Desde carajito, como dicen por ahí, he sido un apasionado por practicar deportes, de los cuales he aprendido que el esfuerzo trae sus frutos, y que independientemente de la posición económica o lo talentoso que seas, si no te esfuerzas, no vas para ninguna parte. La verdad que es interesantísimo lo que se puede aprender practicando alguna disciplina, y los valores que se van adquiriendo, interactuando con otras personas que procuran un mismo fin.
Por dicho medio, también he tenido la gracia de conocer muchísimas personas de un inmenso valor, y de las cuales he aprendido mucho y estimo bastante por la integración que he logrado tener, sin importar el corte social. Asimismo, es curioso como practicar alguna disciplina deportiva, sin importar la edad, ayuda al rendimiento laboral, tanto en términos de liderazgo, trabajo en equipo y resiliencia.
Dado mi interés platónico por los deportes, he conocido también jóvenes de la selección nacional de varias ramas, quienes he visto como se rompen el lomo entrenando, sacrificándose para representar a nuestro país, sin que la verdad se les retribuya apropiadamente. Un componente de estos jóvenes singulares es su aversión por lo que la gente comúnmente llama “lo malo”, obviamente por su interés de echar “pa lante” y sobresalir en su rama deportiva.
Sin embargo, desde un tiempo hasta ahora, he notado como los intereses de la juventud se han desviado bastante por tramos poco deseables, y no los culpo, nuestro Estado y la propia sociedad se han encargado de trazar los cauces de la juventud, de una manera, diría yo, desafortunada, y es que, por un lado tenemos un Estado que poco incentiva a los jóvenes a realizar actividades productivas, tales como la creación de campeonatos Inter barriales, municipales, provinciales y nacionales [en beisbol, basquetbol, oratoria, matemáticas, etc.], comunidades de lectura, escritura, etc., para cautivar la atención de los jóvenes, y evitar que otras actividades poco deseadas, como el teteo y otros temas sean el foco de su atención. Y, por otro lado tenemos a la sociedad que los inculca a realizar actividades a una edad prematura, que pueden causar traumas y adicción a lo largo de su vida, que pueden incluso tronchar su futuro.
En casos bastantes excepcionales y puntuales, el sector privado ha realizado esfuerzos inconmensurables para apoyar a jóvenes no solo a alcanzar sus sueños y objetivos deportivos, sino que, mediante este también se distrae a los jóvenes de la calle, y les permiten aspirar a un futuro mas promisorio. No obstante, estos esfuerzos no son suficiente para captar la atención de un volumen mayor de jóvenes.
Para que exista un cambio significativo, es necesario repensar las políticas públicas dirigidas a la juventud del país, debemos atraer a los jóvenes a practicar deportes, leer, discutir temas de relevancia, forjar carácter para el porvenir, y por sobre todo, incluirlos en las discusiones relevantes de nuestro país. Es la única manera que tenemos para tener un futuro como país que verdaderamente permita que tengamos personas de bien y que puedan aportar.
Es por esto por lo que sostengo que mediante los deportes principalmente, como agente catalizador de lo bueno, es posible encaminar a los jóvenes, empero, no es suficiente con iniciativas como Creando Sueños Olímpicos [CRESO] de capital privado y otras iniciativas que han aportado tanto al país en la materia, sin que sus precursores estén obligados a hacerlo. Es imperioso que el Estado se involucre con mayor agresividad y con esto créanme, dándole tiempo al asunto, habrá cada vez menos jóvenes delinquiendo y teteando. Y más personas atraídas a los campeonatos intra barriales, Municipales, Provinciales y nacionales, sería todo un escandalo ver en las noticias este tipo de cosas.
Ahora bien, lo que me ha motivado a escribir este intento de opinión se debe a que el día domingo veintiséis (26) de junio del año en curso, me dio por montar bicicleta en horas de la tarde, y para romper con la monotonía decidí ir al fuerte Resoli en San Cristóbal, entrando a la Autopista 6 de noviembre me he encontrado con la sorpresa de unos jóvenes muy amenos haciendo carreras de motores sin que las autoridades estuvieran presentes, en un momento pensé: “Que timbales tienen estos carajos para estar haciendo eso entre los carros”, y luego pensé, “la verdad que muchos de ellos no tienen gran cosa que hacer, y muy probablemente eso les sirve para abstraerse de su medio y ponerle un poco de adrenalina a su día lo cual es natural en la adolescencia”.
Luego llegando al fuerte, a eso de las cinco y treinta de la tarde (5:30 p.m.) me encontré en plena subida con unos jóvenes en un colmado con la música a todo lo que da y fumando su respectiva hookah, miré con dificultad hacia adelante y jadiando por la subida que me estaba sacando el aire, vi a otros muchachos haciendo carreras en sus motores cuesta arriba, y la verdad que luego de hacer una introspección pienso, “¡Coño!, en su mayoría la juventud esta en ese camino, si vamos a un barrio la gente está así mismo, y en general el país completo”. Ojo, no digo que se le imponga a la gente a hacer algo, cada quien hace con su vida lo que entienda mientras no afecte al prójimo, sin embargo, es propio dar más opciones a las personas, principalmente a los jóvenes, es por ello por lo que entiendo que lo ideal sería hacerlo mediante deportes y actividades afines que permita a los jóvenes sentirse incluidos, apreciados y con relevancia.