Atraviesa la intelectualidad burguesa uno de sus peores momentos en decadencia. Sus máquinas de guerra ideológica se han esclerotizado y se refugian en argumentos filantrópicos e inverosímiles a la sombra de elementos barnizados con tecnologías.
Ya no les alcanzan las maromas silogísticas más recurrentes para esconder la lucha de clases. No podrán ocultar el crimen económico monumental durante la pandemia que enriqueció, como nunca, las arcas de las burguesías imperiales. No podrán esconder la bofetada lacerante contra el derecho básico a la alimentación, la vivienda la educación…la dignidad. Es inocultable la inmoralidad del capitalismo en un mundo despojado de infraestructura mínima para los pobres y con una industria militar creciendo con cifras récord.
En los sectores de la intelectualidad burguesa dirimen la invención de un “capitalismo humano”, un “capitalismo social”,” socialismo capitalismo” …que no cuadra en práctica alguna la aberración de sus sofismas. Hoy, para sobrevivir ellos, solo cuentan con sus maquinitas apologistas, sus noticias falsas y algunos reformitas desvergonzados. La intelectualidad burguesa se le han agotado los argumentos para apagar el “incendio “de la emancipación.
Cada día se oculta menos el carácter criminal de los bloqueos que no son otra cosa que extorsión, saqueo, y marginación con premeditación, alevosía y ventaja…todas las agravantes indefendibles del propio “derecho burgués.
En la debacle, la intelectualidad burguesa ha retrocedido a salto de los relojes de la historia y se han hundido en las contradicciones más cínicas. Los que se vendían o pavoneaban como “defensores de la democracia “hoy operan en defensa de las peores causas. Vargas Llosa abogando por Fujimori. En Argentina, España, Colombia…ahora tienen por candidatos políticos a lo peor de las farándulas mercantilizadas.
Ahora, más que nunca, se precisa de un proyecto humanista de nuevo tipo, para una nueva sociedad un nuevo partido, capaz de conformar una agenda revolucionaria preñada de valores y prácticas en lo cotidiano tanto como en los plazos largos. La urgencia nuestra es trabajar arduamente en la organización antisistema; la revolución de las comunicaciones y la semántica emancipadora; los mapas de la subjetividad y el desarrollo de métodos críticos superadores de las máquinas de guerra ideológica burguesas.
En suma, un programa humanista de nuevo tipo para la transformación de la realidad y la supresión del capitalismo. No caer en las emboscadas “reconciliatorias”, no tragarse el discurso de “igualdad” esgrimido por quienes nos explotan y nos marginan. No engañarse con la “igualdad de oportunidades “si no se garantiza la igualdad de condiciones. No sucumbir a los pregoneros del individualismo o del facilismo. Derrotar todo “supremacismo”, racismo y nazi-fascismo. Con la revolución todo, contra la revolución nada.
La bancarrota de la intelectualidad burguesa es, al mismo tiempo, una gran responsabilidad que nos compete y compromete a quienes creemos en un mejor mañana. Ellos harán lo imposible por esparcir confusión a diestra y siniestra. Ellos preferirán la mentira y la calumnia como campo de lucha enrarecido por la perpetuación de la sociedad capitalista y nosotros debemos impedir, a toda costa, que nos arrastren en su debacle a una emboscada de la que salgamos debilitados o supeditados a su suerte.
Nuestra agenda debe ser profundizar la revolución del pensamiento y de la praxis. La salida es “ser cultos para ser libres” porque “por engaño nos han derrotado más que por la fuerza” y en la demora está el peligro. Nos urge la unidad de la inteligencia crítica para la acción directa. La historia nos lo advierte. Vayamos a la sociedad; ahí está nuestra fuente de crecimiento.