El berenjenal que han provocado las elecciones venezolanas es el resultado de creer que la democracia es abstracta, insípida e incolora; grave error. En el sistema capitalista funciona la propia del capital, acompañándola desde su génesis hasta nuestros días. Se ha perfeccionado en la medida en que se van desarrollando los medios de producción. La burguesía, que es la propietaria de los mismos, le imprime su sello indeleble.
En la región latinoamericana y caribeña funciona la democracia de la burguesía que le da contenido de clase, de forma y de fondo, al sistema capitalista. Se manifiesta de acuerdo con el desarrollo y crecimiento de la economía y de los sectores que sustentan a la sociedad. La República de Cuba es la excepción, su democracia, que existe, no tiene el sello de clase de la burguesía, del capitalismo. Una diferencia muy cuestionada por la superficialidad, unilateralidad y aversión que se tienen a la hora de hacer sus evaluaciones.
Hay que tener mucho cuidado con la democracia capitalista en países con escasa y limitada expansión de sus fuerzas productivas y deficiente nivel de las relaciones de producción. Si la burguesía, por la falta de conciencia de clase, no tiene la capacidad de gobernar, se ve obligada, o en su ausencia, surge una oligarquía rapaz e implacable que impone su voluntad a sangre y fuego.
La oligarquía y el poder extranjero predominante en la región, en este momento los Estados Unidos, han contribuido al establecimiento y permanencia de los gobiernos en cada país. Cuando su poder se encuentra amenazado por la vía electoral o por la violencia, reaccionan con una violencia brutal, muy sofisticada, imparable hasta conseguir sus objetivos. Por las buenas o por las malas, no aceptan ser derrotados.
Los Estados Unidos, con su poder mediático a través de sus medios de comunicación y sus innovaciones tecnológicas, han impuesto el tipo de democracia válida en la región. Olvidando las dictaduras impuestas en nuestros países para violentar el orden constitucional establecido para proteger y garantizar sus intereses. La democracia que está en juego es la que les conviene a los gringos. Y esto, ellos saben muy bien cómo encubrirlo.
Ahora bien, el giro que ha dado el mundo y la región ha permitido una nueva forma de hacer política y de cómo llegar al poder para gobernar. Si usted no comprende estos extraordinarios cambios, lamentablemente está perdiendo su tiempo. Se ha comprobado que los revolucionarios pueden llegar por la vía electoral a ser gobierno, y si son muy “avispados”, pueden casarse con la gloria.
La democracia en el contexto de los revolucionarios es la del pueblo, no la de sus verdugos. Y en estos hay ejemplos que nos quieren distorsionar con el término de dictadura. Las diferencias con los progresistas que están gobernando son "contradicciones en el seno del pueblo” que se pueden manejar con el método apropiado o, en su defecto, convertirse en antagónica.
Es una inconsecuencia intentar imponer, por lo menos respetar, la democracia conducida por los revolucionarios. No existe una fórmula general para su funcionamiento. Sería, en este caso, anticientífica si no toma en cuenta la realidad concreta y su evolución histórica de cada país. El conservadurismo complaciente los lleva a ser causa común con la oligarquía y el poder extranjero, Estados Unidos, para no perder posiciones geopolíticas y autoridad de mando.
La nueva democracia es el camino por recorrer en América Latina y el Caribe. Salve! Los que empezaron a trillar un trayecto tan complicado, tortuoso y con espinas venenosas que pueden obstaculizar la profundización de una democracia del pueblo y para el pueblo. Que permita conciliar los intereses de clase encontrados que garanticen crecimiento y desarrollo económico integral, inclusivo y el despegue hacia una sociedad de cara al futuro.