Si somos hijos de Dios, se supone que tenemos un mismo padre, por lo tanto, somos hermanos. No somos hermanos solamente de los que asisten a nuestras iglesias, sino de los corruptos, asesinos, traidores y degenerados. También significa que, si mato a una persona, he matado a mi hermano. Por supuesto, si tus planes son hacer daño a los demás no resulta cómodo reconocer a Dios como padre.
Se nos dijo que nuestro origen es divino y que algo en nosotros es a imagen y semejanza de Dios. Sin embargo, los humanos poco evolucionados se parecen más a los animales.
Aprendimos que la Santísima Trinidad estaba constituida por: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Jesucristo para el mundo cristiano es el Hijo. Por ejemplo, el Corán de los mahometanos reconoce y venera a Jesucristo como un gran profeta, pero no como el Hijo o encarnación de Dios. El cristiano en cambio especifica que: “es Dios hecho carne”, sin dejar ningún resquicio de duda. Ahora vamos a razonar sobre lo que se nos ha dicho.
Vivimos en un mundo que no podemos calificar como totalmente bueno ni totalmente malo. Se entiende que debemos esforzarnos o superarnos mientras estamos en este plano existencial (el único que creemos conocer). Nuestro entendimiento es limitado y nos cuesta saber qué nos conviene realmente. Es evidente que cuando llevamos una vida desordenada, haciendo daño a los demás o dejándonos llevar por nuestra naturaleza animal, se atrofian nuestras facultades superiores, lo que en definitiva afecta nuestra salud física y mental, nuestras relaciones sociales e incluso nuestro entorno.
Este mundo vendría a ser una especie de escuela o gimnasio, en donde nuestros actos determinarán gran parte del tipo de vida que tendremos, pero también dependerá de nuestros padres o antepasados, del tipo de relaciones sociales que cultivemos y finalmente existen circunstancias que nos afectan sin que entendamos la causa.
Los cristianos creemos que un ser muy superior a nosotros, quien no tenía necesidad de experimentar los retos o pruebas de nuestro nivel de existencia, por motivaciones divinas decide venir a salvarnos. Aunque muchos han entendido que al venir Jesús no tendrían que caminar porque los llevaría cargados, siempre ha estado claro que vino a enseñar a caminar, para que cada cual recorra su propio camino, pero con más luz y energía.
Jesucristo se presenta como un ser de amor y enseña una forma diferente de relacionarse con Dios. Cuando se le pide que nos enseñe a orar, nos enseña el Padre Nuestro. Resultaba un escándalo llamar al Dios Omnipotente y Rey del Universo como Abba, que sería la forma como un niño llama a su padre. Decir papá al Altísimo en el antiguo Israel se consideraba una blasfemia, herejía o falta de respeto.
Pero hay algo más, no nos dijo que dijéramos “padre de Jesús que estás en el Cielo…”, al decir Padre Nuestro nos reconoce como hermanos. Los líderes religiosos de la época condenaron a Jesús por llamar Padre a Dios y los de ahora condenan a todo aquel que diga que nosotros, en esencia, somos como Jesús.
A Jesús nunca le interesó tener posiciones de jerarquía ni reconocimientos. Muchos entendieron que quería tener grupos de admiradores, adoradores, una especie de fans club, pero eso estaba muy lejos de lo que buscaba. La misión del cristiano debía ser: convertirse en Jesús, activar en su vida un proceso de “cristificación”, palabra que no está en el diccionario, pero que debería estar.
El hombre sería un ser de naturaleza divina “desterrado a la Tierra”, con fines de que se supere y pueda regresar al nivel existencial superior donde le corresponde estar. Es el mensaje cristiano, pero que también vemos en otras religiones e incluso en mitologías como el caso de Thor y Hércules.
Los humanos serían seres divinos en condiciones de prueba y de múltiples formas se ha transmitido a todas las culturas las claves a seguir para retornar al Padre, cuando reconozcamos estar listos.
Por eso Jesús dice soy: la Puerta, el Camino, la Verdad y la Vida, no basta con hacer mucha campaña a favor del cristianismo, sino que es indispensable que estés en proceso de transformación personal. Pero también anunció una “fuerza de lo alto” que estaría a disposición de los verdaderos creyentes y podrían hacer incluso cosas mayores que las que él hizo. Muchos líderes quisieran borrar este último mensaje.
Cuando se le acusa de creerse Dios, Jesús les respondió: “¿No está escrito en vuestra Ley: Yo he dicho: dioses sois?” (Juan 10, 34), con esto hacía referencia al Salmo 82, donde se dice que, aunque somos dioses, como hombres moriremos.
En su última noche, reconociendo que ninguno había entendido su mensaje y lo seguían viendo como un líder político, toma el vino y el pan enseñándonos que cuando los comiéramos y bebiéramos en su nombre, seríamos su misma carne y sangre, para que eliminemos el bloqueo que tenemos en nuestras mentes.
Estas reflexiones intentan que comprendas quién eres realmente.