. De suerte que el discurso de los poemas que se escribieron como reacción a la ocupación yanqui está lejos de la línea experimentalista de Vigil Díaz y Moreno Jimenes.
Vale aclarar que en relación con el conjunto de poemas “Los humildes”, de Federico Bermúdez, cierta crítica establecida ha propagado la idea de que trata de la intervención. Nada más falso. Su tema es más bien de carácter social y universal, que tal cual reza en su título, viven en cada tiempo y cultura, los condenados de la tierra, los héroes anónimos que sobreviven a las injusticias de este mundo. Fue escrito tres años antes de que tuviera lugar la ocupación armada, o sea, en 1913. El libro se publicó tres años más tarde, esto es, en 1916. De ahí la confusión. El prólogo, conforme lo establece Mora Serrano, lo escribió Emilio A. Morel, publicado en 1914. (Obr. cit., 165) La dicción de los poemas es modernista. Bermúdez los escribió pocos años antes de la Danza de los Millones a principios del siglo pasado.
De manera similar, tamaña confusión no se limita a los poemas de Bermúdez, sino que también se extiende a otras obras contemporáneas de la época, como ocurrió con varios fragmentos de piezas teatrales escritas durante la ocupación. A menudo, al haber sido creadas en ese contexto, se asumió erróneamente que reflejaban directamente ese evento, cuando en realidad, muchos de estos trabajos tenían un enfoque mucho más ligero y lejano a la temática histórica. Tal es el caso de “En la hora del dolor”, de Apolinar Perdomo, que fue escrita en 1917.
En resumen, durante la intervención estadounidense de 1916, la poesía dominicana se aleja de los movimientos vanguardistas como el vedrinismo y el postumismo, que dominaban la escena literaria en aquellos entonces. Si bien ambos movimientos compartían una estética experimental, los poetas de la ocupación adoptaron un enfoque más testimonial y político, enfocado en denunciar los abusos de la ocupación en vez de explorar nuevas formas poéticas. La obra de poetas como Moreno Jimenes y Vigil Díaz, aunque influyente en su contexto vanguardista, no refleja la urgente lucha por la soberanía y la identidad nacional que se vivió durante la intervención. Este período resalta cómo el contexto histórico puede influir en la poesía, al enfocarse más en el concepto romántico de la patria y la lucha por la libertad que en preocupaciones de índole estética.