No debe haber una sola iniciativa de gestión de riesgos de desastres o desarrollo que deje fuera a las personas que viven con discapacidad. La discapacidad, casi siempre, es citada para casos de asistencialismo; pocas veces es anclada como sector clave del desarrollo.

Existen diferentes tipos de discapacidad y, su inclusión en emergencia, no deja de verse como un grupo de personas que necesitan ayuda de alimentos, equipos o ropas. La integralidad en la gestión del riesgo de desastres no es exclusiva de las temáticas y sectores que la componen, sino también, de los actores humanos que viven en una determinada comunidad.

La protección y atención de las personas con discapacidad debe ocurrir en tiempos normales y en momentos de crisis. La Organización Mundial de la Salud define la discapacidad como “un fenómeno complejo que refleja una interacción entre las características del organismo humano y las características de la sociedad en la que vive”.

Una sociedad que, en tiempos normales de espaldas a los discapacitados, pues en emergencia igual comportamiento adoptará.  Existen grupos prioritarios de atención ante una situación de peligro. Por ejemplo, la discapacidad visual, discapacidad física, discapacidad intelectual y discapacidad auditiva.

He visto en estos días, en algunas zonas del Distrito Nacional, una que otra infraestructura peatonal, en ellas se destacan rampas creadas para personas que viven con discapacidad física. La alcaldesa del Distrito Nacional, Sra. Rosa Carolina Mejía Gómez, está dando señales de que le preocupa esa población con limitaciones de funcionalidad.

Las integraciones de este tema, en las infraestructuras viales, son bien recibidas y resuelven una parte del problema de exclusión del sector, quedando pendiente trascender un poco más.  Por ejemplo, incluir a los discapacitados en los programas sociales y planes de salud, educación, transporte, entre otros.

Para que los discapacitados vivan cómodamente en un ambiente cargado de tanta incertidumbre social, necesitarán de un mayor apoyo en participación, accesibilidad, capacitación, comunicación, seguridad, acompañamiento y redes de apoyo. Y de manera especial, habilitados para que en momentos de emergencias puedan sentirse con mayor presencia desde su protección en los centros colectivos hasta el recibir una simple ayuda humanitaria.

Se debe velar por un enfoque inclusivo que reduzcan los riesgos que afectan de manera permanente y desproporcionada a las poblaciones que se encuentran en situaciones de vulnerabilidad.  El grupo de los discapacitados tienen mayor nivel de peligro, por lo que en esas condiciones de emergencia la inseguridad aumenta.

En un estado de emergencia, a partir de los tipos de discapacidades identificadas en personas de un entorno dado, los miembros de la protección civil tendrán que cumplir una serie de recomendaciones según cada caso.

Existen guías y protocolos para la inclusión de personas con discapacidad en la gestion integral del riesgo de desastres. Empezando por la integración de estos a las discusiones y diseños de propuestas de desarrollo.

Para un momento de emergencias las recomendaciones que se orientan son: apoyarse en familiares o alguien que conozca a la persona discapacitada, crear un ambiente de confianza entre los involucrados, identificar los centros colectivos de menor riesgos y gestionar una compañía para las personas discapacitadas.