Lo que en el orden visible de una historia que ha sido reconocida solamente en sus vertientes económicas y sociales se observa como pedimento y razón, no es, por lo tanto, un contexto de funciones ideológicas y administrativas con iniciativas artificiales, a propósito del poder y sus instrucciones. Dicho espacio de relaciones intergubernamentales sugiere todo un teatro de fuerzas recicladas en el momento político actual. Se disuelven así los llamados puntos de base de la economía, la institución pública y el desarrollo como objetivos de los programas de gobiernos, que se constituyen sobre la base de un pago que habrá de crear una clase intelectual subalterna de las altas esferas de poder.
¿Cómo expresan, en este marco, sus pedimentos los grupos sociales alternativos que constituyen el discurso oprimido y exprimido por el control político de la gobernabilidad? ¿A través de cuales registros sociales y políticos se instalan en la línea de presión y riesgos los grupos minoritarios, las subculturas y los sujetos excluidos del aparato económico ideológico del Estado?
No debemos olvidar que lo que se ha llamado la relación masa-poder-política en la República Dominicana, se ha construido mediante un ordenamiento estatal cuya manipulación instruye una historia de todas las caídas sociales, económicas, morales y culturales del país. A través de los ejes de manipulación conformados por estructuras artificiales de poder, se ha logrado mantener un orden que no es más que la función de sostén de una ideología de la representación quebrada desde sus líneas heredadas a partir de 1844.
¿Qué hizo el Estado dictatorial en 1930 con el ideal duartiano y trinitario? ¿No fue acaso el ideal duartiano lo que presentó Rafael Leónidas Trujillo Molina como el nuevo rostro de su gobierno? Todos los gobiernos de la postdictadura han asumido hasta hoy el ideal identitario de la llamada dominicanidad afectada por hilos pseudodemocráticos y sus residuos de poder dictatoriales.
Evidentemente, la representación ha sido aquí la sustitución. Pero una sustitución del sujeto vivo por un sujeto de tinta y papel. La diferencia es lo que el Estado dominicano no ha podido explorar en sus focos de acción y cultura en su movilidad, dentro de una cartografía política y accional que ha podido ser una de las opciones necesarias para el desarrollo de la democracia y el país.
El registro de una representación políticamente particularizada sobre la base del concepto de autoridad no ha dejado de prohibir aquellas voces que conforman ese empuje de reservas históricas y políticas justificadas por ese movimiento de movimientos sociales que produce el arqueado de una condición culturalmente postmoderna, postnacional, y que cada día pretende reciclar las imágenes de un Estado "de fuerza" instruido por sus modelos dentro y fuera del país.
Corinne Enaudeau nos dice a propósito de la paradoja política de la representación, lo siguiente:
"Toda representación es paradójica; el sí-mismo solo se capta en ella con la condición de perderse. La paradoja del títere no tiene nada que envidiarle al comediante. La ausencia de sí mismo del mecanismo determina la gracia del títere, la inocencia de su movimiento. La abnegación de sí constituye el arte del comediante, la aptitud para la nada que le permite todo. Pero, en el actor, una "cabeza férrea" debe dominar a la inclinación sensible, en la muñeca, la mecánica carece de cabeza, es el engranaje natural entre causas y efectos. Y el hombre nunca igualará al títere en ese terreno…" (Corinne Enaudeau: Las paradojas de la representación, Ed. Paidós, SAICF, Buenos Aires, 1999, p.71).
Pero, lo lo que se teje en el espacio de las resistencias sociales ocurre precisamente allí, en las paradojas de lo político y lo social. El marco de este fenómeno quiere articular la manipulación como empresa y medio político, y sobre todo, se quiere situar en el espacio de la ciudad como invención del Estado y la autoridad: "Inventar la ciudad es inventar la representación, el lugar donde el poder se disputa y se delega, donde cada uno puede presentarse en el centro del círculo y decirle a la asamblea cómo él se representa, lo que sucede y lo que hay que hacer. Lugar de nacimiento del escepticismo, del conflicto de las interpretaciones, de esa multitud de dobles eidos e eidolon, phantasia y phántasma cuya apariencia corre el peligro de ser un falso semblante". (Corinne Enaudeau, op.cit., 37).
La biografía del Estado dominicano es solamente "moderna" en todos sus registros y reversiones. Una política de la interpretación de lo dominicano como raíz, huella y lo que el discurso neo-dictatorial del país ha entendido como identidad- dominicanidad, ha sido marcada por la misma tradición despótica y absolutizante practicada bajo una máscara o idea de progreso inconsistente y desanclada. Las líneas de esta cartografía política del poder, se han justificado como parte de un cuerpo social e histórico donde toda la ideología de la representación político- social se sostiene desde el andamiaje de un Estado cuyos usos reafirman cada vez más la condición subalterna del pueblo dominicano.
¿En qué consiste la subalternidad de los movimientos populares en la República Dominicana? En la determinación lo poético y lo político, administradores institucionales y fuerzas estatales; ideólogos derechizados y politiqueros imponen para el funcionamiento de un archivo burocrático sin sostenibilidad y, al mismo tiempo, constituido por una variedad clientelista que no ofrece soluciones ni en el mismo sistema de representación político-económico y cultural adoptado y adaptado. Se trata, pues, de anular las identidades vivas de la República para ofrecer solamente los usos de un determinado grupo de poder y de saber.
Podríamos pensar, entonces, en la devaluación y la insostenibilidad de un discurso cultural desepocado y cuyo método de reciclaje a partir de un nacionalismo de fuerza no deja de afectar la misma noción de progreso que pregona, repropone y obstaculiza el orden mismo de su representación. Lo político de la condición que analizamos se convierte en un espectro más de la modernidad. En este caso:
"La representación participa de la muerte. De un extremo al otro, desde la evanescencia de la idea… hasta la parálisis de la estatua, le falta siempre plenitud y movimiento, calor y vida. El doble es frío, tiene el frío de la piedra y del soplo… el frío de la muerte. El doble suena hueco". (Corinne Enaudeau… op. cit, p.39). Se trata, pues, de dirigir los "espectros", la puesta en lugar de la figura retórica del "programa de gobierno" y de los llamados principios estratégicamente administrados por los partidos políticos y sus secuelas de diminutos candidatos llevados a puesto de importancia en la administración pública del país. Estos últimos, mediante una campaña de usos degradantes y degradados por el mismo sistema democrático debilitado, se asumen como los futuros detentadores de la falsa fuerza del cambio en el país.
Según los índices, emblemas e imágenes de dicho sistema falsamente democrático, la razón política ahogada cada vez más por los signatarios de cualquier acuerdo intraburocrático emanado emanado de sumas de objetivos, no logra mantener su coherencia en el "programa" y sus principios. ¿Cómo habla la diferencia desde los grupos de presión extra-gubernamentales? ¿De qué manera la política de la interpretación se ajusta a los vectores de la razón del Estado dominante?
Las soluciones que puedan emanar de una diferencia que aún hoy debe ser explorada y estudiada por el llamado estado de bienestar, hace posible la necesidad de búsqueda y puesta en práctica de nuevas rutas democráticas y un nuevo aprestamiento de selección del nuevo liderazgo reconocido, sin exclusión de género, por la estructura de poder en el marco de los usos que reglamentan, a pesar de sus soluciones híbridas, el Estado y sus manejos, tanto en el sector interno como en el sector externo.
La diferencia inexplorada es también una conjunción postideológica de vastas jurisdicciones accionales, políticas y culturales. Las interpretaciones que de allí surgen confluyen en el derecho de una línea cultural, un archivo y una nueva genealogía del poder. Sin embargo, el discurso etno-político del Estado dominicano se desafirma en lo que podríamos llamar con Corinne Enaudeau " el hueco de la representación".
El Estado democrático de derecho surge de una cultura y de sus signos, símbolos e imágenes. La moral social de los derechos nacionales en todos los países del mundo de hoy, reclama, además, el uso pragmático de la misma justificado en base a recursos que surgen de las jurisdicciones ideológicas (Derecho, Arte, Historia, Lengua, Religión, Fiestas, Literatura), y que propician la avalancha de este tipo de Estado -poder. La visión que anima la memoria de este espacio es la relativa a los diversos discursos de una ciudadanía que necesita de reclamos específicos en este caso. Y es desde el espacio alternativo de este marco de reservas superestructurales y representacionales como vamos a mostrar la verdadera historia de la manipulación, de las acciones del discurso de la resistencia social y cultural en la República Dominicana de nuestros días.