Si me preguntan cuál es el regalo más grande que Dios le hace al ser humano, respondería: “la vida”. Ese preciado don capaz de hacer posible el paso terrenal en este planeta. Ella nos regala varios ecosistemas que van haciendo de nosotros mejores seres humanos para los demás. En este artículo deseo hablar del ecosistema de la amistad. Un mundo que nos regala la oportunidad de establecer lazos de afinidad, conexión y confianza con hombres y mujeres que saben ser recíprocos en esa relación tan valiosa de los unos con los otros.

Hace un tiempo atrás, si me preguntaban que cosa es la amistad, mi respuesta no tendría el mismo fundamento que atribuyo hoy. Soy consciente que la migración me ha ayudado a darle ese peso y significado que deseo compartir. Al igual que le comunicaba a mi esposo durante los últimos días del año que recién terminó, sobre la importancia de sentirme acompañada por él, siento que la amistad también se trata de acompañarse. Una de las cosas que duele de la migración es el estar lejos de mis amigos. No tengo tantos, pero los que tengo saben estar disponibles. Me gusta cultivar y dedicar tiempo en WhatsApp para ellos. Lo disfruto mucho y me hace feliz. Y lo mejor de todo es que soy retribuida. Ellos también me dedican de su tiempo. Gente que llora contigo cuando pierdes un familiar, te hace partícipe de sus triunfos, comparte contigo una preocupación, te pide un consejo o simplemente estar a la escucha. Esos son para mí los verdaderos amigos, los del corazón. Los que te piden opinión y no buscan enfrentamiento, esos también son del grupo anterior.

En un mundo donde nos encontramos tan divididos. En el cual acontecen situaciones catastróficas para algunas partes del planeta. El ser humano busca tener la última palabra en las redes sociales y esto en ocasiones juega en contra de aquellos que no saben diferenciar el debate y diversidad de criterios, del generar una enemistad por querer tener la razón. “El hombre encuentra el amor en lo que hace”, le escuché decir a un sacerdote una vez, y yo me pregunto ¿estaremos haciendo todo con amor? Propiciar guerras que trae consigo la muerte, no es amor, instaurar dictaduras en gobiernos que empobrecen y denigran la vida de ancianos, jóvenes, niños, adultos, no es amor. Es ante estas circunstancias que podemos escribir otras páginas si tenemos amigos capaces de acompañar en dichos procesos. Este año el Vaticano nos hace una invitación desde Roma, y es la de ser peregrinos de esperanza, esa que es posible siempre que disponemos el corazón a la espera, seamos portadores de buenas noticias. Alegremos la vida de los demás, sabiendo que la amistad de Dios nos une más allá de otros pueblos.