¡A los camaradas de Santiago de los Caballeros y todo el Cibao! Jóvenes intrépidos, buscando la manera de asaltar el cielo
Es muy frecuente, en nuestro país, escuchar y leer: la izquierda, que participa en las elecciones dentro de la democracia representativa, es de derecha. Muchas veces, lo hacen a la ligera, atrapada por las innumerables estigmatizaciones que es azotada y despreciada, ese histórico y aguerrido sector político.
El término de izquierda surge precisamente de un proceso eleccionario en la Francia de 1789, durante el inicio de la revolución francesa, donde los parlamentarios se ubicaban en su espacio legislativo. Los que respaldaban el veto real, se agruparon a la derecha del presidente. Por el contrario, los que se oponían al mismo, se situaban a la izquierda. En el centro, se colocaban los indecisos e independientes.
Por consiguiente, la izquierda, derecha y el centro, son herencias legítimas de la revolución francesa que revolucionó una parte beligerante del mundo. Todavía siguen vigentes sus observaciones, calificativos y manchas, a menudo, utilizadas con mala fe. Sin embargo, es correcto su uso para ubicar el fondo de las posiciones políticas.
Continuar con el texto, sin mencionar la ultraizquierda y la ultraderecha, pecaríamos de unilateral y de caminar de espalda al curso de la historia. Ambas son extremos políticos muy peligrosos. El ultraderechismo ha tenido papeles protagónicos en acontecimientos históricos que estremecieron a la humanidad. Precisamente, en estos momentos camina triunfante en Europa, con expresiones concretas en la región latinoamericana y caribeña.
La estrategia de la izquierda es el establecimiento de un nuevo sistema económico, político y social.. La derecha es partidaria, a capa y espada, del modo de producción y estilo de vida capitalista. Las enseñanzas históricas han demostrado que, de sus mismas entrañas, surgen las fuerzas sociales y económicas que la sustituyen. El centro, generalmente, procura el mantenimiento, con un lavado del rostro, del capitalismo.
Las ideas políticas, así como los conceptos, los términos, van evolucionando en su contenido y definiciones. Las realidades económicas, políticas y sociales, les van inyectando dinamismo y actualizaciones, para que las mismas reflejen un momento real, muy diferente al ayer. La izquierda viene aprendiendo de sus propios errores y se ha colocado en el mismo trayecto de la historia; aprovechando sus oscilaciones.
La izquierda no solo reconoce el tránsito democrático del capitalismo, sino que está en disposición de levantar y empujar, vía electoral, gobiernos progresistas que sirvan en crear situaciones objetivas para la conservación y profundización de los derechos civiles y políticos, y, sobre todo, interponer modelos económicos y políticos, antineoliberal. Sin embellecer el rostro del capital, hay que resolver las precarias condiciones de vida y de trabajo de la población, sin olvidar el objetivo final.
La izquierda no ha renunciado al reemplazo del sistema capitalista. Aunque aprovecha todos los escenarios para avanzar en sus objetivos estratégicos, no se pierde, en el camino, en la peligrosidad que significa ese trayecto; pueden enfermarse, intoxicados, sus miembros en una tenaz lucha ideológica. Muy por el contrario, la izquierda del centro vive en luna de miel, de paños y manteles, con el capital.
Participar en las elecciones no es una posición de derecha; es correcta, va de las manos con una realidad en movimiento que nos invita a la supuesta «fiesta de la democracia». Dejarle el espacio a los conservadores y corruptos, es un error. Extraerse del escenario legal por reales deficiencias institucionales y desigualdades en las oportunidades, competencia electoral, es cruzar los pasos, en la chercha aquella. Nuestra historia reciente y de la región, han demostrado que cuando el ambiente es favorable y se tiene un buen equipo, se gana con todo y los árbitros en contra.
Las aguas empiezan a esclarecerse y definir su curso antes de las elecciones del 2024. La izquierda, sectores democráticos, populares y sociales deben trabajar en la creación de un Polo Virtuoso, muy diferente a la derecha en decadencia y a los corruptos impenitentes. Dejar pasar el momento, para hacer lo mismo de siempre o ir detrás de «pan y casabe», no tiene perdón de Dios.
A través de la participación en las elecciones, la izquierda aprende el desenvolvimiento del proceso y aprovecha un escenario ignorado en el ayer. A sabiendo que la explotación del hombre por el hombre no será tocado ni con el petado de una rosa, se avanza en forma indetenible en una combinación de luchas y refriegas que la coloca en posiciones estelares en la conducción, con habilidad e inteligencia, del Estado y sus dependencias.