En los últimos doscientos años, en el campo de la religiosidad popular, los personajes más trascendentes para mí son: Bibiana de la Rosa (Baní), Liborio Mateo (San Juan de la Maguana), Elupina Cordero (Sabana de la Mar), Julito Paniagua (Villa Altagracia) y Los Mellizos de Palma Sola (Las Matas de Farfán).
A mediados de 1909, en Arroyo Salado, Bani, una señora “regordita, de ojos galanos y rostro de ternura”, reconocida como Bibiana de la Rosa, esposa de Zacarías Arias, el curandero más famoso de Bani en esa época, era su asistente y su alumna. Se separaron y una noche soñó que la Providencia la había escogido para una misión divina y que en su momento se le revelaría el lugar.
Bibiana conoció a Florencio Bautista Isabel, le cuenta su sueño y juntos salen de Higuana en la búsqueda del lugar prometido. Al llegar a Mana, en las lomas entre San Cristóbal y Baní, recibe la señal del lugar predestinado. Allí, en una pequeña enramada comienza a curar y hacer “milagros”. Sin internet, esta nueva buena rápidamente recorre los caminos y comienzan a llegar creyentes de toda la región en busca de sanación y de salud, en un contexto donde no había médicos, medicinas, clínicas ni hospitales para estas poblaciones campesinas y urbanas.
Con el tiempo, se construyó una ermita, convertida luego en iglesia, una enramada denominada “hospital”, para atender los enfermos que llegaban, una “casa de visitantes” y la vivienda personal de Bibiana y sus allegados. Se escogió a la Virgen de las Mercedes como patrona y sus festividades pasaron a realizarse el 8 de septiembre, no el 24 de este mes como manda la liturgia católica, sino porque ese día, en 1911, se inauguró la iglesia.
Mana se convirtió en un centro permanente de peregrinación, donde las personas llegaban el año entero, todos los días, no por la Virgen de las Mercedes, sino llenas de esperanza y optimismo, en busca de sanación, en busca de las virtudes divinas atribuidas a Bibiana de la Rosa. Por la distancia y las posibilidades de conducción, se hacía a caballo, de un día para el otro.
Era un espacio libre, en comunicación con la naturaleza, donde no había vigilancia ni represión. Todo era compartido, la comida, el trabajo, la dormida, nada era individual, obligatorio, sino espontaneo, con generosidad, con sonrisas y amabilidad. No existía la propiedad privada. Había una sensación de paz, de tranquilidad, de democracia, de seguridad, de amor, donde la intriga, los chismes, los robos, los crímenes, la violencia, la explotación y las arbitrariedades eran inexistentes. La realización de vida era de esperanza, optimismo y felicidad, rodeados de flores, pájaros y mariposas. ¡Era un paraíso, un maná, era terapéutico, paradisiaco, nadie quería regresar a los lugares donde “matándose”, pasando trabajo, sobrevivían cotidianamente!
Muchos se fueron quedando, otros pasaban un tiempo en el lugar y la mayoría regresaban de nuevo. La figura de Bibiana, por su sapiencia, su carisma y sus “milagros se hacía más trascendente, más divinizada, más legendaria, más carismática, con dimensiones mitológicos, a tal punto que para muchos, “era una diosa bajada del cielo”, presagiando los inicios de un movimiento mesiánico, que fue abortado por su muerte, el 28 de agosto de 1925.
Florencio, se fue a vivir a Fundación de Peravia y era compañero de Doña Panchita, la madre de María Saldaña, la esposa de mi padre en su segundo matrimonio. Iba a mi casa trajeado, a caballo, enigmático, con carisma. El me comenzó hablar por vez primera de Bibiana, “la santa” de Mana. Quedé impactado para siempre de las cosas que me contó sobre este personaje.
Me fui a estudiar sociología a Río de Janeiro, Brasil, en una ciudad, la más bella del mundo, donde en cualquier esquina de noche había colocada una “macumba”, con ofrendas, flores y velones, en honor de las deidades y cientos de personas llevaban flores y ofrendas a Yemayá con baños de purificación y de sanación en la playa de Copacabana. Películas como “Vereda de Salvación” y “Ganga Zunga”, obras del Nuevo Cine Brasileño, provocaron mis estudios de sociología y cuando regresé, lo primero que hice fue hacer una visita a Mana, en 1968.
Con la familia Pimentel-Valera-Franjul de Bani, devotos y “abanderados” de Bibiana, fui varias veces en peregrinación a Mana para las festividades de las Mercedes. En 1974, publiqué mi primer libro: “Mana, un Movimiento Mesiánico Abortado”, reditado en 1986 y el hoy embajador dominicano en España, Juan Bolívar Díaz, escribió varios artículos sobre Mana, con hermosas fotografías de Alfredo Vásquez, en Ultima Hora, fruto de una visita que hicimos a ese lugar.
Bibiana murió hace 97 años, a pesar de su desaparición, todavía hoy, es una iglesia símbolo, enterrada detrás del altar de su iglesia, la gente le reza, le pide, le da las gracias, cree en ella y los más fanatizados esperan su regreso. No existe fotografía de ella, se conoce por la historia oral.
Yo conocí y conversé con sus colaboradores más cercanos, con docenas de personas que la conocieron, que curó y que fueron testigos de cantidades de sus “milagros”. Ella mantuvo excelentes relaciones con la iglesia católica, con sacerdotes, incluso con el Padre Marcelino Borbón, de San Cristóbal, a quien ella le devolvió la vista, porque era ciego. Para las festividades de las Mercedes, un sacerdote oficiaba una misa en Mana y luego bautizaba.
Para estas celebraciones, dentro y fuera de la iglesia había Atabales y Salves, expresiones sagradas y profanas, con cantos y bailes. Estas grabaciones realizadas por mí, sirvieron para la inspiración de canciones de Convite, como “Cibaeña”, “Mamá Tingó” y “Tú eres Bonita”.
De acuerdo con la tradición, una de la manifestaciones de más impacto entre los seguidores de Bibiana fueron sus “profecías”. Predijo la presencia de los aviones, de la radio, de la televisión y el que Trujillo sería presidente de la Republica, el cual que sería un dictador.
La iglesia, el Pozo de la Virgen, la Cueva, el legado espiritual-religioso de Bibiana y la leyenda, son hoy los símbolos de Mana que la mantienen “viva”. Un Club Cultural de Yaguate Arriba, llevaba su nombre. Un día recibí unas velas decoradas de parte del legendario guerrillero amigo Hamlet Hermán desde Cuba. Se las envió una guerrillera panameña desde Nicaragua, por un “milagro” que ella le atribuía a Bibiana de la Rosa. Hamlet le había prestado mi libro sobre Mana.