“La confianza es la seguridad o esperanza firme que alguien tiene de otro individuo o de algo”, eso lo escuché decir una vez y me gustó. Quise comenzar este texto con esta frase haciendo énfasis en una de las emociones más importantes que la vida nos regala. En la película de Aladdín podemos ver la escena en que su protagonista le pregunta a la princesa Jazmín: “¿confías en mí?”, ese momento que la invita a subirse a su alfombra mágica y dar un paseo.  La escena escogida de la película sirve de fundamento a esta reflexión.

Desde hace un tiempo Dios me han regalado una visión más profunda de la vida. Hoy me atrevo hablar de la palabra “confianza” con mucho más significado que antes. Tener la confianza de una persona en estos tiempos que corren, es un regalo maravilloso. Sentir comodidad y empatía al compartir tus triunfos y derrotas con otra persona y ser comprendido alegra el alma con una sonrisa. Pero, más grato aún es cuando esas personas se acercan para otorgarte participación en cosas que jamás soñamos pedirán hacer. Sencillamente, quien da este tipo de oportunidad quiere tu felicidad, bienestar y crecimiento personal. Hoy, agradezco a Dios una vez más por esas personas que coloca en mi caminar y de algún modo, comparten la vida con todos sus matices, y es ahí, en la escucha atenta, que ganamos la confianza del otro. Con deseos de continuar haciendo camino de la vida e ir disfrutando el viaje en la alfombra voladora junto a mi esposo, voy deseando descubrir nuevos destinos.

El amor de pareja necesita de confianza recíproca y confiar en el otro significa creer en su palabra, en sus intenciones y en su compromiso. No se trata de una fe ciega, sino de un conocimiento profundo que se construye con el tiempo, basado en la honestidad, la coherencia y el respeto mutuo. La confianza en el amor permite que las personas se sientan seguras de ser ellas mismas, sin miedo al juicio o al rechazo. Sin embargo, la confianza no es un regalo, sino un trabajo constante. Se cultiva en los pequeños gestos cotidianos: en la escucha atenta, en el apoyo incondicional, en la lealtad demostrada en los momentos difíciles. Es un puente que se refuerza con la transparencia.

Confiar en Dios es más que una idea o un sentimiento, es un acto profundo de fe que nos sostiene en cada momento de la vida. En medio de las incertidumbres, los miedos y las pruebas, la confianza en Dios nos recuerda que no caminamos solos, que hay un propósito más grande guiando nuestros pasos. Aprender a confiar en los planes de Dios significa esperar en su infinita providencia.