El pasado 17 de septiembre se cumplieron 30 años de la muerte de uno de los grandes filósofos de la ciencia del siglo XX: Karl Raymond Popper (1902-1994). Además de ser un hombre preocupado por los problemas de la naturaleza y los métodos de la ciencia, Popper fue un hombre comprometido con la democracia liberal, con el proyecto de una sociedad abierta caracterizada por el debate crítico y plural.
En La sociedad abierta y sus enemigos, Popper nos plantea un problema de gran relevancia para las sociedades polarizadas de nuestro tiempo: la paradoja de la tolerancia. Según la misma, una sociedad democrática está llamada a ser tolerante, pero si lo es con los ciudadanos intolerantes que forman parte de esa sociedad, terminará destruyéndose por permitir una actitud que socava el fundamento mismo de la democracia. Entonces, ¿debemos ser tolerantes con los intolerantes?
Popper no defiende la censura de los intolerantes. Propone que debemos estar dispuestos a debatir e intentar convencer racionalmente a quienes no están dispuestos a dialogar. Solo cuando la ideología intolerante se convierte en un verdadero problema público para la sobrevivencia de las instituciones democráticas debe prevalecer el principio de sobrevivencia sobre el de tolerancia.
Los momentos donde una sociedad democrática está amenazada por fuerzas intolerantes que amenazan su sobrevivencia más allá del plano discursivo son una anomalía, pero hoy tenemos el problema de que la polarización impregna a muchas sociedades occidentales produciendo un clima de apasionamiento que obscurece la interpretación de las acciones y discursos opuestos, desvirtuando sus intenciones y mostrándolos de manera exagerada como amenazas a los proyectos de una sociedad abierta.
Por lo dicho anteriormente, debemos tener cuidado en nuestras lecturas de los discursos opuestos para que en nuestra lucha contra la intolerancia no nos convirtamos nosotros mismos en intolerantes. En un primer momento, tener la disposición de intentar discutir democráticamente con quienes poseen marcos conceptuales distintos es un sano hábito para la construcción de una ciudadanía democrática.
Popper siempre fue optimista con respecto a posibilidad del debate entre personas con marcos teóricos distintos y sobre el importante rol de la filosofía en el examen de dichos marcos. Su clásico ensayo “Como veo la filosofia” es una apuesta por la actividad filosófica como análisis de nuestras teorías y creencias.
Hoy, tercer jueves de noviembre, fecha en que celebramos el Día Mundial de la Filosofía, defender esta postura con respecto al rol de la filosofía es urgente para un mundo cada vez más atrapado por los sectarismos y las polarizaciones.