En medio del agitar del desarrollo turístico en la provincia Pedernales, en el extremo sudoeste, corre una propuesta oficialista de intervención de la simbólica calle Juan López de la ciudad orientada a usar parte de su anchura como un “espacio de paz, alternativo a la ausencia de lugares donde los niños puedan jugar, los adultos mayores, conversar y las familias estar al aire libre e interactuar”.
El solo hecho de mirar hacia allá resulta plausible y suena genial; sin embargo, tal idea debe madurarse muy bien en vista de la profundidad de su calado y los altos riesgos de caer bajo la plaga humana que ha tomado los espacios públicos del país como botaderos de basura, bebentinas, meaderos, sitios para “teteos”, consumo y carreras de motocicletas con calibrar incluido.
La iniciativa sobre la vía desde el norte, esquina 27 de Febrero, hasta la Sánchez (unos 700 metros), es promovida en el marco de una alianza estratégica Alcaldía-Ministerio de Economía, Planificación y Desarrollo (Mepyd) a partir del denominado del Programa Interuniversitario para el Desarrollo Urbano de la Frontera y un levantamiento para tesis hecho por estudiantes de la privada Universidad de Pensilvania, en Filadelfia.
Temo que ese loable esfuerzo estudiantil (con exposición en Galería 360 del D.N. incluida) y de las autoridades sea suficiente para el diseño de un proyecto como el pretendido.
Cualquier plan, programa o proyecto pensado desde la planificación situacional debe estar precedido de un diagnóstico que trascienda las generalidades estadísticas frías. Más si el objetivo mayor busca provocar cambios radicales en el entorno, como el caso en cuestión.
Y los discentes mencionados quizás no tuvieron tiempo para construir uno específico respecto de nuestra calle Juan López, donde nací y crecí junto a mis padres, con cuatros hermanos y cuatro hermanas, más los sobrinos.
Pedernales es objeto del proyecto de desarrollo del destino turístico impulsado desde cero por la gestión actual del Gobierno presidido por Luis Abinader, quien –han informado- estará en Cabo Rojo el 16 de octubre (Día del ciclón Katie) para inaugurar otros atractivos en la conversión del muelle de la bauxita en terminal turística.
En ese marco, la Alcaldía tiene en manos el primer Plan Municipal de Ordenamiento Territorial Turístico, zona urbana, elaborado por el Ministerio de Turismo (Mitur). Se supone que todas las tareas deben ejecutarse conforme los parámetros establecidos en esa herramienta que busca gestionar científicamente el territorio.
La idea de intervención en la Juan López, por tanto, debería pasar por ese tamiz en tanto implica una disrupción con instalación de quioscos y creación de áreas para juegos, entre otros detalles, que no garantizan librarla de la anarquía en el futuro porque no basta la reconocida buena intención del alcalde Alfredo Francés, el director de Políticas de Desarrollo de la Zona Fronteriza del Mepyd, Erick Dorrejo y el técnico Erick Pérez, y de los mismos universitarios.
El mismo Dorrejo me ha dicho, con toda la razón del mundo, que para garantizar el éxito de un proyecto de esa envergadura se requeriría un celoso cuido por parte de la Alcaldía y la comunidad.
Unas sinergias, sin embargo, inexistentes y difíciles de construir en el corto plazo, en medio del viejo reinado de la indiferencia, la apatía, el individualismo, la politiquería y la pobreza de conciencia ciudadana.
Baste mirar el incremento de los siniestros de tránsito, el insufrible maleconcito con su letrero recién instalado al margen de la planificación y que ahora habrán de arrancar para dar paso al frente marino; el entorno del parque central, la biblioteca, la academia de música, la cancha y el área institucional (gobernación, Fiscalía, tribunal) y el histórico Club Socio Cultural.
Allí han echado raíces profundas la contaminación sónica, la basura, los vicios, la prostitución infantil, los meaderos, los niños mendigos haitianos y los dementes. Extraer ese cáncer no basta con la fuerza de la autoridad. Se necesita la construcción de una nueva ciudadanía, y eso toma tiempo.
Así que mejor pensemos en la posibilidad de replantear la propuesta a partir de una lluvia de ideas de actores locales en tanto primeros dolientes, integrando arquitectos urbanistas, paisajistas, antropólogos, sociólogos, planificadores.
Aconsejable, entonces, abrir el debate con el liderazgo local, sobre todo profesional (ausentes incluidos), en vista de las variables históricas, antropológicas, sociológicas, culturales y comunicológicas implicadas. En estos tiempos, la licencia social es tan importante o más que la legal que faculta a las autoridades
Por lo pronto, igual que hecho con la propuesta del frente marino, durante varios años he sugerido la puesta en valor de la calle Juan López para convertirla en atractivo comunitario y turístico fuera de Cabo Rojo, por su historia y su anchura de unos 15 metros, unas dos veces la principal avenida del Distrito Nacional y Santo Domingo Oeste (27 de febrero).
He planteado adoquinarla, recuperar sus aceras, crear una ciclovía, peatonizar otra parte, cambiar el alumbrado, colocar elementos de recordación de todos los fundadores, reforzar y remozar las viviendas, usar algunas de ellas como tiendas de artesanía, dulcerías, museos.
Allí vivió parte de los pobladores originarios de la sabana Juan López (luego Pedernales) que en 1927 cruzaron Sierra de Baoruco a lomo de mulo desde Duvergé, con parada técnica en el rancho de Bucampolo (Las Mercedes), y otros que años después llegaron desde Oviedo y Enriquillo.
Las viviendas actuales fueron construidas por el joven ingeniero Wascar Tejeda, tras la destrucción del poblado de madera causada por el huracán Katie (categoría 3) el 16 de octubre de 1955.
Él es héroe nacional, junto a sus compañeros Roberto Pastoriza, Salvador Estrella Sadhalá, Modesto Díaz, Pedro Livio Cedeño y Luis Manuel Cáceres. Fueron torturados, asesinados por el hijo de Trujillo, Ramfis, el 18 de noviembre de 1961, en la hacienda Estrella, en Nigua, San Cristóbal. Fue el desquite por el ajusticiamiento del tirano el 30 de mayo.