Dos de los más resonantes locutores de música en primerísimas emisoras capitalinas, durante las décadas 70, 80 y 90, José Francisco Núñez y Enrique Fernández, han presagiado la desaparición de la radio a causa de la mala calidad de los contenidos puestos en escena y la falta de sintonía con los intereses colectivos. Consideran que está en cuidados intensivos.
En sus notas de redes sociales, atribuyen tal estado a la adquisición de muchas de esas empresas por parte de personas que las usan como meros negocios, sin compromiso social, mientras el Estado, que es dueño de las frecuencias y las asigna, se hace el indiferente.
Núñez y Fernández fueron más conocidos por sus trabajos en Radio Comercial, el primero, y Radio Visión, el segundo. Los dos sumaron roles ejecutivos en empresas radiofónicas. Además de sus voces microfónicas, agradables a los oídos, exhibieron estilos de animación divertida, pero sin estridencias, con lo que conquistaron gran audiencia juvenil y adulta.
En arrebato de irracionalidad, muchos tal vez se despachen ahora calificándoles de “pasados de moda”; sin embargo, por su experiencia y el respeto coherente dispensado al ejercicio profesional, su preocupación debería, al menos, ser objeto de conversatorios en escenarios de asociaciones de locutores, Colegio Dominicano de Periodistas y las universidades que imparten la carrera de Comunicación.
El nivel de audiencia de la radio respecto de los demás medios (9%) no es para ponerse anteojeras. Mucho menos para evasivas burlonas.
El discurso de justificación en que la juventud de hoy anda por otros medios y lejos de la calidad, es facilón y conformista. Poco esfuerzo profesional se hace para enamorarla con propuestas constructivas.
Y esa, junto con el desconocimiento de la naturaleza del medio, es una de las razones por las que el vacío es llenado por un expansivo martilleo de contenidos verbalizados y musicales indigestantes.
Hoy tenemos otras tecnologías de la información y la comunicación. Y la radio, en tanto medio, se ha beneficiado de ellas con nuevas plataformas.
La digitalización nos ha traído el multicasting y los transmisores digitales permiten resolver el problema del apiñamiento y corto alcance de las FM en el cuadrante y el ruido insufrible de las AM cuando se desplazan a través de una topografía accidentada, además de la posibilidad de transmitir en una sola frecuencia para todo el país, sin repetidores, difundir textos y varias programaciones al mismo tiempo desde del mismo transmisor. Otro salto notorio ha sido el nacimiento de las radios online.
En lo tecnológico, este medio electrónico no ha muerto ni está en cuidados intensivos. Ha respondido a exigencias de la mundialización y la globalización. Pero no basta.
El problema está en el desconocimiento de que tales cambios tecnológicos han implicado nuevas formas de escucha (bajo demanda) y nuevas maneras de representación social por parte de los perceptores de las últimas generaciones, sobre todo los públicos del siglo XXI, en vista de las variaciones en la familia tradicional y en la sociedad glolocal.
La respuesta a tal situación ha sido la cualquierización (cualquiera entra) y el llenado de las parrillas programáticas con nimiedades o rutinas bajo el criterio tan falso como manido de que “eso es lo que le gusta a la gente” y, por tanto, el consumo será automático, como si a los públicos les gustara la basura.
Y ese es un ejercicio radiofónico socialmente irresponsable en tanto se usa tales plataformas como instrumentos de reforzamiento de vulnerabilidades de las audiencias con el objetivo único de producir dinero, obviando las responsabilidades sociales de la comunicación radiofónica.
Según el Instituto Dominicano de las Telecomunicaciones (Indotel), hay registradas 369 emisoras, 219 en frecuencia modulada (FM) y 159 de amplitud modulada (AM). De esa cantidad, en el Distrito hay 50 y 40 en AM. En el resto del país hay156 FM y 110 en AM. Pero las ilegales aumentan ese total a unas 500, denunció en septiembre de 2020 la Asociación Dominicana de Radiodifusoras (Adora).
Medios hay. Pero falta repensar la oferta de contenidos si se quiere sobrevivir, ser competitivo y socialmente útil.