Hoy, 19 de mayo, se conmemora el aniversario 59 del intento por retomar el Palacio Nacional por un grupo de jóvenes revolucionarios constitucionalistas en 1965, cuando buscaban rescatar la democracia malograda por el golpe de Estado de 1963, y por la intervención de las tropas norteamericanas invasoras el 28 de abril de 1965.
Reproducimos el siguiente escrito de Raúl Pérez Peña (Bacho), publicado originalmente el 20 de mayo de 1984, por una doble motivación. Si había una fecha inmancable en el calendario de Bacho, ese era el 19 de mayo, donde cada año nuestro padre organizaba un tributo a los caídos ese día.
Para Bacho, el 19 de mayo era un símbolo más allá de lo acontecido en 1965. Bacho inscribe la efeméride en un proceso histórico de combates por la libertad y la dignidad del pueblo dominicano. Y en ese sentido es la segunda significación del texto que aquí presentamos, escrito a pocos días de la rebelión popular de 1984, primera acción anti-neoliberal de los pueblos de América contra las políticas sociales y económicas manufacturadas en Washington.
Bacho resalta cómo el abril de 1984 retoma la lucha del abril de 1965, ante un pueblo hastiado por las condiciones de miseria y de represión propiciadas por un Estado dominicano sumiso a los intereses económicos y políticos foráneos. Hoy lo publicamos no solo como un testimonio, sino como un manifiesto abierto que sigue vigente en un presente nacional ante el cual solo queda decir: y la verdad es que la lucha sigue….
Juan Miguel Román y R. Fernández Domínguez
(Publicado originalmente el martes 20 de mayo de 1984, en la columna “Circular” del Listín Diario).
Raúl Pérez Peña (Bacho)
El 19 de mayo es una fecha memorable de la historia reciente de nuestro pueblo.
Ayer se cumplieron 19 años de la muerte heroica de un puñado de hombres que fueron ejemplo de lo mejor de nuestra juventud y verdaderos exponentes de la dignidad y el patriotismo del pueblo dominicano.
El 19 de mayo de 1965, cuando intentaban valientemente un asalto a Palacio cayeron fusil en manos el doctor Juan Miguel Román, el coronel Rafael Tomás Fernández Domínguez, el dirigente catorcista Euclides Morillo, el joven profesional de Bonao José Jiménez, Rafael Tavárez y el italiano Ilio Capocci.
El acontecimiento se produjo en medio de la guerra patria de abril de 1965, estando el país bajo la ominosa presencia de las tropas del gobierno norteamericano que invadieron nuestro territorio para impedir a sangre y fuego que el pueblo dominicano se trazara su propio destino. (Lo mismo que hicieron en Granada el pasado año y lo mismo que quieren repetir en Nicaragua y El Salvador).
Juan Miguel Román, Rafael Fernández Domínguez, sus compañeros, y todos los que cayeron durante la guerra de Abril son mártires cuya trayectoria constituye una pauta que señala el camino libertador. Su ejemplo de combatientes indoblegables se mantiene latente ante las nuevas generaciones, cuyos mejores hijos han de recoger la bandera caída, para enarbolarla tras la meta de la plena independencia de nuestro pueblo.
Este aniversario de la muerte de Juan Miguel, Rafael Tomás y demás compañeros se cumple en un momento de conmoción social en este país. La mayoría de la población dominicana está siendo llevada a los más bajos niveles de miseria, agudizándose sus calamidades, a causa del desempleo, la insalubridad y la indetenible alza del costo de la vida.
Este desolador panorama social no es fruto de un ciclón, de un terremoto, ni de ningún otro fenómeno de la naturaleza. Es un cuadro de abismos sociales, cuyos responsables son dos partidos, que tienen siglas, colores, emblemas y líderes harto conocidos: el Reformista y el mal llamado Revolucionario Dominicano.
Pero los procesos históricos no tienen cortes, ni estancamientos estáticos. Lo que sucede es que son intermitentes, cosa que lleva a algunos a ignorar la vinculación de unas luchas con otras, como la tuvieron, por ejemplo, las expediciones de 1959, con la resistencia antitrujillista, y como la tuvo la insurrección de 1963, con el estallido de abril de 1965.
Con fina ironía, ha quedado demostrado a la vista de todos por la coincidencia de las fechas, que los acontecimientos del 23 y 24 de abril reciente, resultan una reproducción histórica de las gloriosas luchas de 1965.
Por eso hay que estar convencido de que la lucha de Juan Miguel Román, de Rafael Tomás Fernández Domínguez, y la de todos los que cayeron en las grandes jornadas de años atrás, es la misma por la cual están frescos todavía los cadáveres de casi 100 dominicanos, víctima de la fuerza bruta del poder blanco.