Sin mucho bombos ni platillos, pero con el esfuerzo tesonero y comprometido, el periódico mexicano La Jornada cumplió 40 años ininterrumpidos en su oficio de proveer una cobertura diaria a sus lectores de los pormenores y sucesos mas importantes tanto a nivel local como internacional.
Transcurrida la tortuosa década de los 70s, los años 80s no auguraban avances significativos en materia democrática en México. De hecho, la población poco a poco veía muy exiguas las posibilidades de apertura de la mano de Miguel de la Madrid quien se adhirió al modelo autoritario y verticalista del priismo al tiempo que la prensa en aquel momento marchaba en uniformidad con la retórica del modelo oficialista.
No obstante, los vientos de cambio se asomaban en lontananza. En 1976, ya Julio Scherer había dejado la jefatura del Excelsior. Varios colegas se fueron con el dando así inicio a una nueva era en la prensa mexiquense. Posteriormente fundo ese mismo año la revista Proceso y el año próximo aparecería en a prensa diaria Unomasuno. De estas páginas surgiría en 1984 La Jornada. Muy a pesar del espíritu de censura a los medios y de la impronta neoliberal de la gestión de la Madrid.
Muy a pesar de los riesgos, este pequeño frente de periodistas, idealistas y jóvenes, asumieron la propuesta ante una sociedad que pedía a gritos un rotativo diferente, mas libre y adecuado a las nuevas realidades. Para este entonces, ya despuntaban en el alba temas sobre derechos humanos, la diversidad sexual, el campesinado, justicia social y la cuestión indígena. Las cartas estaban ya lanzadas, la batalla de las ideas pronto entraría en su apogeo.
Toco pues a La Jornada, convertirse voz y narrativa de todo un acontecer histórico en un periodo altamente convulsionado y en donde México desempeñaría un rol vital en el devenir de nuestra región. En poco tiempo, la pericia de su equipo editorial convirtió este medio en lectura obligada y referente regional. Con una clara perspectiva latinoamericanista y sentido global (mucho antes de que la globalización se convirtiera en termino de moda).
La Jornada, desde sus inicios sentó las bases de la orientación que daría en cada una de sus páginas. Creció a espaldas de los poderes facticos y como tal se granjeo la enemistad del status quo mexicano para quien su línea editorial, critica y opuesta a las tendencias antidemocráticas de la elite rancia, tradicionalista y cerrada al dialogo. La Jornada pues, se convirtió en portavoz de aquellos sin voces, estatus social y de aquellos sectores tradicionalmente invisibilizados por el control mediático ejercido por el poder. Mientras el país transito por el tedioso sendero de la democratización, las pugnas en favor de los derechos humanos individuales y colectivos, de los sectores agrupados en sindicatos, los movimientos en pro de la justicia social, soberanía nacional, los jóvenes, madres solteras, etc.…
Sin miedo a la reacción, La Jornada diserto a sus lectores sobre un mundo en cambio. Su nacimiento como órgano informativo transcurrió en medio de la llamada revolución conservadora de Reagan, el conflicto en Centroamérica, la perestroika, el fin de las dictaduras del Cono Sur, la caída del bloque soviético, las transiciones a la democracia en América Latina y en el frente local la gestión de Salinas de Gortari y el asesinato de Luis Donaldo Colosio y el heroico levantamiento del EZLN.
La riqueza de sus reportajes, el rigor académico de sus invitados académicos, sociólogos, artistas y hasta empresarios y políticos que han transitado por sus columnas son ya hoy referente en toda Latinoamérica y el mundo.
En estas cuatro décadas que recientemente cumplió La Jornada, este órgano se ha mantenido fiel a sus principios, conscientes de que la información es un bien social ajeno a las prescripciones e intereses del capital y sectores dominantes. Pese a estos triunfos, La Jornada ha sido embestida por tenaces oleadas de difamación, acoso judicial en los tribunales y el bloqueo a mansalva de la publicidad oficial que le corresponde.
Entre los articulistas más renombrados al través de los años: Elena Poniatowska, Julio Hernández López, Rolando Cordera, Carlos Payan Velver, Pedro Miguel, Iván Restrepo, José Cueli, José Blanco, Carlos Bonfil, Gustavo Gordillo, Carmen Lira Sade, Carlos Monsiváis, Eduardo Galeano, Marcos Roitman Rosenmann y el difunto Pablo González Casanovas entre otros; son prueba inequívoca del ejercicio periodístico independiente y en defensa de la libertad de expresión y democracia.
Si bien es cierto que tanto México como el mundo se han transformado, el oficio periodístico hoy enfrenta nuevos retos conceptuales, metodológicos, tecnológicos y organizativos. La llamada revolución digital ha transformado el quehacer periodístico al tiempo que ha hecho de los medios maquinarias de fabricación de mentiras y verdades a medias. De ahí que la importancia que hoy reviste La Jornada como depositaria de la confianza y credibilidad ante un público que cada día se agiganta, nos haga redoblar nuestro compromiso y lealtad hacia este medio. Por aquellos que lo iniciaron, por lo ardua de la travesía y por el camino aun a recorrer, ¡hoy brindamos salud! ¡Bien hecho por La Jornada