En el escenario de la justicia, se alza un dilema que despierta la sensibilidad de nuestra percepción: ¿cómo evaluamos la gravedad de un delito contra la propiedad? ¿Es el valor material el único indicador de su impacto? Ese es el problema que subyace en el contraste que existe entre el robo de diez racimos de plátanos, donde el criminal es enviado a prisión, y el robo de cinco millones de pesos a un banco, donde el infractor sale libre bajo fianza.
La diferencia en la consecuencia de ambos delitos se debe a la cualidad del daño que provocaron. Esto nos lleva a notar que la gravedad no se limita únicamente a los números. Para comprender esta idea hay que reconocer la importancia de lo que he denominado “determinación sociológica de la lesividad”, entendiendo que el contexto en el que se comete un crimen puede ser decisivo para evaluar su lesividad y, por ende, su gravedad.
Nuestros criterios, a menudo, se aferran al valor material del objeto robado o del dinero sustraído, pasando por alto el contexto sociológico que rodea el delito. Pero ¿qué sucede cuando diez racimos de plátanos son arrebatados en una provincia poco desarrollada? Para algunas familias, estos bienes representan no solo su sustento diario, sino la posibilidad de mantener a sus hijos alimentados o cubrir gastos esenciales. El robo de estos recursos puede significar, en muchos casos, la diferencia entre la supervivencia digna y la miseria producto de haberles quitado lo poco que tenían.
Por otro lado, el robo de cinco millones de pesos a un banco puede parecer monumental en términos monetarios, pero al considerar su impacto real en el contexto sociológico, su significancia puede tornarse relativa. Para la entidad bancaria, esta suma puede ser solo una pequeña porción de su capital total, sin afectar directamente la vida cotidiana de individuos particulares.
La determinación sociológica de la lesividad nos insta a contemplar el impacto humano de un delito más allá de su valor material. ¿Cuánto daño inflige en la vida y el bienestar de las personas afectadas? ¿Qué limitaciones impone en su capacidad de subsistencia y progreso en su entorno socioeconómico?
Nuestro pensamiento debe evolucionar para considerar estos aspectos al evaluar la gravedad de un delito. La justicia no solo consiste en aplicar la ley, sino en hacerlo bajo una profunda comprensión del contexto en el que se gestan los actos delictivos. La determinación sociológica de la lesividad propone una mirada más empática y justa para valorar las acciones delictivas y aplicar medidas proporcionales que consideren el verdadero impacto en las vidas de las personas involucradas.
Es momento de que la sociedad entienda e interiorice la dimensión humana de los delitos, trascendiendo la frialdad de los números y abrazando la realidad social en la que se desenvuelven estas situaciones. Reconocer el contexto no solo enriquece la perspectiva judicial, sino que garantiza que las decisiones sean más justas y respetuosas con la complejidad de las vidas que se ven afectadas por estas circunstancias.