Moca, entre guerreros y granjeros
José María Imbert fue un general de la República, de origen francés, que había estado en Puerto Príncipe y luego se estableció en Moca, pasando a la fila de la lucha independentista; había sido alcalde y corregidor de la común, según escribe Rufino Martínez en su Diccionario Bibliográfico-Histórico Dominicano, aportando sus conocimientos militares junto al general Salcedo “Tito”; fue el anfitrión de Dixon Porter y quien lo acompañó por las campiñas mocanas el día 8 de junio de regreso a Santiago.
El general Imbert lo acompañó por lo que el marine norteamericano llama “el camino del norte” y el más largo para regresar a Santiago, con el propósito de que ver las explotaciones agrícolas de la zona; es decir, retornaron por la Ermita, Paso de Moca, San Víctor, Ceiba de Madera y Canca, bordeando la montaña septentrional, luego pasaron por Tamboril y entraron, se supone, por Pontezuela que era un camino importante para llegar a Santiago. Y dice que todo ese camino y los campos mencionados estaban poblados: “… puedo decir que está muy densamente poblado y altamente cultivado. Todo parece hermoso salvo esas casitas de campo de aspecto ruin, que se construyen entre hermosas arboledas de palmas (Diario… pág. 210).
Lamentaba que en medio de tanta riqueza solo se encontraban las ruinosas viviendas, cuando pudieran construir palacios en proporción a la productividad de los suelos.
A la respuesta que daba el mocano del campo en 1846 sobre su preferencia arquitectónica, le hace la siguiente reprimenda: “… En cualquier otro país los palacios adornarían estos hermosos prados, que suben gradualmente al lado del camino…De padre a hijo, el mismo modelo de construcción es observado cuidadosamente y así continuará el uso, hasta que se traslade entre ellos gente que tenga mayor gusto en arquitectura”. (Ibidem).
El encuentro con el coronel Sosa, guerrero y agricultor.
Al regresar por el camino largo, visitó al coronel Sosa, “… un dominicano de mentalidad sencilla, que estaba trabajando duro…, haciendo atados de tabaco…” Sosa fue un independentista y después se destacó en las luchas restauradoras (1862-1865) de la República contra España, como también lo hicieron decenas de figuras mocanas.
Era costumbre, entre los campesinos más ricos de la zona, construir sus casas retiradas de los caminos, como lo explicó Dixon cuando marchaba de La Vega a Santiago. Sosa salió de su propiedad junto a su familia al encuentro con el norteamericano con una cara de mucha alegría y afecto hacia el visitante y al rato ya estaba almorzando junto a la familia. Ese tipo de escena afable se había repetido en otra casa el mismo día, algo que siempre subrayó de los habitantes de valle del Cibao.
Para Dixon, Sosa trabajaba como un “granjero tanto en la práctica como en la teoría” y escribe que: “La ocasión presente servirá para dar alguna idea de estas haciendas, de las que hay muchas, y de las que la del coronel Sosa es como la mejor muestra”. (Diario…pág. 211)
El campo mocano era rico para 1846 en comparación a la mayoría del país: “… La mayoría de los propietarios de estas haciendas son ricos y viven más allá de las necesidades de este mundo. No gastan nada y ahorran cada año de cuatro a cinco mil dólares de su dinero, que se entierra en algún lugar seguro. Esta es la única clase de bancos que tienen o conocen y no hay duda de que son los más seguros. No entienden nada de cambio o porcentaje, y no parecen preocuparse por extender sus conocimientos por ese camino”. (Ibidem), Eran las relaciones de producción mercantil, que predominaban en el país para la época, como magistralmente describe Roberto Cassá en su Historia Social y Económica de la República Dominicana.
Dixon, buscando siempre el dato de campo no dejaba de hacer sus mediciones, así como en Ocoa se dedicó a contar los granos de un cafeto y a pesarlo para conocer su productividad, hizo un inventario de la producción del general Sosa durante el último año, contabilizando la siguiente producción:
Sacaba diez mil seiscientas libras de tabaco, que vendía en mil seiscientos dólares españoles; sacaba ocho mil libras de café por valor de 760 dólares; tenían cien vacas, cien "tareas"(629 metros cuadrados) de plátanos, diez caballos de montar, quinientos cerdos, cincuenta acres de maíz, de los que vendía diariamente una cantidad por tres dólares españoles y él mismo no sabía la cantidad de aves. Calculaba su terreno en un valor de cincuenta y ocho mil pesos españoles y su ingreso en $ 5.945. (Diario… pág. 212. Paréntesis, pt).
De las 19 comunes más productivas, en el tiempo de la ocupación haitiana, la de Moca ocupaba el octavo lugar entre las que más unidades de producción campesina tenía, con 414 unidades produciendo víveres, café, tabaco y ganadería, entre otras. (Cassá, R. 2017. Historia Social y Económica de la República Dominicana. Tomo I. Pág. 335).
Consideró la esclavitud que algunos deseaban para mantener la producción agropecuaria como absurda, porque la producción estaba garantizada con el esfuerzo familiar y unos cuantos asalariados. Su concepción de la industria agrícola y las relaciones de producción capitalistas ya la tenía clara para esa época: “La absurda idea mantenida por muchos de que el trabajo esclavo es absolutamente necesario en esta isla debe ceder el paso ante estos hechos. La industria y unos pocos trabajadores, a salarios moderados, asegurarán una competencia en cualquier parte…”. (Diario…pág. 212)
La apreciación de Dixon Porter quedó demostrada cuando Moca alcanzó la categoría de provincia 4 décadas después, siendo la primera, después que en la Constitución del 1844 se estableciera la creación de las 5 provincias fundacionales de la República Dominicana.
Algo que lo sorprendió fue encontrarse con frondosos árboles, “…igual en tamaño, si no mayor a la encina, está profusamente esparcida por estos terrenos y serviría para dar una hermosa idea de un parque inglés; aunque quizá más hermoso, debido a los árboles tropicales”. (Diario…pág. 211). No cabe duda de que se refiere a la antigua población de Ceiba pentandra que existían en dicho camino, desde Estancia Nueva, La Ermita, paso de Moca, San Víctor, Ceiba de Madera, donde en los años del 1960, todavía se encontraban individuos de esa especie.
También encontró hermosos árboles más hacia delante en Tamboril, donde todavía existe un ejemplar de una ceiba de aproximados 1000 años de edad, posiblemente el árbol más longevo del país, convertido justicieramente en Monumento Natural La Ceiba, mediante el Decreto 571-09, para disfrute de los lectores que quieran ir junto a sus relacionados a verlo, 180 años después de la visita de Dixon Porter, seguros de que verán el único testigo sobreviviente del paso del marine norteamericano el 8 de junio de 1846 cuando regresaba a Santiago procedente de Moca. ¡Seguro que se sorprenderán!
Y bien señala Dixon Porter en su diario que “Con la ayuda del trabajo, toda la distancia desde Santiago a Moca podría hacerse un perfecto paraíso”.
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