Las clases dominantes latinoamericanas de cuño fascista han sido muy obvias en transgredir los derechos del pueblo, tal cual ocurrió con el llamado bolsonarismo en Brasil.
Eduardo Bonzatto: El fascismo es un mecanismo de contagio. Como Midas, todo lo que tocas se transforma, asimila. Es un síntoma de un momento en que los discursos se fortalecen. El fascismo requiere que te conviertas en un fascista para enfrentarlo. Al defenderte del fascismo, te conviertes en un fascista. Al atacar al fascismo se convierte en fascista. Al tratar de evitar el fascismo, se convierte en un fascista. El fascismo es efectivo porque está contaminado por todos desde afuera hacia adentro y hacia afuera. El fascismo es una disposición al odio. Coagula en un movimiento sincrónico las pulsaciones disponibles para odiar. No hay defensa para odiar. El odio infecta todo y a todos los que toca. El odio es una intensa aversión motivada por el miedo.
De chiquito oíamos que “el diablo anda suelto” cuando todo a nuestro alrededor era un infierno.
Pues bien, el diablo anda suelto, y no precisamente por el status de sociedad aterrorizada por violencia, narcotráfico y corrupción.
Lo peor de todo esto es que no tenemos instrumentos de respuestas. No tenemos procesos de información y de formación de conciencia política colectiva.
Fíjese que los espacios de autonomía individual están permanentemente subyugados a la lógica económica y política de un orden político partidario que disloca la hegemonía del inmediato post-electoral para adoptar el ejercicio puro de su poder dentro de una convicción moral narcisista.
El narcisismo moral (del que hablaba Hegel) no necesita de adjetivos en su espeluznante integridad. Está siempre preparado para descalificar a quienes no le apoyan y a los que los consientan convertirlos en títeres, lo que significa –como están las cosas– deformar en provecho propio el papel de las instituciones del Estado republicano.
El avance del narcisismo político está constituido de su naturaleza y demuestra el por qué convierten sus ganancias electorales en “utopía realizada”.
Si hay alguien en RD que aún se crea que tenemos una economía regulada que no necesita de fiscalización jurídica, por ejemplo, es porque no quiere saber nada o se hace el loco o es parte de los beneficiarios del poder.
Basta una pizca de sentido común para entender que el país se ha convertido para la clase trabajadora y para la pequeña burguesía en una prueba diaria de degeneración de la razón. Una sociedad transformada y objetivamente sujeta a la ejecución desabrida de los métodos del dominio, donde cada quien se suma a la carrera por alcanzar el trofeo al lacayismo.
Desde la desaparición de Juan Bosch del escenario político, se puede constatar una estrecha restricción y control de instancias del debate político.
Esto ocurre porque no es buena cosa debatir razonablemente cuando comienzan a naufragar las políticas neoliberales junto a los programas económicos y sociales recomendados por asesores nacionales y extranjeros que hacen creer que sus guiones son infalibles y tendrán buen éxito de público.
Tratar así una situación tan delicada como la que vive este país es un grave signo para quienes anhelan una vida decente.
La hegemonía del oscurantismo en todas sus expresiones impide respuestas racionales a los conflictos contemporáneos.
La guerra de odio que se avecina será terrible para el alma nacional.