En junio de 1601 el abogado papal Laerzio Cherubini encarga una obra para su capilla en la Iglesia carmelita de Santa María de Scala. El artista contratado es Michelangelo Merisi da Caravaggio, un pintor transgresor, provocador, genio incomprendido, de carácter pendenciero y violento.

Conociendo su mala fama el cliente le da instrucciones muy precisas:  representar la Dormición de la Virgen acorde con la iconografía tradicional. En 1606, tras cinco años de espera, recibe por fin el cuadro y queda totalmente inconforme. Los carmelitas también están escandalizados y rechazan la obra por ser “desproporcionada en lascivia y decoro” y en su lugar colocan un cuadro de otro autor sobre el mismo tema.

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Caravaggio, La Muerte de la Virgen, 1606

 Los treinta y ocho años que duró la vida de Caravaggio fueron intensos y llenos de misterios sin aclarar hasta el día de hoy. Transcurrió entre la pintura y las peleas, siendo él extremadamente bueno en ambas. Era tenebrosa como sus cuadros. Deambulaba por las calles oscuras de Roma, armado con un puñal y rodeado de delincuentes y prostitutas. Fue llevado a juicio al menos once veces por cargos menores como insultos, riñas y desacato a la autoridad, hasta que en 1606 mató, probablemente por accidente, a un hombre. Se emitió una orden de arresto y, en vez de intentar de defender su inocencia, Caravaggio huyó a Nápoles y luego a Malta donde trabajó con gran éxito. "Huyo para encontrar un nuevo hogar. Que no digan que soy un criminal. Soy un hombre que busca ayuda, un artista que busca misericordia", decía.

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El único retrato de Caravaggio, dibujado por su contemporáneo Ottavio Leoni.

Pronto su destino cambió de nuevo, hirió gravemente a una persona en una riña, fue encarcelado, se fugó y retornó a Italia. En 1610, cuando decidió regresar a Roma para solicitar un indulto papal, murió repentinamente. Aún hay dudas sobre las razones que provocaron su muerte, si fue un asesinato por el encargo de algunos de sus numerosos enemigos, si fue a causa de una fiebre o por una herida infectada. Por cierto, su cuerpo nunca fue encontrado.

Resulta difícil entender cómo, en estas circunstancias, pudo pintar alrededor de ochenta cuadros que revolucionaron el arte de su época. Se le considera pionero del estilo barroco, creando una nueva forma de iluminación, el tenebrismo, que se impone durante todo el siglo XVII, y toda una corriente de seguidores e imitadores, el caravaggismo.

De todas sus obras, La Muerte de la Virgen es tal vez la más trascendental. El tema sagrado está despojado por completo de misticismo. Caravaggio rompe con la estética idealizante del Renacimiento y transforma lo sacro en mundano. Su tratamiento es naturalista, brutal y de gran crudeza, motivo principal de su rechazo.

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La Muerte de la Virgen, detalle

 La escena transcurre en un ambiente humilde. La figura de la Virgen es demasiado humana, es una mujer mayor, despeinada, de aspecto pobre, tirada sobre unas tablas, con vientre hinchado y pies sucios que se asoman debajo de un vestido rojo.

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La muerte de la Virgen, detalle

Los apóstoles que la rodean lloran con verdadera pasión humana, son personas del pueblo, sin ningún signo de santidad. Sus gestos exagerados muestran expresiones de dolor con absoluta falta de compostura. Nada revela la naturaleza sagrada del tema, toda la escena es de un gran verismo.

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La Muerte de la Virgen, detalle

Además de la irreverencia con la que están tratados los personajes, hubo otro detalle que aumentó aún más el escándalo. Se dice que utilizó como modelo para la figura de la Virgen a una prostituta ahogada en el río Tíber.  Supuestamente, Caravaggio ambulando por las calles de Roma se acercó a un grupo de curiosos que rodeaban el cadáver y pagó para que lo trasladasen a su estudio.  Según otra versión, le sirvió de modelo Maddalena Antognetti, Lena, también prostituta, que en esa época era la pareja de Caravaggio.

Para colmo, para la figura de María Magdalena que llora en el rincón a los pies de la Virgen le sirvió de modelo otra prostituta, Anna Bianchini, presente en anteriores obras de Caravaggio, como La Magdalena Penitente o Santo Entierro.

El controversial cuadro se salvó de la destrucción gracias a la intervención del pintor flamenco Peter Paul Rubens. Lo que para la doctrina eclesial era herejía obscena, para Rubens era una creación genial. La vio en persona y quedó tan fascinado que convenció a Vincenzo Gonzaga, duque de Mantua, de que la comprara.

Antes de llevársela de Roma, fue expuesta durante dos semanas en la Academia de las Bellas Artes de San Lucas, causando gran admiración entre el público. Caravaggio no pudo ver su triunfo, porque ya estaba prófugo. Después de pertenecer a los Gonzaga, la obra fue adquirida por Carlos I de Inglaterra, luego de una subasta pasó al coleccionista alemán Everhard Jabach y, finalmente, fue comprada por el rey Luis XIV de Francia. Allá sigue, en la Gran Galería del museo de Louvre, atrayendo miradas y causando estupor en unos y admiración en otros  cuatro siglos después.