Lo conocí gracias a su amistad con dos de mis tres hijos. Transcurría, si mal no recuerdo, el año 2014.

Entonces no precisé de mucho tiempo para advertir en él dos condiciones admirables: Su auténtica vocación de servicio y su formidable inteligencia.

Fue un gran municipalista, un ser humano excepcional, catedrático, responsable de un valioso legado.

Admito que además de reconocer sus talentos, mi admiración hacia su trabajo y su persona están ligados a la sincera gratitud por los afectos y el apoyo incondicional que le profesó a mis hijos Roberto Valentin y Robinson Guerrero.

No sospeché desde un principio que su partida física me causaría doble pesar: Uno porque ya no estará dándonos más, presencialmente, del néctar de su sapiencia, amueblada con méritos propios; dos, porque dos veces me duelen las lágrimas de mis hijos, las cuales me han convidado al llanto que zahiere.

Qué triste…se nos fue Juan Luis Pimentel. Qué paradoja…al mismo tiempo es el amigo que se queda.

Es ese hombre, el de la capacidad de discernir, el ente controversial de ideas oportunas, el dialoguista que debate con altura.

Es ese hombre, antropólogo, investigador acucioso, asiduo lector, ese de carácter y actitudes firmes, pensador, promotor y propulsor de políticas públicas, el hombre honesto que probablemente halló Diógenes con su impoluta linterna.

Éste es Juan Luis, a quien lloran familiares y amigos, apreciado por la gente de la Federación Dominicana de Municipios, de la Liga Municipal Dominicana y del mundo municipalista, a quien universitarios y contertulios también extrañarán.

Sus restos serán expuestos este jueves en la Funeraria Blandino y sepultados en el Cementerio Cristo Redentor.

Acerca de este hombre, que se nos ha ido físicamente, relativamente joven, acerca de este hombre podemos afirmar: El intelectual y el amigo se quedan con nosotros, para siempre.