Es extremadamente difícil escribir manteniendo la ecuanimidad cuando se asiste a un genocidio que el mundo se limita a observar desde las fronteras; porque los organismos internacionales, como la ONU en primer lugar, creada para salvaguardar la paz en el planeta, ha dado muestra de una total inoperancia. Si había dudas acerca de ellos, hoy se ha hecho patético y evidente.

Es un imperativo que el mundo cambie y que surja un nuevo sistema internacional justo, equitativo, democrático y de justicia. Los hechos son testigos de que aquellos que se ha dado en llamar “Occidente colectivo” va a quedar fuera del mundo del futuro.

En este aspecto, y dando continuidad al conflicto Israel-Palestina, ahora intentaré abordar un espectro un poco mas amplio que expone otra arista de este, a saber, la correlación de fuerzas, las repercusiones subregionales y regionales de este suceso que ha movilizado el planeta entero y las influencias que ellas generan.

Las manifestaciones de correlación de fuerzas en la guerra incluyen enfrentamientos militares, disputas territoriales, tensiones étnicas y religiosas, así como los esfuerzos internacionales para mediar y buscar soluciones.

Tengo la percepción que los hechos iniciados el 7 de octubre, son un “tanteo” para futuras operaciones de un nivel superior. Dicho en otro termino, todo lo que ha ocurrido desde ese día de la operación de Hamas es parte de un combate para diseñar escenarios y hacer preparativos para la batalla final que será aquella en la que una coalición de países árabes y musulmanes, se propongan actuar unidos para derrotar a Israel, liberal a Palestina, recuperar a Jerusalén oriental y las alturas del Golán.

Este momento aún no ha llegado. Lo afirmó el canciller iraní Hosein Amir Abdolahian cuando dijo que “la resistencia decide sobre la hora cero para cualquier acción en caso de la continuación de los crímenes de Israel contra Gaza”.

De acuerdo con algunos especialistas sobre los problemas árabes entrevistado en Tele Sur, aun no existen todas las condiciones para librar esa batalla, las mismas deben crearse en los cuatro niveles. De hecho, la operación “Diluvio de Al Aqsa” fue planificada, organizada y realizada en total secreto, al punto que no fue conocida ni siquiera por los aliados internos ni externos de Hamas. Siendo que esta causa es de todos los palestinos e incluso de todos los árabes y musulmanes, la misma no ha sido, ni de lejos, una acción de todas las fuerzas palestinas; tampoco del eje de la resistencia. Estas se han limitado a “felicitar” a Hamas, sin involucrarse en ella, sino hasta despues de conocer el alcance de esta.

Percibo que, en el nivel interno, las fuerzas palestinas no están unidas aun para enfrentar al enemigo común. Aunque en enero de 2022, cinco de ellas: Hamas, Al Fatah, el Frente Democrático de liberación de Palestina (FDLP), el Frente Popular de liberación de Palestina(FPLP), y la Yihad islámica se reunieron en Argel buscando dirimir sus diferencias y unir fuerzas, el proceso iniciado no ha concluido. Recientemente en Jordania, realizaron un encuentro de delegados y pactaron realizar acciones comunes en la nueva situación de palestina, lo cual no se ha concretado.

Israel por su lado, ha apostado a la división de las fuerzas políticas palestinas. El trato hacia Cisjordania no ha sido el mismo que hacia Gaza. Sin mediatintas, en declaraciones que hubieran hecho sonrojar al propio Hitler, algunos lideres sionistas como el primer ministro Netanyahu ha dicho que se debe implementar un “asedio total” contra Gaza o, que al menos sea “más pequeña cuando termine la guerra” como afirmó el ministro Gideon Saar. Así, puede observarse que, en el mundo de hoy, los genocidios son informados de antemano a la opinión publica y trasmitidos en vivo y directo por la morbosa mediática internacional.

En la otra trinchera, el Estado de Israel intenta transmitir unidad frente al “enemigo común”.  De hecho, las fuerzas que llevan meses en las calles protestando contra el autoritarismo de Netanyahu han anunciado el cese de sus actividades, aunque algunos se han movilizado por la liberación de los detenidos y el cese del fuego contra los hospitales en Gazas.  En medio de esta situación, el primer ministro sionista ha propuesto la creación de un gobierno de unidad nacional; sin embargo, Yair Lapid, uno de los principales lideres de la oposición se ha negado a formar parte, aduciendo que no puede estar en el mismo bando con la ultraderecha. Aunque parezca difícil de entender, en Israel, Netanyahu es considerado un político de la derecha moderada, que se ha visto obligado a hacer acuerdos con partidos de la extrema derecha y del partido sionista religioso ultraconservador a fin de construir una alianza de gobierno.

En un articulo publicado bajo la firma de Sergio Rodríguez Gelfenstein, titulado “Algo huele mal en Israel”, se hace referencia a las declaraciones del mayor general Uri Gordin, jefe del comando norte del ejército israelí, quien había alertado “en el sentido de que Hezbollah podría disparar hasta cuatro mil misiles contra Israel en los primeros días de un potencial conflicto bélico que podría desatarse. De acuerdo con el alto jefe militar citado en el escrito de Sergio Rodríguez Gelfenstein, esto significa unas 10 veces mas que los utilizados en la guerra de 2006 y aseguro que la organización libanesa podría ir incrementando la cifra a razón de 1.500 a 2.000 diarios”.

La conclusión es clara: Israel no tiene capacidad para enfrentar simultáneamente a las organizaciones palestinas, al Hezbollah libanes, al ejército sirio, a los más de 30 mil combatientes iraquíes de la resistencia que se pusieron en alerta de combate desde el 7 de octubre, a la gran capacidad coheteril de Yemen, al gigantesco potencial militar de Iran,por no hablar de los 2 millones de palestinos que viven en Jordania y el fervor patriótico de millones de árabes y palestinos en Asia Occidental y en todo el mundo.

Ni siquiera con el apoyo de Europa y de los Estados Unidos, Israel podrá resistir una avalancha de esa magnitud. Es lo que quiere evitar Joe Biden. Por eso viajó recientemente a Israel, después de haberlo hecho en dos ocasiones el secretario de Estado Anthony Blinken. Vale decir que Israel, al igual que Ucrania, basa su capacidad de combatir en el apoyo de Occidente, en particular de los Estados Unidos. Lo dijo abiertamente el contraalmirante Daniel Hagari, portavoz del ejército de Israel:” Si Hezbollah se atreve a ponernos a prueba, la respuesta será mortal. Estados Unidos nos presta todo su apoyo”. Lo reitero el propio presidente Joe Biden cuando desde Tel Aviv anunció que Washington apoyará a la entidad sionista “hoy, mañana y siempre”. Todo eso, un día después del ataque al hospital en Gaza que dejó miles de niños, mujeres y ancianos asesinados por los misiles israelíes en Gazas.

Ese apoyo también ha significado tres vetos estadounidenses a resoluciones del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. Una de ellas, propuesta por Brasil, aunque bastante tibia, convocaba a hacer “pausas humanitarias” en medio del genocidio de Gaza. Las otras dos, en forma de enmiendas, fueron propuestas por Rusia. En la primera de ellas se “condenaban los bombardeos indiscriminados” mientras que la segunda instaba “a un alto al fuego inmediato, estable y plenamente respetado”. Una vez más Estados Unidos favoreció el terrorismo mientras que la ONU mostró su incapacidad para evitarlo.

Visto el panorama desde diferente eje, es evidente que los palestinos por si solos no tienen capacidad para establecer una correlación de fuerza militar que rompa el equilibrio en su favor. Si algo ha potenciado la lucha del pueblo palestino ha sido la fortaleza y la evolución de la capacidad combativa del eje de la resistencia liderado por Irán.