Las aves de Cola de Pato.

 ¿Se ha construido un “desierto verde” con las plantaciones de árboles mediante la reforestación, como han dicho algunos especialistas? ¿Estamos beneficiando a la biodiversidad dominicana o perjudicándola al reforestar? son preguntas, cuyas respuestas dejamos pendientes en la entrega pasada de esta secuencia de artículos, que pretenden despertar el interés de autoridades, expertos y aficionados ambientalistas sobre la microcuenca Arroyo Blanco.

Las respuestas a estas preguntas, todavía hipotéticas, son: no, no estamos construyendo el “desierto verde” y sí, beneficiamos a la biodiversidad dominicana; pero debemos documentar esas contribuciones y beneficios a través de censos, monitoreos, estudios e investigaciones, por parte de los especialistas sobre la flora y fauna y no dejarlas a la especulación, tal como hemos señalado en diversas ocasiones.

Siguiendo el enfoque metodológico del estudio de caso, para muestra basta un botón, por lo que hoy nos referiremos a las aves avistadas por el Grupo de Acción Ecológica (GAE) en la microcuenca de Arroyo Blanco o Cola de Pato, provincia Espaillat, como un primer paso para conocer acerca de la riqueza y abundancia de aves en la zona.

 La parcela visitada con el objetivo de inventariar las especies de aves es  un área de 33 hectáreas aproximadas. Esta que, como se ha dicho en varias oportunidades, ha sido intervenida con la reforestación y a la cual llamamos Rancho Centinela, se encuentra en zona de montaña, a unos 500 metros sobre el nivel del mar, en una zona de vida del bosque húmedo subtropical, donde caen sobre los 2000 milímetros de lluvia al año, en promedio.

Los datos presentados en esta entrega se obtuvieron durante dos visitas, en julio del 2019 y noviembre 2021, por dos ornitólogos del Grupo de Acción Ecológica (GAE) y tres colaboradores que los acompañaron en algunos tramos durante la búsqueda.  En ambas visitas se hicieron horarios vespertinos y nocturnos entre las 5:00 p.m. y la 10:00 p.m. y de 6:00 a.m. 10:00 a.m., aproximadamente, utilizando siempre binoculares, cámara y la reproducción del canto mediante el teléfono y una pequeña bocina, por lo cual tenemos estas evidencias.

Las visitas a la parcela objeto de inventario nos dan como resultado 64 especies de aves registradas, de las cuales 35 son residentes de nuestra isla, La Hispaniola, entre las cuales podemos mencionar algunas que se pueden avistar y escuchar con facilidad, tales como la Cuyaya (Falco sparverius), el Carrao (Aramus guarauna) “escandaloso de noche”, como nos dijo un campesino una vez; tórtolas Aliblanca (Zenaida asiática) y Rabiche (Zenaida macroura) o “Fifí”, por el sonido característico que emiten  sus alas cuando emprende vuelo.

La tórtola Collarín, especie introducida que compite con las nativas por alimento y anidamiento. Se está reproduciendo de manera acelerada (GAE). Captura digital reciente. pt.

El Chinchilín (Quiscalus niger), tan negro que a veces brilla con la luz; y otras más escasas como Yaboa o Rey Congo (Nyctanassa violacea), que se está viendo con mucha frecuencia en los bosques ribereños urbanos; y la Perdiz colorada (Geotrygon montana), que es otra de las 35 residentes registradas en la parcela, fotografiada anidando a un metro del sendero que desciende al río en el bosque ribereño de Rancho Centinela. Esa especie, hace más de 50 años, fue muy abundante en la zona y probablemente en la misma parcela cuando estaba cubierta de cafetales típicos.

Recuerdo que, en mi niñez, una familia procedente de la zona se mudó cerca de nuestra casa en Estancia Nueva, Moca, y “Niño”, el hijo del nuevo vecino, Augusto, tenía una pareja de Perdíz colorada domesticadas, andando en el patio de su casa, lo que despertó mi curiosidad.

Perdiz colorada (macho), especie residente, incubando en el ecosistema ribereño. Captura digital de julio 2019 (GAE)

A pesar de que el Guaraguao (Buteo jamaicensis) es una especie muy común en la parte ribereña, ya que anida en los farallones y  puede visualizarse fácilmente mientras vuela por el azul cielo de la zona, no figura en la lista de esas 35 especies, puesto que no apareció durante las visitas de los ornitólogos del GAE. La incluyo, porque cabe subrayar que es una  especie de las más asediadas por la gente que cría gallinas sueltas en la zona, siendo su principal amenaza.

De las aves migratorias, que se desplazan miles de kilómetros, desde  el norte frío del continente Americano, para visitarnos y reponer su vida, por lo que tenemos el deber de protegerlas para poder  disfrutar de sus encantos, se avistaron 14 especies, de las cuales pudieron verse, con mediano esfuerzo, las especies Merlin (Falco columbarius ), la Ciguita Tigrina (Setophaga tigrina ), Ciguita Pegapalo (Mniotilta varia ),  Ciguita Saltarina (Seiurus aurocapilla), la Bijirita o Candelita (Setophaga ruticilla ) y Ciguita Azul (Setophaga caerulescens); además de 7 aves migratorias más: Halcón Peregrino (Falco peregrino), Martín Pescador (Megaceryle alcyon), Golondrina Cola de Tijera (Hirundo rustica), Cigüita Parula (Setophaga americana ), Cigüita Enmascarada (Geothlypis trichas), Cigüita de los Prados  (Setophaga americana),  Cigüita Cabeza Rayada (Helmitheros vermivorum)  y la Ciguita de Río (Parkesia motacillaun), especie poco percibida por los visitantes que hacen descensos al río sin el objetivo de avistarlas, porque se distraen al caminar por el lecho difícil del cañón o desfiladero.

El Papagallo, captura digital de Luís Paulino durante el monitoreo del Grupo de Acción Ecológica (GAE), en julio 2019.

Cabe destacar que las especies migratorias mencionadas anteriormente vienen desde Canadá y Estados Unidos a comer insectos y a disfrutar los néctares de las frutas de los montes y de los ecosistemas agroforestales de la zona de Arroyo Blanco o Cola de Pato, en Rancho Centinela y sus inmediaciones.

 De las aves endémicas, que sólo existen de manera natural en isla Hispaniola, patrimonio natural único y que se pueden ver con tan solo llegar a la zona, se registraron 11 especies; entre estas el reconocido Carpintero (Melanerpes striatus), la Cigua Palmera (Dulus dominicus), que es nuestra ave nacional;  el pájaro Bobo (Coccyzus longirostris), de movimiento silencioso;  Zumbador grande (Anthracothorax dominicus), Barrancolí (Todus subulatus); el Cuatrojo (Phaenicophilus palmarum), en menos ocasiones; y lechuza Cara Ceniza (Tyto glaucops), haciendo  un esfuerzo en la noche y siguiendo los procedimientos indicados.

De esta categoría, endémica, también fueron inventariadas la Cigua Canaria (Icterus dominicensis), impresionante por su plumaje negro y amarillo; el Papagayo (Priotelus roseigaster), la Cotorra (Amazona ventralis), el Perico (Psittacara chloropterusel) y el Carpinterito Bolo (Nesoctites micromegasm), las cuales pueden ser vistas por los visitantes “de cada año un día”, como nos dijera Armando, informante clave de la zona, refiriéndose a que es una especie  difícil de ver por los no ornitólogos que visitan la zona sin un guía.

Ciguita azul, migrante, captura digital de noviembre de 2021 en el ecosistema agroforestal por el GAE.

El avistamiento del Papagayo fue un hallazgo importante, como hemos subrayado antes, ya que en la Cordillera Septentrional no lo habían visto, aunque, posteriormente, en abril 2023, los miembros de las brigadas de reforestación de La Malena y Las Yayas en La Colonia, San Francisco de Macorís, nos informaron sobre su presencia en los bosques ribereños de una microcuenca alta del río Boba, a unos  5 km del área núcleo de la Reserva Científica Loma Quita Espuela, donde fue avistado por GAE, a unos 820 metro sobre el nivel del mar. Otro registro de avistamiento del Papagayo es el de Perdomo et al. (2010), citada por el Plan de Manejo del Área Protegida en 2013.

En el caso del avistamiento del Papagayo en  Cola de Pato, este tuvo la particularidad de que el ejemplar observado se encontraba con cría a una altura de 418 metros sobre el nivel del mar, algo inédito para el Grupo de Acción Ecológica (GAE).

La única especie migrante reproductora avistada, que nos visita desde otras islas caribeña, fue la Golondrina Grande (Progne dominicensis), que también hace su nido en los huecos de las paredes laterales del río y en huecos de árboles con nidos abandonados por otras especies.

De las aves introducidas están la Paloma Doméstica (Columba livia), avistada muy ocasionalmente; el Chichiguao o Madam Saga (Ploceus cucullatus), por temporada; y la tórtola Collarín. Esta última vive alrededor de una casa habitada ubicada en Rancho Centinela y se mantiene comiendo desperdicios de alimentos de la pocilga; también ha podido ser observada en la agroforestería y en lo silvopastoril, posada en el Piñón cubano y anidándose en los árboles aislados de Aroma en la zona pastoril; pero cabe señalar que llegó en los últimos 3 a 4 años. Esta especie se está propagando de manera acelerada en la zona donde hay población humana.

Inventario según Estatus, Cantidad y Porcentajes de las especies

 Al analizar estos resultados podemos concluir que la importancia de los bosques ribereños de Arroyo Blanco o Cola de Pato radica también en su riqueza como hábitat de decenas de especie, las cuales se vinculan con los ecosistemas agroforestales, silvopastoriles y forestales para enriquecer nuestra biodiversidad y contribuir con el bienestar de la sociedad.