La lectura, durante mi juventud, de “El Mito de los Padres de la Patria” de Juan Isidro Jimenes-Grullón me condujo a una intensa reflexión. Esta reflexión se ha acrecentado ahora que he releído la obra. En efecto, la disciplina intelectual con la que el autor demuestra, punto por punto, que la República Dominicana tiene un solo Padre de la Patria y no tres, es digna de encomio. Basado en una prolija investigación histórica, Jimenes-Grullón argumenta – con razón – que, si bien las contribuciones de Francisco del Rosario Sánchez y Ramón Matías Mella a la independencia nacional son considerables, las mismas no bastan a equipararlos a Juan Pablo Duarte; que las reprochables acciones que los primeros tomaron luego del 27 de febrero los descalifican como padres de la Patria.
Reflexioné, tanto entonces como ahora, sobre la absurdidad de enseñar a los dominicanos, desde los primeros cursos de primaria, que la República Dominicana tiene tres padres de la Patria. Es absurdo porque, como puede colegirse de la lectura de esta obra, dicha triada no se sustenta en hechos históricos.
Este yerro puede atribuirse a la ignorancia y a la inercia.
Son pocos los que saben que la existencia del trío patriótico se debe a una decisión de uno de nuestros más sanguinarios dictadores: Ulises Heureaux. En efecto, fue Lilís quien, por razones políticas – o politiqueras – impuso la triple paternidad. Fue Lilís quien, para zanjar una disputa entre los partidarios de Sánchez y los de Duarte, la impuso de forma arbitraria. Esta decisión arbitraria me recuerda a la de trocar el nombre auténtico de nuestra capital por el de Ciudad Trujillo.
Son pocos los que saben que los “sanchistas” se opusieron a la erección de la estatua de Juan Pablo Duarte que hoy ocupa, majestuosa, el centro de la plaza homónima situada en nuestra hermosa Ciudad Colonial. Son pocos los que saben que Francisco del Rosario Sánchez sirvió tanto a Pedro Santana como a Buenaventura Báez, a pesar de que ambos representaron la antítesis de los ideales trinitarios. Sánchez fue santanista, incluso después de que el Hatero del Seybo hizo fusilar a su hermano Andrés y – ¡horror de horrores! – a su tía María Trinidad Sánchez. Fue Sánchez también baecista, llegando al extremo de llamar al caudillo sureño “mi patrón”. En fin, son pocos los que saben que Mella viajó expresamente a Madrid a cabildear la anexión a – o al menos el protectorado de – España. Leyendo esta obra me enteré de todo ello.
Cuando hablo de inercia, me refiero al hecho de que, desde los lejanos días en que Lilís impuso su voluntad omnímoda en los registros de nuestra Historia, esta inexactitud histórica se ha repetido tantas veces que se ha convertido, en la mente de los dominicanos, en un hecho incontrovertible. En la realidad, sin embargo, sigue siendo un simple mito.
El libro está compuesto por los artículos publicados durante 1969 en la revista Ahora, en la que Jimenes-Grullón se enfrentó en una interesante – y a veces acre – polémica con Carlos Sánchez y Sánchez, nieto del trinitario, y Ramón Lugo Lovatón, miembros de una nueva generación de “sanchistas” que, por esta razón defendieron la tríada en cuestión. El primero llega incluso a denostar a Duarte para defender la primacía patriótica de su antepasado. A pesar del rigor de Jimenes-Grullón, no incurrió este, en ningún momento, en posiciones sectarias. Así, reconoce los méritos de Sánchez y Mella y afirma que el hecho de que ambos murieron combatiendo a los invasores españoles borra, en parte, las máculas de haber negado el ideario trinitario.
La labor de un intelectual es la de pensar y hacer pensar, la de basar sus consideraciones exclusivamente en los hechos. Las reflexiones provocadas por mi segunda lectura de esta obra giraron en torno al papel que desempeñan nuestros intelectuales actuales. La reciente polémica que enfrentó a los miembros de la Academia Dominicana de la Historia se basó, a mi juicio, en pasiones y no en razonamientos. Los intelectuales no son, naturalmente, robots desprovistos de sentimientos, pero es su deber privilegiar durante sus quehaceres a la razón sobre la pasión. En este sentido, creo que Jimenes-Grullón es un ejemplo que actualmente debe ser tenido en cuenta.
Una parte importante de las nuevas generaciones desconoce, lamentablemente, a Juan Isidro Jimenes-Grullón y su obra. Es por esta razón que hago una breve síntesis de estas. Jimenes-Grullón nació en 1903. Porque su pasión fue la Filosofía, abandonó los estudios de Derecho que realizaba en la Universidad de Santo Domingo. Presionado por sus progenitores, partió hacia París, donde en 1929 concluyó sus estudios de Medicina. A su retorno al país, se involucró en la política. Participó, en 1934, en una de las primeras conspiraciones contra Trujillo, lo que le valió la cárcel y veintiséis años de destierro en varios países de la región. Fue de los fundadores del Partido Revolucionario Dominicano. A su retorno al país, luego del tiranicidio, se integró a la actividad política, siendo, en 1962, candidato a la presidencia por la Alianza Patriótica Dominicana. En 1963, aceptó participar en el gobierno que resultó del golpe de estado al gobierno democrático de Bosch, error del que se arrepintió luego, mostrando así su capacidad de poner en tela de juicio sus propias actuaciones (o de hacer autocrítica, como comúnmente se dice). Jimenes-Grullón murió en Santo Domingo en 1983.
Fue profesor de Historia y Sociología en la Universidad Autónoma de Santo Domingo. Su producción intelectual fue importante. De sus veinte libros, cabe resaltar “La República Dominicana: una ficción”, “Sociología Política Dominicana”, “La República Dominicana: análisis de su pasado y presente” y “Una Gestapo en América”, obra que versa sobre la dictadura de Trujillo. Joaquín Balaguer afirma que Jimenes-Grullón fue, en razón de su conocimiento profundo del proceso histórico nacional desde la colonia hasta la fecha de su muerte, el autor de los mejores estudios sobre la sociología dominicana, los cuales se caracterizan por su imparcialidad y objetividad, colocándolo, incluso, por encima de Juan Bosch. Afirma Balaguer, además, que sus libros contienen páginas admirables que se leen siempre con interés por la originalidad de sus conceptos, por el acierto de sus análisis y por la excelencia de su prosa, compuesta de párrafos cortos pero sólidamente trabados, escritos con sencillez y rigor dialéctico.
El rigor de Jimenes-Grullón es hoy, más que nunca, digno de ser difundido. Es por ello por lo que, con la edición de “El Mito de los Padres de la Patria”, pretendo hacer un humilde aporte al fortalecimiento del quehacer intelectual de nuestro país. Agradezco vehementemente la generosidad con la que Juan Isidro Jimenes-Sabater, León David, ha autorizado la presente edición.
*Prólogo a una nueva edición de “El Mito de los Padres de la Patria”, de Juan Isidro Jimenes-Grullón.