Hace ya cuatro años que llegó al poder este grupo del PRM liderado por el presidente Luis Abinader, prometiendo un verdadero cambio en el manejo administrativo y político del país. Muchos fuimos los abanderados de ese ansiado cambio y más aún, abrigamos la esperanza de que finalmente todo sería diferente.

Llegaron cargados de buenas intenciones y con un halo de entereza que ulteriormente provocarían esas transformaciones, profundas supuestamente, en el modo de gobernar la nación.

Así han llegado todos y con el tiempo se demuestra que lo único que le han cambiado son las buenas intenciones. Pues el resto no ha cambiado en lo absoluto.

Me parece muy peligroso para la salud de la república que al grupo actual también le suceda lo mismo.

Se han pasado cuatro años en el gobierno y frustrante es darnos cuenta que las finanzas nacionales siguen por el mismo camino: déficit fiscal, aumento de la deuda pública a una tasa creciente, aumento del déficit cuasi fiscal, incremento de la nómina pública, muy bajo gasto de capital.

No hay nada que haga más pobre a una nación que los déficits fiscales continuos.

Y todo lo demás igual o peor, me refiero a la educación, al sistema de salud, seguridad ciudadana y jurídica, protección del medio ambiente, sistema de transporte, el orden en general y demás.

No se ve en que se invirtieron todos los tributos de años tras años, pues no se aprecia mejoría. Lo que si se ve es el agrandamiento del Estado. Es la realidad, la triste y cruda realidad, que nos abochorna y nos enmudece.

Por otro lado, se dice que el poder judicial está comprometido y nadie hace nada. El Presidente de la Suprema Corte está ahí inconstitucionalmente. Los gobiernos anteriores se robaron “el país” y no hay nadie condenado a devolver lo robado y a la cárcel, aunque el Ministerio Público hizo alardes, de muy mal gusto por cierto. Esos recursos les pertenecen al país y prácticamente desaparecieron, como desapareció también el delito cometido. Insuficiencia de pruebas se argumentó para la absolución. Dostoyevsky, en su novela “Crimen y castigo”, plantea que cien sospechas no hacen una prueba. Pero en estos casos de corrupción son cien pruebas que necesariamente conllevan a una condena.

Ahora el país se enfrenta a las necesidades de más recursos para el fisco. Luce que es imperativo. La deuda pública aumentó en más de 30,000 millones de dólares en los últimos cuatro años y no se tiene una noción clara a donde fueron a parar.

La administración de los recursos “públicos” de una nación, es tan importante como el manejo político en la misma.

En ningún momento se ha discutido la posibilidad de un programa de austeridad del gobierno.

Decía Ayn Rand que “toda interferencia gubernamental en la economía de un país, consiste en conceder un beneficio no ganado, a algunos hombres a expensas de otros, a quienes le son extraídos por la fuerza”.

No se le ha pedido al Congreso tampoco, que debe eliminar gran parte de sus asignaciones abusivas y no consignadas, antes de aprobar un Presupuesto Nacional repleto de cargas impositivas que afectan directamente a los diferentes sectores del país y que lastiman la supervivencia de las clases más empobrecidas. Se presentan impuestos regresivos, que afectan relativamente más a los pobres que a los ricos, impuestos que convierten a muchos de los productos básicos en “bienes superiores” no alcanzables por la mayoría. Reducción de la clase media, también se afirma.

Benjamin Franklin dijo una vez: “no hay nada más cierto en la vida que la muerte…¿y los impuestos”. En nuestro caso los impuestos planteados llevarían a la clase media a desaparecer y a los pobres al despeñadero.

De insistir en esto se podría alentar una insurrección mañana por la mañana.

“No puede haber una sociedad floreciente y feliz cuando la mayor parte de sus miembros son pobres y desdichados”. Adam Smith, economista, filósofo y pionero en el pensamiento de economía política.