Hace unos días se celebró en el Senado de España un encuentro de los sectores más reaccionarios en términos políticos y sociales de una buena parte del mundo. Desde representantes africanos que postulan la pena de muerte para los homosexuales, pasando por menciones de Hitler (el ídolo de muchos en ese cónclave) hasta un político español que quizás por la senectud, más que por su posición política, salió con el disparate de que la ciencia se encamina más al creacionismo que a la evolución (me refiero a Mayor Oreja).

Si lo vemos en conjunto era una suerte de concurso de quien decía el disparate más grande. Hace poco el principal líder opositor de España, cuyo partido político -el Partido Popular- es en gran medida responsable de la tragedia en Valencia, ponía en dudas los datos ofrecidos con antelación por los técnicos del AEMET y la Confederación Hidrográfica del Júcar (CHJ). ¡Ni la crudeza de la riada y los más de 200 muertos es capaz de generarle a Feijoo una neurona de aceptación de lo que los técnicos advirtieron y ellos no hicieron caso!

No es de extrañar que el triunfo de Trump promueva el liderazgo de uno de los Kennedy (el más tonto de la familia) que niega la eficacia de la vacunación, ¡poco menos que un terraplanista! Imagino que en su segundo mandato este presidente volverá a recomendar inyecciones de desinfectante para curar el COVID. Actualmente en varios de los estados de dicha nación se retorna a clases de religión en las escuelas públicas y la censura de libros (no tardan en comenzar hogueras con los libros sancionados). Si esa tendencia se extiende a la mayor parte de la nación americana, la ciencia y la tecnología se hundirá y no necesitarán que ninguna otra potencia los hunda, ellos mismos se meterán en el pozo de la historia.

Son tantos los temas que muestran una derecha reaccionaria predicando tonterías en todo el planeta que resumirlo es difícil. Si ya mencionamos el rechazo a la biología, no menos es el odio que sienten sobre la historia en cuanto ciencia social. A partir del absurdo debate entre la presidenta de México y el Rey de España, un grupo católico reaccionario propietario del periódico El Debate y la CEU, la Asociación Católica de Propagandistas, invirtió gran cantidad de dinero en carteles que decían: “1492 Ni Genocidas Ni Esclavistas. Fueron Santos y Héroes.”. Por supuesto negando toda la producción histórica académica sobre el tema.

Esa inquina contra la historia de los sectores más atrasados en el mundo hispánico ha creado una etiqueta ideológica conocida como “la leyenda negra”, que enfatiza, contra toda evidencia historiográfica, que los crímenes cometidos durante la conquista y saqueo de América son falsos. Por supuesto ese discurso ha encontrado eco entre pseudo historiadores latinoamericanos devotos de la suela de los zapatos ibéricos. De fondo en todo ese discurso hay un profundo desprecio por la alteridad de los pueblos aborígenes americanos, el rechazo a la democracia, una misoginia profunda y la defensa de la codicia como móvil histórico. Ya lo decía Montesinos: los matan para obtener oro.

Desde la derecha se busca desmontar el Estado y propiciar una darwinismo económico y político, donde las mayorías más pobres y los sectores marginales retrocedan a los tiempos del siglo XVIII. Erradicar el Estado de Derecho y de Bienestar, anular el desarrollo de la ciencia y la educación universal, reducir los servicios de salud a quienes puedan pagarlos y fortalecer modelos autoritarios cuyos discursos sean el referente de verdad sin apelaciones posibles. Es la agenda que están impulsando en todo Occidente y específicamente el proyecto 2025, inspirado en sectores del Opus Dei, que si Trump lo aplica, Corea del Norte será un paraíso comparado con lo que terminaría siendo los Estados Unidos.