El mundo cristiano celebra la Navidad el 25 de diciembre, siendo una celebración que se extiende en algunos pueblos a casi todo el mes. Esta festividad coincide con el solsticio de invierno, fecha astronómica en que los días son más cortos y las noches más largas, y las antiguas civilizaciones veían con alegría como el Sol después se “recuperaba” de esa posible muerte inminente. La Iglesia Cristiana junto al Imperio Romano de Occidente estableció esa fecha para que coincidiera con la festividad pagana de “el Sol Invictus” o Sol Invicto, pero las evidencias históricas se inclinan a que el nacimiento de Jesucristo se produjo hacia otra fecha diferente.
Los antiguos comprendían mejor nuestra dependencia del sol debido a que tenían un mayor contacto con la Naturaleza. Nuestra luz artificial y escasa vida al aire libre, no nos facilita tener presente nuestra dependencia o comprender que, si se apagara nuestro sol, todos moriríamos. La luz eléctrica contribuye a una vida artificial que nos distancia de lo natural o real, siendo capaz hasta de confundir nuestro ritmo circadiano, dificultándonos reconocer nuestra necesidad de sueño.
Ciertamente, la fecha exacta del nacimiento de Jesucristo no modifica nada en el cristianismo, a no ser para los astrólogos (como los magos de Oriente, Mateo 2). Esta fecha fue sugerida inicialmente por el historiador Sextus Julius Africanus en el siglo III y pareció razonable debido a las analogías entre Jesucristo y el Sol, ambos considerados luz del mundo y fuente de vida. Como podemos ver, es una fecha clave y vamos a analizar algunos elementos importantes para la humanidad, no sólo para los cristianos; porque también hay otras connotaciones espirituales de la Navidad.
La vida humana se desenvuelve en el contexto de rituales porque nuestra inteligencia nos mueve a crear ceremonias o protocolos para representar vivencias que consideramos trascendentes. Por nuestra salud mental, necesitamos las celebraciones, así tenemos: cumpleaños, bodas, funerales, etc. Al nacer, al niño se le introduce o es presentado a la sociedad de diversas maneras, así como también existen múltiples celebraciones para reconocer sus capacitaciones mientras crece.
En todos nuestros eventos sociales tenemos ciclos o rituales que nos facilitan integrarnos adecuadamente al ritmo de nuestras actividades, por ejemplo: palabras de bienvenida, presentaciones, símbolos, protocolos de vestimenta, orden parlamentario, conclusiones de eventos, despedidas, etc. Cortejar es un ritual propio de cada especie o cultura que, si no se sabe ejecutar, puede dificultar el apareamiento.
Fisiológicamente somos cíclicos. De alguna manera los ciclos nos permiten lograr equilibrio, fortaleza y una mejor comprensión de nuestra existencia. Necesitamos actuar, luego descansar y reflexionar, si sólo actuamos o sólo pensamos, somos ineficaces. Cuando estamos descansando, realmente estamos desarrollando una actividad diferente.
La Navidad conlleva algunos elementos que llamamos mágicos por el efecto que producen en nosotros. Es un tiempo en que estamos decididos a ser felices, reconociendo el inmenso valor de compartir con nuestros seres queridos, la importancia de descansar, dedicando tiempo a actividades agradables que normalmente descuidamos, con la tendencia a ejecutar cambios deseados en nuestras vidas y estando abiertos a dar, a contribuir a la felicidad de los demás.
Hay un concepto muy poderoso en la Navidad que muy pocos siguen de forma consciente, pero que todos celebran de forma inconsciente o subliminal, y es el renacer o volver a nacer. La facultad de nacer de nuevo es algo planteado por religiones y agrupaciones de tipo iniciático, y nos recuerda la posibilidad y capacidad de reconstruir nuestras vidas de forma radical, de modificar todo aquello deficiente que tengamos y no quisiéramos tener, y el poder comprender que no necesariamente estamos obligados a ser como no queremos ser.
Ciertamente, no es fácil cambiar, dejar de hacer lo mismo de siempre, superarse, emprender un camino nuevo, en fin, vivir una nueva vida, pero en nuestra espiritualidad radica el poder regenerador capaz de transformar nuestra realidad. Es nuestro poderoso recurso adaptativo y es parte del milagro de la Navidad.
Es recomendable que en la próxima Navidad te diviertas, disfrutes todo lo que puedas y compartas momentos muy gratos con aquellos que amas y te aman, pero es criticable que no tomes algún momento para ocuparte de ti, para descubrir lo que eres, reconocer los sueños que tienes guardados, los cambios que siempre has querido en tu vida y ponerte en contacto con la verdadera fuente de energía que te permite levantarte de la cama todos los días.
Mañana puede ser el último día de vivir lo que no quieres o el primero de encaminarte a la meta con la que siempre soñaste. La Fuerza y la Luz te acompañarán cuando decidas ser realmente tú.