En los últimos años, llama la atención que, en algunos círculos, la sociedad contemporánea está pensada a partir de esa visión trágica, pesimista y catastrofista de una supuesta “sociedad del cansancio”, de “la agonía del eros”, de la pérdida del interés vital hacia el cambio social, de una generación de jóvenes zombis, atrapada en las redes sociales, del mundo del espectáculo, del narcisismo, hedonismo y el consumismo.
En términos políticos, estos mismos grupos, abogan para que las sociedades modernas vuelvan al viejo orden autoritario, de un país un solo partido. Patrocinan rescatar el imaginario de la identidad nacional frente a las inminencias de las migraciones y la diversidad cultural. Dicen recuperar la moral social, frente a las amenazas que supone el deterioro institucional y el auge de la ética individualista.
Al leer algunos libros, artículos y ver los mensajes que circulan en las redes sociales y las plataformas digitales, nos dejan la impresión que, para las personas que así piensan, las sociedades europeas y latinoamericanas en general, no han progresados, que estamos peor que el siglo pasado: tiempo del predominio del estalinismo, el nazismo y el fascismo, de la segunda guerra mundial, del holocausto y las muertes de millones de judíos y, los miles de muertos que produjo los Estados Unidos con las bombas atómicas a Nagasaki y Hiroshima en Japón.
Sin embargo, la proliferación de estos discursos, pone en evidencia que estamos atravesando por un profundo malestar de la cultura popular, como también de la cultura política, práctica y moral. En este sentido, me quiero referir a la propuesta de una ética comunicativa del sociólogo y filósofo alemán Jürgen Habermas y pensar los desafíos y conflictos que se le presentan a la cultura dominicana.
Habermas, es un sociólogo crítico, normativo, defensor de una racionalidad comunicativa, del dialogo, de un Estado de derecho democrático, social, participativo y reconocimiento del multiculturalismo que, tiene la bien ganada reputación de trazar las orientaciones de los grandes debates en la cultura intelectual, práctica-moral, contemporánea.
En su trayectoria intelectual, Jürgen Habermas, ha defendido idea que, la modernidad es un proyecto inconcluso y que nuestra relaciones e interacciones con los otros, se organizan a partir del lenguaje, los actos del habla y, por tanto, debemos reconocer la racionalidad comunicativa como forma de organizar la sociedad y nuestras relaciones cotidianas.
De manera que, es ahí, en el mundo de vida, en las experiencias cotidiana, donde el autor, hace su apuesta a una ética comunicativa, caracterizada por la disposición al dialogo, al reconocimiento del otro como un interlocutor válido, a aprender a vivir con el extraño, en el marco de un Estado democrático de derecho.
De cara a los discursos sobre la crisis de la razón moderna, Habermas se interesó por defender y ampliar un concepto de racionalidad comunicativa que hace frente, a las interpretaciones dicotómicas y unidimensionales que, reducen la razón a la ciencia, la tecnología, y la estética-expresiva.
Frente al auge del autoritarismo, el nacionalismo y, los fundamentalismos, el autor propone una ética comunicativa que deja abierto un horizonte de futuro, una utopía blanda, dialógica y multicultural que, supera el autoritarismo, el individualismo, el comunitarismo y el relativismo de los valores mediante una comunicación argumentativa.
De cara a la crisis de legitimidad de la democracia liberal-representativa, de la poliarquía de partidos, se ha pronunciado en favor de una democracia deliberativa de mayor participación ciudadana, de la sociedad civil y, la esfera pública.
Y, frente a la crisis de la moral social, el deterioro institucional y el todo se vale del politeísmo de los valores, se ha esforzado por proponer el diálogo entre tradiciones culturales, la argumentación racional, la libertad individual y, la igualdad social, como principios universales de interacción social.
En el caso dominicano, si nos atenemos a los que leemos y vemos en las redes y los programas de los youtuber, parece que estamos “involucionando” y nos quieren hacer creer que estamos derrotados, que la democracia ha fracasado, que los inmigrantes, las mujeres y los jóvenes dominicanos son los responsables de la desigualdad social, del deterioro institucional, cultural y moral que experimenta la sociedad dominicana.
Hay que suponer que, estos discursos catastrofistas de la sociedad dominicana, se producen, muchas veces, para seguir el juego de las tendencias de las modas intelectuales y la influencia de las redes sociales, en ocasión, con mucha simplicidad, pero también para estimular el miedo, el odio, el temor, las incertidumbres, el escepticismo y la percepción de que no hay nada que hacer, que esto se jodió, para que todo siga igual, y evitar los cambios sociales.
Con el auge de este malestar cultural, de los discursos autoritarios: belicistas, nacionalistas, religiosos y, neopopulistas que niega la posibilidad y la capacidad del cambio social, se está suscitando el deterioro de la democracia, la sociedad civil independiente, el papel de una opinión pública ilustrada, los nuevos movimientos sociales y la capacidad de construir ciudadanía de la juventud dominicana.
De manera que, para superar esa visión trágica y pesimista de la sociedad dominicana y, abrir un horizonte de acción práctico, normativo, en la política, la opinión pública y la vida cotidiana, resulta seductor conocer la propuesta del sociólogo Jürgen Habermas, de una ética comunicativa, de una democracia deliberativa, del reconocimiento del otro como un interlocutor válido, del dialogo de los saberes y, el multiculturalismo que va más allá de las perspectivas dicotómicas y unidimensionales que predominan en la cultura dominicana.