El presidente Joe Biden ha echado a andar la denominada Alianza para la Prosperidad Económica de las Américas (APEP), una ambiciosa iniciativa cuyo primer foro se acaba de celebrar en Washington, con la presencia de numerosos presidentes del hemisferio.
La nueva criatura se dio a conocer a mediados el año pasado, en el marco de la IX Cumbre de las Américas, como un acuerdo histórico “para abordar la desigualdad económica, fomentar la integración económica regional y los buenos empleos, y restaurar la fe en la democracia….”
De entrada se anuncian 485 millones de dólares “adicionales”, en asistencia humanitaria para refugiados, migrantes y vulnerables….
La munificencia de los objetivos revelados de la APEP (mejor: APEA… la prosperidad) hacen soñar despierto a más de un desprevenido. Consignados aparecen: superar los efectos de la COVID 19; la pobreza y la inflación, agravados “por la guerra de Putin en Ucrania”; mejorar la productividad empresarial; movilizar inversiones; revitalizar instituciones económicas regionales; invertir en infraestructuras de migración, educación, salud, desempleo.
También: capacitación económica de la mujer; energías limpias; descarbonización y biodiversidad; cooperación tecnológica; facilitación de las aduanas; avanzar en la transparencia; economía digital, y tecnologías emergentes, etc..
Las metas ocultas se infieren, y la “indiscreción” del pasado las pone en evidencia. Así que “quien no te conoce que te compre”. Esta vez sobresalen: la creciente presencia de China en el continente, y las voces que plantean abiertamente la necesidad de formar una “alianza defensiva” en América, con Rusia, México, Venezuela, Cuba, Nicaragua….
Ante semejante “provocación”, la Casa Blanca mueve sus fichas, y sale al frente a tratar de impedir el creciente “irrespeto” de países “canallas, enemigos de la democracia”….
Decepciona saber que la apuesta de la APEA carece de originalidad. Ya en marzo de 1961, el presidente Kennedy planteó la Alianza para el Progreso, con el mantra manifiesto de “Mejorar la vida de todos los habitantes del continente”. En el marco de la guerra fría y la Doctrina de Seguridad Nacional USA, el objetivo medular, furtivo desde luego, era el de contener la Revolución Cubana y el avance del comunismo en la región.
Para terminar de arruinar el impacto, vale recordar que también Donald Trump lanzó una de esas iniciativas (febrero, 2019), a la que llamó América Crece, orientada, según se dijo, a facilitar el acceso a los mercados, la inversión privada y la cooperación bilateral de EEUU con los países del área, etc.….
Los objetivos señalados de la iniciativa Biden, harto numerosos, recogen ofertas de hace más de 60 años, contenidos en la Alianza para (detiene) el Progreso, pero su financiación se queda corta. La de Kennedy ofrecía 20 mil millones de dólares en inversión, en diez años.
Kennedy fue asesinado el 22 de noviembre de 1963, y el programa -a lo cara de perro- se concretó en asistencia y cooperación militares, potenciando así el fragor dramático de la guerra fría, con su secuela de terrorismo de Estado, radicalización de las vanguardias revolucionarias, crisis de los misiles de Cuba, golpes de Estado (Juan Bosch, Joao Goulart, Velasco Ibarra….), protestas contra la guerra de Vietnam….
A no dudar, estas iniciativas USA son “ocurrencias” episódicas; parte de la respuesta al cuestionamiento de su “excepcionalidad” (entiéndase, a su hegemonía) y a la necesidad de ampliar su política de imposición y saqueo. En tales circunstancias, recurrir al patio trasero resulta útil, toda vez que aquí menudean los gobiernos sumisos; presidentes que se sienten en el pináculo de la gloria cuando son invitados a la Casa Blanca y el hegemón les da la mano.
Desde luego, negarse a acudir a esos llamados, a más de descortés, puede resultar riesgoso para países colocados en un plano de pronunciada dependencia de EEUU en materia de turismo, remesa, inversión y comercio….
Abruma la tenacidad de los alabarderos, siempre prestos a descubrir méritos estratosféricos en todo lo que de “allí” proviene. Les importa un comino la evocación de las Horcas Caudinas, humillación a la que fueron sometidos los romanos vencidos en la segunda Guerra Samnita (año 321 a.e.c.). El general vencedor, Cayo Poncio Telesino, los sometió a la afrenta del yugo, consistente en hacerlos pasar desarmados, agachados, casi de rodillas, semidesnudos y hambrientos, por debajo de una lanza horizontal atada a baja altura sobre otras dos.
Resulta llamativo el hecho de que entre los “demócratas” convocados al foro de la APEA se encontrara la golpista peruana Dina Boluarte. Pero nada; esta “demócrata” ha contribuido a “restaurar la fe en la democracia” con el derrocamiento del presidente Pedro Castillo, y por si fuere poco, fue puesta en el cargo por la ex agente de la CIA y embajadora USA Lisa D. Kenna y el bien amado de la OEA, Luis Almagro.