Ninguna mujer ha logrado ganar las elecciones a la presidencia de los Estados Unidos. Hillary Clinton lo trató, sin éxito. Ahora lo trató no solo otra mujer, sino una afroamericana, lo cual lo hacía más difícil aún, como lo fue para Barack Obama, otro afroamericano, llegar a ser presidente. Pero Kamala no solo es mujer afroamericana, sino también hija de una hindú y de un jamaiquino, quien tuvo un romance con un líder político norteamericano afroamericano para luego casarse con un judío divorciado. En un país donde la religión y la raza son importantísimos para fines electorales, dados los prejuicios inherentes a la cultura norteamericana, las posibilidades de Kamala Harris eran pues reducidas.
Pero, además de sus características personales, Kamala Harris posee ideas muy liberales, quien en apenas cuatro meses sustituyó a Biden como candidata presidencial por el partido demócrata. Todas las encuestas indicaban que el pueblo norteamericano consideraba que bajo la administración de Biden el país iba por mal camino, la popularidad de Biden y su gobierno eran muy reducidas y se pensaba erróneamente que los americanos vivían peor que hace cuatro años, cuando la realidad era que el ingreso per cápita real iba mejor. Es más, la economía norteamericana es envidiada por el resto del mundo. Aún así, Kamala Harris sacó el 48% del voto popular contra un 51% de Trump.
Nuestros amigos encuestadores norteamericanos siempre nos dijeron, y yo lo hice público, que la Harris debería contar con por lo menos tres puntos de ventaja en el voto popular para entonces poder ganar el colegio electoral. Los llegó a tener, pero ya al final contaba con apenas un 1% de ventaja en la mayoría de las encuestas.
La victoria de Trump implica malas noticias para los dominicanos. Aunque una cosa son las promesas de campaña que buscan conseguir votos y otras son las realidades que luego son ejecutadas, Trump raras veces engaña, aunque es permanentemente transaccional y sus golpes los telegrafía aunque con frecuencia utiliza la retórica y la intimidación como técnica negociadora, no es menos cierto que Trump, apenas utilizando medidas administrativas y sin acudir al Congreso, podría deportar a unos 200,000 dominicanos indocumentados, quienes tomaron la yola o dejaron vencer sus visas de turismo. Que los encuentre y cuente con la capacidad administrativa para alojarlos y luego deportarlos está por verse, pero el retorno al país de muchos dominicanos indocumentados, junto a haitianos indocumentados que llegarían a su país para luego tratar de cruzar la frontera, implicaría un aumento en el desempleo entre nosotros y menos divisas por concepto de remesas. Por otro lado, Trump ha prometido lograr que el congreso elimine la reunificación familiar que es el mecanismo por medio del cual la gran mayoría de los dominicanos pueden emigrar a Estados Unidos. No quiere que le recuerden que fue utilizando ese mecanismo que su esposa europea logró traer a sus padres a Washington.
Pero Trump también ha prometido establecer un arancel de por lo menos un 20% contra todas las importaciones, lo que afectaría las exportaciones dominicanas de zonas francas. Aunque eso violaría nuestro Acuerdo de Libre Comercio, el DR-CAFTA, como también violaría el de México si se gravan las exportaciones mexicanas a Estados Unidos y también es factible acudir a las cortes para tratar de echar para atrás ese arancel, no es menos cierto que paralizaría momentáneamente las inversiones en nuestras zonas francas. Trump tampoco cree que los humanos están deteriorando el medioambiente y no quiere cumplir con los acuerdos de París, lo que afectaría a un Caribe cuyas playas se están deteriorando y cuyos huracanes son cada día más impredecibles.
La única noticia buena que nos llegó el día de las elecciones fue que Adriano Espaillat fue reelecto como congresista por el Bronx con un 80% de los votos. Mientras en el pasado su contrincante republicano era un afroamericano, o un judío, ahora lo fue otro dominicano, pues nuestros compatriotas dominan políticamente el Bronx, no importando la bandería política.