En los últimos dos años América Latina ha decidido volver a recorrer un sendero conocido por todos; un sendero irrazonable y de oprobio, que llevó a un desatinado curso a la historia. La amenaza que representó ese camino se aceptó sumisamente en lugar de enfrentarla y cuando finalmente se trató de desafiar resultó ser muy tarde. Esto sucedió anteriormente en países como Venezuela y Nicaragua, donde existen dictaduras de la supuesta “izquierda” que resultaron más bien ser ladrones y tramposos, de esos miserables que consideran que es mejor tener muchos pobres ignorantes porque representan su fuerza política. Ya quisieran sus pueblos quitarse estas lacras de encima y no pueden.
En Argentina tampoco han podido librarse totalmente de un grupo de aviesos políticos, supuestamente de la izquierda, que no son más que oportunistas y que están protegidos por la impunidad estatal. Por supuesto tendría que ser así, pues tienen el gobierno.
En otros países, gobiernos de la izquierda no pudieron mantenerse en el poder y sus ejecutorias no dejaron nada concreto en favor de su población, más que la riqueza adquirida por esos que gobernaban y que son conocidas. Algunos fueron acusados y protegidos por otros países del Foro de Sāo Paulo como el ex presidente de Bolivia Evo Morales que fue refugiado del presidente actual de Argentina.
El caso de Brasil donde sí fueron sometidos a la justicia y se condenó al expresidente Lula da Silva, de la “izquierda”, a 12 años y luego otra a 17 años de cárcel por recibir sobornos en propiedades y en dinero, por él y por el Instituto Lula fundado por él mismo y otras supuestas donaciones ilegales recibidas de las constructoras OAS y Odebrecht, cuyos presidentes también fueron condenados luego de las investigaciones del caso Lava Jato donde se descubrió una corrupción masiva en Petrobras, la petrolera estatal. Por esas dos condenas, Lula solo duró un año y seis meses pues un juez de la Suprema Corte, por tecnicismos legales, mediante una resolución del Supremo Tribunal Federal, liberó al expresidente. Con esto le han devuelto a Lula sus derechos políticos, aunque tiene otras acusaciones como, por ejemplo, el tráfico de influencias y lavado de dinero en la compra de aviones de combate. El juicio debió basarse únicamente en la evidencias y nada más. Traicionó a su “pueblo” y eso debería bastar para su auto proscripción, si fuera más responsable y sensato.
Muchas de estas cosas se nos parecen tanto al caso de Leonel Fernández, quien llevó su afección “izquierdista” escondida debajo de su cabello, y que parecería que había copiado a Lula en su proceder o Lula a él. Fernández, que nos creó y nos dejó este lío, quiere venir por más. Parece que Lula también.
Ahora viene esta nueva corriente en Latinoamérica donde muchos pueblos, luego de cansarse de tantas tropelías, se afanan a buscar su mejoría escogiendo nuevos gobiernos de la “renovada izquierda” que lucen no tener una idea de cómo manejar un país. Hicieron promesas en sus campañas que realmente son inalcanzables. Crearon grandes expectativas a la población y esto resultará frustrante para los que creyeron en todas esas “maravillas”. Seguro vendrán las grandes desilusiones y con ellas las insatisfacciones sociales que provocarán un malestar general.
Están los casos de Perú donde se escogió para presidente a una persona sin ninguna calificación, muy penosamente, y de Chile, un país con varias décadas de rápido crecimiento económico que le había permitido reducir drásticamente la pobreza, aunque la desigualdad social se profundizó. Ganó la Presidencia un joven de izquierda que nunca había trabajado más que como activista y líder estudiantil, y al llegar el nuevo gobierno se embarca en un plebiscito que aprobó la redacción de una nueva constitución que ya se sabrá su alcance, pero que no luce que será equilibrada. Se piensa que van a cambiar todo lo que le estorbe. ¡Un verdadero despropósito!
El caso de Colombia, donde nunca había ganado la izquierda, eligieron a la Presidencia no solo a un izquierdista sino a un exguerrillero que participó en secuestros, violaciones y asesinatos. Se comenta que su participación fue cruel y despiadada. Él hace planteamientos muy seguro de sí mismo y que lucen muy genuinos, pero si nos detenemos a escucharlos nos daremos cuenta que son teóricos totalmente. Dudo que pueda lograr un buen gobierno sino cambia radicalmente su enfoque.
En la República Dominicana, hace solo unos dos años se sacó del poder al grupo más corrupto que ha gobernado al país, originalmente de una izquierda disimulada y lo hizo por veinte largos años. La justicia no ha alcanzado aún a uno solo de los dos presidentes ni de los miembros del Comité Político del PLD y tampoco a muchos funcionarios corruptos en sus cinco gobiernos. Esto demuestra que existe un subrepticio “código secreto” de protección entre políticos que muy bien podría decirse entre ladrones.
Finalmente, el pueblo entendió que había que provocar un cambio y decidió apoyar, como una nueva oportunidad, a un grupo que había hecho suyo ese anhelo de cambio y de hecho se le llamó El Cambio.
El nuevo gobierno, que tiene tan solo dos años en el poder, empezó desde muy temprano a mostrar casos de malversaciones y abusos de algunos funcionarios, lo que quizás ya parece normal aquí. Varios ministros importantes, nombrados desde su inauguración, fueron rechazados casi desde el principio por la opinión pública y el presidente optó por dejarlos en sus puestos hasta que finalmente se vio presionado a cancelarlos después de denunciarse dolo y corrupción. Lo peor de todo es el tiempo que se perdió en Educación, que retrasa obtener un mejor desempeño de los alumnos de las escuelas públicas.
Desde el inicio algunos periodistas valientemente lo advirtieron y no se les hizo caso. Además se han denunciado otros actos de corrupción y también el otorgamiento de contratas con personas muy ligadas a la corrupción del gobierno pasado y todo eso se ha dejado pasar como si no fuera grave.
Inexorablemente un pueblo que ya despertó, como otros pueblos hermanos, tiene su forma de cobrarse estas solapadas acciones. Esperemos que las cosas se puedan ir enmendando rápidamente.
¿Qué de común tienen estos países latinoamericanos que sus pueblos prefieren recorrer caminos inciertos en busca de una mejoría que generalmente no es tal? Bueno, en todos ellos se presentan las desigualdades e insatisfacciones sociales, la corrupción administrativa pública, la corrupción corporativa y la falta de un genuino interés de esas clases dominantes, por llamarle de alguna forma, para hacer posible cambios básicos en la forma de vida de la población y en la estructura social en sí.
No se equivoca Tocqueville cuando considera, en su famosa obra La Democracia en América, que existe una tendencia inevitable hacia un mundo donde la pasión por la igualdad sería para siempre el centro de todas las cosas. Además divide la democracia en dos sentidos: uno como régimen político donde se destaca la soberanía popular y el otro como estado social cuyo principio único es la igualdad de condiciones lográndose al través de ellas la movilidad social.
Cuando pienso en esto y reconociendo que la educación es vital, y sabiendo también que la educación formal en nuestro país, por no mencionar otros, no es tan solo precaria sino más bien un desastre, que deja lagunas inmensas en la formación de nuestros niños y jóvenes, también pienso en lo difícil que será para ellos alcanzar esa igualdad. No digo que no lo puedan conseguir pues existen excepciones, pocas, pero sí existen.
La realidad, con toda su aspereza es esta: en las últimas décadas nuestros gobernantes en Latinoamérica han cerrado los ojos cuando se trata de manejar eficiente y pulcramente los recursos públicos y tampoco han sido capaces de lograr implementar un sistema de gobierno que pueda mejorar o superar las expectativas, principalmente en educación y salud, para así alcanzar a mediano plazo mejorías de vida tangibles a nuestros pueblos. Ya no son aceptables las dádivas de un bono o de una pequeña asignación para mantener esa enorme parte de la ciudadanía, precisamente la de menos recursos, en un letargo inducido. Debe hacerse mucho más.
Todos conocemos el socorrido argumento de que los pueblos tienen los gobernantes que se merecen. Quizás sea cierto, pero es más irrebatible que los grupos que han tenido la posibilidad de educarse, que son los que rigen los destinos de los pueblos, han debido esforzarse más para provocar mejorías en la nación.
De todas las mezquindades humanas la peor es, reconociendo las miserias y las necesidades de grupos en la pobreza extrema, participar en el robo público y peor aún cuando los gobernantes, sabiendo que son responsables de esto, deciden ignorarlo.
¡Es preciso que todo esto cambie radicalmente!
PD. Quiero brevemente hacer un relato de una persona que conocí cuando apenas entraba a la edad adulta. Nos conocimos en el trabajo. Éramos profesionales, cada uno en su rama. En una ocasión que hacíamos unos cálculos rápidamente, y él no los podía hacer con mucha rapidez, me dijo:
-¿Sabes por qué tú puedes hacer eso? Porque nunca te faltó la carne en tu dieta, refiriéndose obviamente a la proteína. Le pregunté por qué me decía todo eso. Y pasó a relatarme su historia. Nació en una familia muy pobre de uno de nuestros pueblos del este. El sustento familiar venía de unos dulces que hacía su mamá y él los vendía en las calles. Pero tenía una fuerza interior muy grande que lo empujaba a cambiar su destino y estudiaba por las noches luego de agotar su larga faena. Un día le dijo a su mamá que él estudiaría en la universidad y que le compraría una casita y ella en su limitado y mísero mundo le dijo: -Mi hijo deja de soñar y dedícate a vender nuestros dulces. El final de esta historia es como el de los cuentos de hadas, pero sin nada de magia sino el esfuerzo de un niño pobre que se convirtió en titán y decidió cambiar su futuro al través de los estudios. Logró graduarse de la universidad y terminó siendo el director de su escuela en su propia universidad. Tuvo siempre, en silencio, toda mi admiración y respeto. No lo volví a ver después de ese trabajo. Ojalá muchos pudieran seguir su ejemplo.