La guerra entre Ucrania y Rusia continúa su curso, hace tiempo sobrepasó los cien días; para algunas potencias se ha convertido en un experimento peligroso que pretende desgastar y debilitar a Rusia, lo que hasta el momento no ha sucedido, para otros es, una incomprensible tragedia que destruye vidas y bienes y para algunos más es parte de lo cotidiano, en donde la destrucción y la pérdida de vidas cada vez importa menos.
Las sanciones que han aplicado a Rusia y a la camarilla que la dirige y explota, no han logrado que Putin cambie de actitud, pues algunas de las penalidades impuestas demoran en aplicarse por las consecuencias que tendrían a lo interno de algunos países, especialmente las que tienen ver con el suministro de gas y petróleo. Esta situación le permite continuar vendiendo esos productos y recibiendo importantes sumas de dinero que le dejan continuar financiando la guerra y seguir pensando en que volverá a tener en sus manos a la "gran Rusia imperial".
Mientras esto ocurre, no se conocen esfuerzos serios encaminados a lograr la paz o un cese al fuego que suspenda la pérdida de vidas civiles y militares que día tras día se producen en esa zona, extendiéndose éste ya largo conflicto, sin saberse ni cómo ni cuándo terminará.
Rusia destruye a Ucrania poco a poco y el mundo ha entrado en un preocupante ciclo económico caracterizado por un proceso inflacionario de tipo global, que está ocasionando un gran incremento en los precios de ciertos productos como: los combustibles, importantes materias primas, los fertilizantes y otros, así como con una ruptura de la cadena de suministros, que se inició con la pandemia y todavía no se ha regularizado, situación que ha dislocado el normal abastecimiento de alimentos y componentes claves para la industria, llevando los índices inflacionarios a niveles que no se veían desde hace décadas, panorama que se agrava por la mencionada guerra.
Ucrania y Rusia son dos grandes productores de trigo y otros granos y en este momento las exportaciones desde esos países están suspendidas por los efectos del conflicto bélico, la paralización del suministro normal de esos productos, provoca no sólo incremento en los precios, sino un desabastecimiento que en algunos países en donde el trigo es la base de sus dietas, está causando problemas de hambre y desnutrición que ponen en peligro de muerte a miles de personas, pero a los responsables de que la guerra continúe no parece importarles esa tragedia.
Aquí en la República Dominicana los impactos de ese problema tan lejano todos los días se sienten más. Es necesario reconocer que el gobierno está haciendo grandes esfuerzos para mitigar los efectos de la inflación ocasionada por esta guerra, solamente el subsidio a los combustibles drena miles de millones de pesos mensualmente a las arcas públicas, así como otros programas dirigidos a mantener la canasta familiar a niveles asequibles para la población de menores ingresos. No sabemos hasta cuándo podrán mantenerse estas intervenciones, pues las cotizaciones del petróleo y otros productos esenciales continúan incrementándose.
Para mantener bajo control la inflación las autoridades monetarias han venido subiendo la tasa de interés y disminuyendo el circulante, una decisión correcta, pero ésta encarecerá los préstamos afectando los costos de producción.
Lo mismo está haciendo la Reserva Federal en los Estados Unidos, la cual ha venido periódicamente aumentando las tasas de interés de manera importante, esta medida tendrá un efecto negativo en el empleo y en el crecimiento económico en esa Nación que podrían repercutir en nuestro país, afectando el envío de remesas, el costo de colocar bonos dominicanos y en la disminución del número de turistas que viajan desde ese país. Y por si todo eso fuera poco, tenemos el problema de nuestros vecinos haitianos que día tras día se agrava y ejerce presión sobre la República Dominicana.
Nos esperan tiempos difíciles, especialmente para aquellos sectores de menores ingresos. Todos estamos obligados en estos momentos a arrimar el hombro para juntos capear el temporal y llevar la nave a buen puerto.