José Eugenio Kunhardt, apóstol del obrerismo nacional y la lucha patriótica dominicana contra la primera ocupación militar norteamericana.

Introducción

Data de pocos días que se ha cumplido el primer centenario del inicio de la desocupación de las tropas interventoras norteamericanas de nuestro país, el 12 de julio de 1924. La ocasión es propicia para que los dominicanos de hoy volvamos la mirada a señeras figuras, hoy en gran parte desconocidas como olvidadas, las cuales jugaron papel protagónico en aquellos días de oprobio y desventura en que fue consumado el eclipse de nuestra soberanía tras proclamarse la ocupación militar de los Estados Unidos en nuestro suelo mediante la odiosa proclama del Contralmirante Knapp, aquel fatídico 29 de noviembre de 1916.

Uno de esos hombres ilustres que, penosamente, yace hoy en el polvo del olvido, lo es José Eugenio Kunhardt, temprano luchador contra los desmanes del despotismo y figura pionera del obrerismo nacional, trinchera desde la cual entregó lo mejor de sus desvelos y energía a defender los intereses de su clase, a abogar por la causa de la redención social y, consecuente con los desafíos de su época, sirvió la causa sublime de la libertad, luchando contra la primera intervención norteamericana a través de la búsqueda de la solidaridad internacional del sector obrero.

A este respecto, como bien destacara el lúcido periodista puertoplateño Jaime A. Lockwart: “en la historia dominicana, Kunhardt es el primer reformador obrero que hace trascender al ámbito internacional la gravedad del problema político-sindical del país y promueve en círculos del extranjero, principalmente en Estados Unidos y México, la necesidad de solucionar la crisis de la soberanía originada por la intervención militar estadounidense en la República Dominicana y Haití”.

1.- Breve perfil biográfico de José Eugenio Kunhardt Weston

José Eugenio Kunhardt Weston nació en Santo Domingo el 19 de marzo de 1865, en el número 33 de la varias veces centenaria calle Las Damas, de nuestra zona colonial, en la ciudad de Santo Domingo. Hijo póstumo del pastor luterano John o Johan Kunhardt, natural de Hamburgo, Alemania y de la dama puertoplateña de origen sajón, Doña Josefa Weston. Fue bautizado en la Iglesia de Santa Bárbara, la misma en que recibió las aguas bautismales el patricio Juan Pablo Duarte.

Desde su temprana infancia y adolescencia, recibió el paternal cobijo del Padre Fernando Arturo de Meriño, quien lo llevó con él a vivir a Puerto Plata, cuando en 1877 fue destinado a ofrecer sus servicios pastorales en la Parroquia de San Felipe, en la novia del Atlántico, tres años antes de ocupar la primera magistratura del Estado.
Aunque forjó su arraigo en las tierras de Sosua, en plena adolescencia, poco antes de cumplir sus veinte años, Kundhartd fue discípulo de Hostos, en la Escuela Normal de Santo Domingo, fundada en 1880, por lo que tuvo la singular oportunidad de abrevar en las sabias enseñanzas del sabio puertorriqueño.

Caló hondo en su alma la prédica libertaria del gran maestro de América. No se amoldó, por tanto, a los desmanes tiránicos de Ulises Heureaux, que ya para entonces se había entronizado como señor de “horca y cuchillo”. En 1886 es apresado y llevado a la mazmorra de la Torre del Homenaje, de donde escapa atravesando a nado el río Ozama para esconderse en Pajarito (Villa Duarte) desde donde logra llegar hasta el Palacio Arzobispal, logrando que Meriño intervenga ante Lilís y logre se le conmuté por el destierro el designio de su inminente fusilamiento. Debido a la lucha en la manigua, alcanzó como muchos patriotas de la época, el grado de general.

Para el caso que nos ocupa, es importante destacar que en el año 1916, precisamente el año de la ocupación, Kunhardt se traslada a vivir a San Pedro de Macorís. Llegó hasta allí, como afirmara Francisco Augusto Cordero, “con el propósito de solicitar trabajo en una de las factorías de azúcar radicadas en esta comarca, lo que hizo, pero como en aquellos tiempos los directores de los ingenios eran reacios a dar que hacer a los políticos de oficio, porque todavía no se habían mezclados directamente en las cuestiones políticas del país como lo están ahora y Kundhardt estaba tildado de ejercer dicho oficio, le fue negado el trabajo que solicitó en casi todas las factorías.

Kunhardt, que era uno de esos raros dominicanos de espíritu fuerte y dinámico y por cuyas venas corría alguna sangre alemana, no se resignó a sufrir pacientemente la negativa que le habían dado en todas partes a su solicitud de trabajo, por lo que concibió la idea de iniciar la agrupación de los trabajadores, tarea que emprendió con energía y entusiasmo”.

2.- El inicio de Kunhardt en su lucha por la organización obrera, en San Pedro de Macorís

Un año antes de arribar Kunhardt a San Pedro de Macorís en búsqueda de trabajo, había fundado Francisco Augusto Cordero en 1915, una incipiente agrupación obrera denominada Sociedad de Propaganda Nacionalista. Cordero pidió a Kundhart acompañarle en sus propósitos nacionalistas, pero surgieron entre ambos diferencias tácticas en torno a la orientación de la lucha. Cordero era un rabioso opositor a todo cuanto implicara conexión con Estados Unidos, a poco ya de consumar su hegemónico dominio en el país, mientras que Kunhardt entendía que la incipiente organización obrera debía afiliarse a sus pares en el ámbito internacional, y especialmente al obrerismo norteamericanano, como forma de afianzar el apoyo solidario internacional a favor de la causa dominicana. Diferenciaba muy bien lo que era el pueblo y lo que era el gobierno norteamericano.

Es por lo antes expuesto, que José Eugenio Kunhardt fundó la Hermandad Comunal Nacionalista, logrando convertirse, como expresara el mismo Cordero, en “ uno de los primeros dominicanos que se dedicaron a la tarea de denunciar al pueblo estadounidense, el atropello cometido por el gobierno de Washington contra nuestra indefensa República, con la ocupación militar de su territorio”.

Al momento de instalarse la organización, fueron expuestos los principales objetivos de su lucha, entre los que destacaron, como consignara Lockwart, el apoyo a los Ayuntamientos, a fines de que por los medios legales, alcanzaran mayores cotas de desarrollo económico y político; el fomento de la riqueza nacional; el establecimiento de la instrucción primaria obligatoria en la Común; metodizar el trabajo del obrero para armonizar sus intereses con los del capital, y ayudarlos con hospitales y beneficiencias a defenderse de las crueldadades de la miseria.

Varios centenares de afiliados logro Kunhardt adherir a sus empeños, entre los que destacaron como miembros fundadores, entre otros, J. Humberto Docoudray, Octavio A. Acevedo, Silvain Coiscou, Luis Amiama, Francisco Augusto Cordero, Francisco Raúl Aybar, Rolando Martínez, Federico Bermúdez, Raúl Carbuccia, Froilán Tavares hijo, Horacio A. Febles, Erasmo Noboa, Eugenio Deschamps, Joaquín Bobea, Rafael Alburquerque, Amado Benedicto, Presbítero Rafael Montás, Raúl García Rivas, Quiterio Berroa Canelo, Diego de la Barrera, Gregorio U. Gilbert, M. Salustiano Fanduiz, Moisés de Soto, Porfirio Herrera, José Antonio Jimenes D., Eladio Sánchez, Enrique Valdez, Santiago Ricart, Gustavo J. Henríquez, Santiago Lamela Díaz, Ismael Durán, Publio E. Gómez, Alfredo Dalmau, Enrique Dubocq, Fernando Chalas, Mariano Rocafort hijo, Manuel Leonor, Francisco Benzo y Ramón Tio.

3.- José Eugenio Kunhardt y la búsqueda de la solidaridad obrera internacional contra la primera intervención norteamericana
Tras constituir la Hermandad Comunal Nacionalista, Kunhardt realiza urgentes aprestos para vincular inmediatamente la misma a la Federación Americana del Trabajo, liderada por el gran dirigente Samuel Gompers, ese destacado migrante escocés a los Estados Unidos, nombre poco conocido entre nosotros y quien merece también un tributo de especial recordación y gratitud por su identificación plena con la causa dominicana ante la ocupación de las tropas norteamericanas.

Gompers, en su calidad de presidente de la Federación Americana del Trabajo ( American Federation Of Labor, AFL), tras visitar a la República Dominicana, pidió a Kunhardt el mayor acopio posible de datos que le pusieron en condiciones de denunciar ante las asambleas obreras norteamericanas los desmanes de las tropas interventoras.

Cabe significar que desde sus orígenes la AFL se preocupó siempre por los asuntos concernientes a los pueblos latinoamericanos. Brindó su apoyo a la lucha por la independencia de Cuba en 1895, creía y así estaba en sus bases constitutivas que“ la libertad y la verdad son las bases de la construcción del mundo”.

Condenó la anexión de los Estados Unidos a Puerto Rico y Filipinas y a partir de 1912, su congreso obrero se manifestó abiertamente junto a la Confederación Obrera Mexicana a favor de una política de “manos afuera” de los Estados Unidos en Latinoamérica y contribuyó al nacimiento de la Confederación Obrera Pan-Americana.

Tras la celebración del primer congreso de las hermandades obreras celebrado el 15 de mayo de 1920, en Sánchez, el primero en su género en el país, Kunhardt, al año siguiente, junto a Rafael Estrella Ureña, se trasladó a México, específicamente del 10 al 18 de enero de 1921 para participar en el Tercer Congreso de la Confederación Obrera Pan-Americana, la primera central continental del obrerismo y donde Kunhardt tuvo ocasión de codearse con líderes sindicales de la talla de Gompers y William Green, los mexicanos Luis Morones, Salvador González y Canuto A. Vargas así como el destacado sindicalista puertorriqueño Santiago Iglesias.

Fue en México donde Kunhardt informó que Gompers, presidente de la Federación Americana del Trabajo y de la Confederación Obrera Pan-Americana, dirigió dos cartas al presidente Wilson solicitando que “se devuelva al pueblo dominicano su independencia”.

Tras la culminación del tercer congreso de México, Estrella Ureña y José Eugenio Kunhardt se trasladaron a los Estados Unidos presentaron un plan para la desocupación del territorio dominicano por las tropas norteamericanas, el cual fue entregado a Gompers, quien a su vez, tenía el compromiso de encaminarlo ante el Departamento de Estado y el presidente Wilson.

El mismo le fue presentado el 2 de febrero de 1921 como una alternativa al Plan Wilson para la desocupación del territorio dominicano, el cual fue objeto de visceral repulsa no sólo por los líderes nacionalistas, sino gran parte del pueblo dominicano, pues proponía llevar a cabo elecciones con la presencia en el país de las tropas interventoras.

El plan propuesto por Kunhardt y Estrella Ureña partía del hecho incontrovertible de que “el pueblo dominicano no acepta la forma en que se ha querido ejecutar el Plan porque nuestra Constitución política establece muy claramente, como y quien puede ejercer las funciones que el Plan atribuye al Gobernador Militar”.

Este invaluable esfuerzo de Kunhardt por articular la organización obrera dominicana en plena ocupación y contribuir con lucidez y coraje admirable a que el problema dominicano fuera asumido como suyo por el liderazgo obrero latino y no norteamericano, tuvo un influjo singular en la opinión pública estadounidense, constituyendo un capítulo glorioso del pueblo dominicano en la lucha por la desocupación de nuestro suelo por parte de las tropas interventoras.

Con apenas 63 años de vida, sin bienes de fortuna, pero aureolado de dignidad y decoro, vio el final de sus días el gran apóstol obrero y nacionalista José Eugenio Kunhardt, en su amada Puerto Plata, un 9 de junio de 1928. Allí, al cobijo generoso de las lomas de Isabel de Torres, yacen sus restos en el Cementerio Municipal de la novia del Atlántico y hacia allí, en estas fechas propicias del primer centenario de la desocupación, debería encaminarse en gesto digno la gratitud nacional para rendirle a este insigne dominicano el testimonio de la admiración y el respeto.

Uno de los más hermosos y nobles elogios del prócer obrerista puertoplateño lo hizo su admirado discípulo y adalid de la lucha nacionalista en Puerto Plata, R.A. Delgado Carbonell. En la dedicatoria de su valiosa obra “Cuento de Campo. Dos hermanos herederos”, publicada, precisamente, en la novia del Atlántico, en 1932, texto que es hoy prácticamente desconocido por los estudiosos de nuestro devenir literario, dice de su maestro:

“Tú, que fuiste el creador del obrerismo en éste país; que luchaste denodadamente contra la ola formidable de gobiernos patronales a servicio de capitalistas; contra gobiernos esclavos de Wall Street y de gobierno de los Estados Unidos de Norteamérica…

Tú que fuiste el primero en introducir la reja del arado en la tierra sin preparación, inculta, de nuestras masas trabajadoras influenciadas por la malhadada politiquería…

Tu que fuiste mi maestro en la santa y sagrada causa de redimir esclavos sumisos, cobardes, que acarician el látigo que flagela sus espaldas…

Tú que fuiste quien colocaste la piedra fundamental de la desocupación de la República por la fuerzas yankees, aún cuando las pasiones de tus conciudadanos te nieguen esa propiedad, o te la discutan, o no te la reconozcan por ingratitud de todo lo que es “pueblo”.

Tú, que fuiste combatido, calumniado, insultado, y saboreaste la copa de las amargas decepciones e ingratitudes con la serenidad y calma del convencido, de quien lleva su conciencia inmaculada y la frente libre de la odiosa mancha de traidor y especulador de la causa obrera…”.