Mitos, certezas y estereotipos sobre la despoblación en la España rural es el ensayo de Joaquín Recaño, doctor en Geografía e investigador del CED, en el que analiza las ideas acerca de la despoblación en los territorios rurales que circulan en la sociedad española y que actualmente gobiernan el discurso social, político y de los medios de comunicación, explicando su fundamentación geográfica y demográfica, las certezas y desaciertos -que a su juicio, están llenos de “tópicos, estereotipos y conceptos erróneos repetidos hasta la saciedad en los medios de comunicación”-, y desmontándolos y corrigiéndolos, mediante un análisis sustentado en evidencias estadísticas.
El primer estereotipo que refuta Recaño, muy posicionado en la opinión pública, es el de dotar al tema de la despoblación de una “actualidad” falsa, como si fuese un asunto contemporáneo o reciente, ubicándolo lo más lejano posible a mediados del siglo XX. Con un análisis de la evolución de la población a nivel municipal basado en datos de los censos de 1900 al 2011 muestra que las pérdidas de población en muchas zonas de España se producen a inicios del siglo XX y hasta a fechas más tempranas. En un tercio de los municipios se alcanzó la población máxima entre 1900 y 1920, reduciendo desde entonces su población, y un 75% ya lo había logró en los años sesenta.
Los principales responsables de la despoblación, de acuerdo con el autor, son los que denomina los “ciclos” de migración interna y de emigración internacional de españoles durante el siglo XX, cuya diversidad en intensidad, temporalidad y localización geográfica obliga a hablar en realidad de procesos despoblación en plural.
¿Cómo impactaron estos ciclos de migración a la despoblación? Recaño identifica dos grandes oleadas o ciclos de emigración masiva de españoles al exterior y de migración interna. En el caso de la emigración, el primero se sitúa entre el último tercio del siglo XIX y 1930 -con un periodo de máxima emigración entre 1911 y 1920-, cuyos flujos se dirigen mayoritariamente a América Latina desde el noroeste peninsular, las Islas Canaria y algunas zona de Andalucía; y el segundo ciclo entre 1955 y la crisis petrolera de inicios de la década de los setenta, cuyos flujos se dirigieron a Europa, con una distribución más uniformes en el territorio nacional de los lugares de salida de los emigrantes;.
En el caso de las migraciones internas, un primer ciclo inicia a finales del siglo XIX. Dos grandes núcleos de atracción de migrantes internos –Cataluña y País vasco- provocan una despoblación rural intensa y temprana, que se frenada en los años 30 por la gran crisis económica y la guerra civil. El segundo ciclo parte de los años cincuenta, más intenso y duradero; una oleada de flujos migratorios internos más intensas y duraderas emigratoria más intensas, que implicó incluso a áreas semi-urbanas de las zonas rurales En todo caso, encuentra que el efecto espacial y demográfico de la migración interna en la despoblación es mayor que el de la emigración internacional.
Entre 1931 y 1950 aumento el número de municipios y regiones con pérdidas de población a casi la mitad del total y al 40% de la superficie del país, y posteriormente, entre 1951 y 1980 se extendió prácticamente a la totalidad de la geografía rural española, pues el 81% de los municipios disminuyeron su población en una superficie de casi 80% del territorio nacional. Desde 1981, grandes espacios el centro y noroeste peninsular continúan su secular despoblación, sumándose ahora a la emigración interna la fuerte caída de la fecundidad y la creciente mortalidad por el envejecimiento de la población. En estos años el 63.7% de los municipios pierden población, en un área geográfica del 62% del territorio español, procesos invisibilizados por la intensa inmigración internacional desde 2001. Regiones como que como Aragón, Asturias, Castilla-León y Extremadura experimentan importantes pérdidas de población, sugiriendo por ello Recaño como título al relato de las pérdidas de población la despoblación que no cesa.
Paralelamente con el proceso de despoblación rural, se produce una aceleración del proceso de urbanización en las regiones metropolitanas de Madrid y Barcelona, y en menor medida en otras demarcaciones urbanas de la franja del litoral mediterráneo y del interior peninsular.
En aras de analizar en profundidad la demografía de los territorios o espacios rurales Recaño utiliza una tipología construida en base a la intensidad de la intervención humana a partir de cobertura dominante del suelo (urbano vs forestal o agrario) y el grado de accesibilidad desde los municipios rurales a las ciudades, este último el factor que a su juicio determina el grado de aislamiento de los municipios, variable esencial en la caracterización de lo rural y determinante en la intensidad y extensión de la despoblación.
A partir de estos dos criterios y el demográfico distingue seis tipos de municipios: urbanos y sus intermedios abiertos y cerrados (según la cobertura del suelo) y rurales accesibles y remotos. De acuerdo a esta tipología, un 77.8% de los municipios españoles son rurales abiertos, sólo 2% urbanos cerrados; el 58% son accesibles, pero el 42% de ellos se hallan en zonas remotas, albergando el 30% de la población rural total. La distinción entre accesible y remoto resulta fundamental para entender la resistencia o resiliencia demográfica de algunos espacios rurales frente a la denomina “infructuosa lucha” contra la despoblación de los espacios más alejados de los entornos urbanos.
A partir de las tipologías mencionadas Recaño desmonta un mito muy extendido: la confusión entre lo rural y agrario, sentenciando que “El mundo rural no es un mundo agrario; lo fue antaño, pero hace ya décadas que los fundamentos económicos de esos espacios asociados con la despoblación se han diversificado considerablemente”. En contra de la opinión generalizada, la agricultura no es el sector que mayor número de personas emplea en las áreas rurales, sino los servicios, entre ellos el turismo, que emplea entre 33 y 665%. Un patrón que encuentra es que en todas las áreas rurales de difícil acceso se eleva la ocupación en la agricultura como practica residual de actividades pretéritas, pero nunca es el sector de mayor empleo; la fuerte presencia de la construcción en el ámbito rural, y menos frecuente, pero aunque si acaba con cierto estereotipo de la España rural como recolectora agrícola, es la presencia de la industria, entre ellas la agroalimentaria en zonas del norte peninsular (Aragón, Cataluña, Navarra, País Vasco y la Rioja).
La heterogeneidad económica que caracteriza el mundo rural tienen también un correlato en la respuesta demográfica a mediano y largo plazo que han ofrecido las regiones al desafío de la despoblación, pues no todas las historias asociadas a la despoblación/áreas rurales han implicado un fracaso demográfico, apunta Recaño. Si bien el periodo 1931-1950 marca el inicio de la despoblación real, es en el periodo 1951-1980 que casi la totalidad de las áreas rurales remotas y accesibles de las regiones de España, sin excepción, viven un “puro y duro” despoblamiento, entendido este como como el abandono en su totalidad de los espacios poblados, sobre todo en Aragón, Cantabria, Castilla-La Mancha, Castilla-León, el interior montañoso de la comunitat Valenciana y la Rioja.
En resumen, el poblamiento presenta a grandes rasgos contrastes significativos entre el centro peninsular, dominado por un poblamiento concentrado, frente a al poblamiento disperso preponderante en todo el noroeste peninsular y la franja pirenaica, en los que los municipios tienen en su interior numerosas unidades dispersas por la superficie del territorio, sean parroquias, consejos, pedanías o caseríos.
Los municipios pequeños –de menos de 1000 habitantes- son los más expuestos a los mayores riesgos de despoblación, constituyendo, por tanto, a juicio del autor, un excelente laboratorio para indagar sobre las características asociadas con ese proceso demográfico. Aplicando diferentes técnicas estadísticas a una serie de 21 variables, el autor identifica tres factores que diferencian estos municipios: primero, el envejecimiento, el que explica con mayor intensidad las diferencias; segundo, la emigración y relación de masculinidad; y tercero, la cercanía a los espacios más poblados, factor que afecta más en el rural remoto.
A partir de un análisis de conglomerado identifica tres tipos de municipios. El primero (clúster 1) lo integran los denominados “municipios con resiliencia demográfica, aquellos con mejor situación demográfica con la enfrentarse al reto de la despoblación: los de mayor población, de menor altitud, tasa de crecimiento o decrecimiento de población escasa o nula, densidades más elevadas, edad mediana de la población más joven, y con menor emigración. Los del segundo grupo (cluster 2) tienen una altitud media mucho más elevada, una pequeña dimensión demográfica, una bajísima densidad, tasas de crecimiento negativas, un alto nivel de masculinidad, un relativo nivel de envejecimiento y una alta emigración. Son los municipios en espacios de emigración. El tercer grupo (clúster 3) son los municipios con las características más extremas: máxima altitud, menor población, densidades más bajas y máximo envejecimiento.
¿Qué factores demográficos han contribuido a la gestación de estas estructuras y dinámicas demográficas?
Primero, el papel protagonistas del crecimiento natural y la migración interna como factores de despoblamiento y el de la emigración internacional como freno a esta despoblación. Son los municipios en riesgo de despoblación irreversible los que tienen peor situación demográfica, mientras que los municipios de áreas del rural inaccesible los mas resilientes.
Ahora bien, las causas demográficas implicadas en los procesos de despoblamiento rural han sufridos importantes cambios, observa Recaño. A diferencia de años anteriores a los noventa del siglo XX, cuando el mecanismo dominante de la despoblación era la emigración interna, sobre todo de mujeres, en la actualidad este componente, aunque persiste, tienen un menor impacto, y a este se añaden cada vez más las pérdidas de población derivadas del crecimiento natural: una natalidad muy baja y una mayor mortalidad, asociadas ambas al envejecimiento. La inmigración ha contenido las pérdidas de población de las áreas del rural remoto, y en algunas incluso las ha revertido, pero desde hace unas décadas emerge con fuerza un factor estructural de más difícil solución: las pérdidas producidas por un crecimiento natural negativo, una mala noticia, dado una estructura demográfica de difícil reversión.
Los municipios en riesgo de despoblación irreversible muestran las tasas de fecundidad más bajas, las más altas tasas de mortalidad, y, por consiguiente, el menor crecimiento natural, siempre negativo (sin excepción de 1975 a 2019), una mayor emigración interna neta y una menor atracción de inmigración internacional.
Finalmente, apunta Recaño que la inmigración, como panacea para la solución de los problemas de despoblamiento, muestra una sincronía temporal en los ciclos que afectan a la inmigración rural, pero da lugar a lagunas paradojas producto de una observación inapropiada del fenómeno basada en los stocks y no en los flujos de inmigrantes, toda vez que los nacidos en el extranjero que llegaron a los municipios con mayores pedidas de población vuelve a emigrar tras pasar un periodo más o menos corto en el municipio.